And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.

sábado, 12 de febrero de 2011

THE END: Un último apunte

Las fechas.
Las putas fechas.
Las malditas fechas.
A mí, al menos, me persiguen. No sólo eso, que sería pasable: me atormentan. Por eso no acaba el cuento un 9 de agosto, que sería redondo, o un 1 de enero, ni tan siquiera el día en que me dio por inventar el “Érase una vez…”. 12 de febrero de 2008, de 2011, cómo duele ya.
Y hay más números. Me puse una meta por eso de redondear: 100 seguidores, 100000 visitas y 550 posts. Todos estos números ya están superados, y tengo testigo de este propósito, aunque no lo necesite.
Este blog me ha alimentado durante alrededor de cinco años. Me ha descubierto gente y lugares maravillosos, otras bitácoras de las que volverme adicto, otras aficiones que amamantar como mis propios cachorros… Este blog, lo creas o no, me ha hecho reír y llorar en ocasiones, me ha hecho desear desaparecer o trascender más allá de los mapas de bites. Pero me ha hecho añorar la vida. Tengo un amigo a quien, entre otras cosas, conocí a través de otro blog, que se ha retirado de un tiempo a esta parte a la meditada vida real: me dice que hay vida más allá de las redes sociales y plataformas, y que es maravillosa. Que le dé una oportunidad.

No es éste un adiós definitivo, como bien podéis adivinar. Desde mi último cumpleaños me acecha la duda de si seguir o no, de si deshacerme tras tanto camino andado. Como a una serie, supongo que a un blog hay que darle un final digno antes de que empiece a dar estertores. Además, ya prácticamente no le encuentro utilidad. Para la fotografía, tengo varios perfiles en Flickr donde subir álbumes enteros. Para la promoción, a todo lo que escriba le nacerá un blog enano donde dejar dudas y sugerencias. Para el cine y a las malas la tele, tengo Cinempatía y Gazeta20, dos publicaciones hechas por gente entusiasta que me recibió en su día con los brazos abiertos y aún hoy me dejan expresarme. En cuanto a la creación literaria, lo cierto es que desde hace un tiempo prácticamente todos los cuentos que escribo van encaminados a antologías de terror que prosperan. Mi día a día, mis comilongas de cabeza se diluyen en las cartas a Juanpe y otros amigos que escribo cada dos semanas: se trata de un exorcismo muy placentero, se lo recomiendo muy mucho. Por último, están los proyectos. Igual tanta dispersión me empezaba a ahogar, y por eso cada cosa, a su cajón. La poesía se la seguiré mandando a los amigos poetas; la música seguiré almacenándola en listas de Spotify. Con toda probabilidad, y en función de mi pericia y economía, abriré una página web profesional o un blog privado para mis amigos. Nadie más sabrá de mí salvo quienes me respiren de cerca: los míos.
Me habéis visto crecer aquí, dejarme melena y ver cómo me crecían las entradas (después de todo, esto es un blog). Me habéis dejado contar miedos y metas, alcanzar algunos y romper imposibles. Me habéis visto feliz como un niño y hecho mierda, con el corazón hecho un despojo. Un puñado de escombros. Con una sonrisa, con media sonrisa, me habéis visto ver mundo, vivir en Swansea (corazón en la garganta), Francia o Bristol. Me habéis visto casi en directo sufrir un infarto y alzar el vuelo. Me habéis visto lamentarme y enamorarme de todo cuanto me rodea. Me habéis hecho partícipe de todos los síndromes (Stendhal, Tourette, Asperger…) y alteraciones de la personalidad.
Hoy os cuento, al fin, la historia de Brian Edward Hyde. Brian, un joven inglés (de Birmingham, para más inri) de familia acomodada, decide recorrerse Europa en plena Edad Media para acabar de formarse como arquitecto. El periplo le lleva a Oriente, donde conoce a una joven hermosa y misteriosa. El destino los une y, tras grandes problemas, persecuciones, muertes, nacimientos, conspiraciones… acaban en Jerusalén, fugitivos de Bagdad, con sus dos hijos (un niño y una niña: Brian S. y Leo). Cómo no, el destino los volverá a separar, esta vez para siempre. Brian no aguanta la nueva desaparición de Amal y por ello decide volver a una Inglaterra ajena, donde pasará el resto de sus días. Nadie más lo sabe, pero Brian Edward Hyde, ya anciano y en su lecho de muerte, tendrá una última visión de su amada Amal.

Gracias por sintonizar esta emisora. Dios les dé salud y muchos hijos.
C’est fini.
Esta vez, de verdad. Aunque lo diga entre lágrimas.

Brian Edward Hyde ha muerto el mismo día en que un gran trozo de Jose Alberto Arias se quedó anclado en Reino Unido.

DEP
3 de agosto de 2006
11 de febrero de 2011

Pureza cero

Te has propuesto quemar hoy tu vida.
Raparte la cabeza, cortar tus uñas,
maquillar las cicatrices
y hacer autostop en la caverna
del Olvido.
Te has propuesto hundir tu barco,
hacer mella en tu sombra.
Todos los caminos llevan a Roma,
todos los lunares guían a tu ombligo.
Eres hoy un sumidero,
la última apuesta del miedo,
la sombra de tu mellizo.
Te has propuesto hoy, como nunca,
renacer de tus cenizas.
Como un Golem de barro y fuego.

jueves, 10 de febrero de 2011

Pudor


Es el título de una película, si mal no recuerdo, de boxeo. También será el título de algún libro, estoy seguro. Me gustaría que mi próximo libro de poemas, el primero que lleva mi voz, se titule así. Porque hay que reivindicar el pudor como se reivindican las cosas que vamos perdiendo.
            A raíz del discutible escándalo Vigalondo (desde aquí, aunque dudo que sirva de nada, mi apoyo) me ha dado por pensar dónde ha quedado mi pudor, o el pudor del mundo, o el miedo a cambiar en un espectáculo de escarnio público. Por ejemplo, cuando en diciembre de 2005 abrí mi primer blog, era muy pudoroso. Llevaba encima una coraza que no sabía cómo romper. En parte era sensato: desnudarme ante el mundo era lo último que debía hacer. Me dedicaba a hablar de mi día a día, de cosas que se me pasaban por la mente, a publicar mis primeros escritos. Temía, qué inocente, que alguien robara mis maravillosas ideas; llegué incluso a plantearme proteger mis escritos, llevarlos al registro y hacerlos oficialmente mía. Luego me di cuenta de que era estúpido que nadie viniera a robarle sus cuentos a un crío.
            Decía que era entonces pudoroso. Me daba miedo hablar de ciertos temas, mostrar algunas facetas de mi personalidad, de mi vida, salir del anonimato. No obstante, con el paso del tiempo, a medida que conocía a la gente más importante de mi vida, a medida que me abría a ellos, me abría al mundo. Dejaba escapar no sólo la máscara de buen rollo y alegría que (lo confieso) supone mi día a día, sino los días grises, las esperanzas, los miedos y las primeras dudas existenciales.
            Con el paso del tiempo, al igual que a Nacho, me pasó que me di cuenta de que igual empezaba a exponerme demasiado, de que igual tenía que prescindir de algunos temas, de que tenía dos opciones: crear un personaje que tarde o temprano se me fuera de las manos, o ser más yo que nunca. Al fin y al cabo, eran dos caras de una misma moneda, y era eso, o cerrar.
            He perdido el pudor, lo reconozco. Me habré creado enemigos y admiradores, habrá quien se haya sentido decepcionado con lo que había tras Brian Edward Hyde, pero en el fondo encuentro que pesan más los pros que las contras. Con el nacimiento de la página web desaparecerá el cara a cara, la respuesta inmediata, el anonimato, la presión (porque, tras tantos años, mentiría si dijera que no siento a veces la presión por escribir un nuevo texto en esta bitácora), pero supongo que en el fondo gano enteros. Puede que vuelva el pudor. El pudor, o la vergüenza.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Escritores: rimming (II)

Tengo que ser honesto. En algunos aspectos, el mundo de la literatura es decepcionante. En primer lugar, hay mucho aficionado que se cree con la capacidad y el conocimiento de valorar el trabajo de otros, y no ser siquiera capaz de escribir algo decente que compartir con el resto del mundo. Lo digo yo, que llevo años compartiendo TODO lo que escribo. Ayer mismo debatía sobre las descargas ilegales de libros y películas con unos compañeros de taller de guión. Según algunos, que te descarguen y lean no es tan malo, ya que tu público exponencial crece de manera brutal, a lo que yo argumentaba que, dado que subo muchísimo material completamente inédito a Internet al alcance de todo el mundo, qué menos que compren la primera novela que publico. Vamos, digo yo… Porque, más allá de que yo piense que vale la pena, me lo han corroborado amigos y colegas. Igual me han lamido el culo porque soy su amigo, porque hemos crecido juntos en esto. Sea como sea, yo me lo he creído porque soy muy frívolo y me interesa creerlo.
            Pero esto va más allá de mi caso. El caso es que todos son amigos de todos, y si mi amigo publica, yo lo voy a reseñar y a mover en mi círculo, y así otra vez y otra y otra. Y puede que no hagamos las cosas del mejor modo, pero no tendremos a nadie objetivo que nos abra los ojos. Lo malo es cuanto esto sucede entre profesionales de diversos ámbitos: cine, música, danza, teatro… Resulta que estos círculos son como esas familias pueblerinas donde los primos y las primas se casan y la prole sale subnormal. Pasa que los resultados artísticos son tan incestuosos que no aportan nada, y en la era de la comunicación y del low cost, cerrarse en una corriente es, cuanto menos, empobrecedor.
            Pero todo esto viene a raíz de los blogs. Blogs que no aportan nada y, sin embargo, destrozan la obra de otros. Blogs donde todo es bonito, donde las cosas pasan porque su creador(a) así lo quiere, donde al pensamiento crítico lo llaman excepción, donde las excepciones se acallan con un ataque enfervorizado. Eso en mi casa, en mi blog se llama dictadura. Y ya sabemos todos lo que pasa con los dictadores, que acaban pidiendo clemencia. Y aunque todos los seguidores de ese blog sigan con los ojos vendados las premisas del dictador, habrá quienes arrojen luz ahí de vez en cuando. Si algún día me convierto en un dictador, os pido por favor que me aviséis. Ya sé que la quinta vez que anuncie la muerte de este blog habrá perdido efecto, pero la anuncio de nuevo. Me canso de historias. Me hace falta aire nuevo, y eso que tengo ideas e ideas. Pero muy poco tiempo.
            Nada, que no quiero que me estimulen el ano. Al menos, no aquí.
            Si alguna vez me pasa, que me digan gilipollas.
Y recuerden una cosa: no es lo mismo un escritor maldito que un maldito escritor. Jejeje.

lunes, 7 de febrero de 2011

Escritores: rimming

El rimming, para quien no lo sepa, se trata de una práctica sexual consistente en estimular el ano con la lengua. En otras palabras: lamer culos.
            He tenido, venía diciendo, en esto de las letras experiencias no estrictamente literarias. Conoces gente, cierto, gente que conoce gente que conoce gente, y esa gente se conoce entre sí y se respeta y, lo que es peor, se admira a pesar de todo… Siempre he procurado entre escritores ser lo más imparcial posible, aunque esto a veces se vuelva complicado. Para empezar a sincerarme utilicé, cómo no, el ya citado Cuentacuentos. Y es que esto de no conocer a los escritores o aficionados en persona facilita mucho el tema de la sinceridad. Eso, y que no todos los participantes estuvieran al mismo nivel, o no se comprometieran tanto como yo con la escritura, o que sólo fuera un pasatiempo o una excusa para llenar su bitácora una vez a la semana sin complicarse la cabeza. Escribir un cuento a partir de una frase. Parece fácil, y lo es. Lo difícil es escribir un BUEN cuento. Y si eso os parece difícil, determinar si un cuento es bueno o no, la repera. Porque claro, en una comunidad cibernética donde no nos conocemos en persona, con esto de que todos tengamos en común el amor por la literatura y escritura, es difícil ser honestos. Cuesta mucho decirle a un colega: lo siento, pero tu cuento es una puta mierda, los personajes no tienen personalidad, la trama está trilladísima, el vocabulario de básico, asusta… y otras lindeces. No obstante, yo al menos aprendí a decir las cosas de un modo respetuoso pero directo, criticando de forma imparcial los aspectos meramente literarios de los cuentos. Podía leer cincuenta cuentos a la semana, cien tal vez en los mejores tiempos de la web, y ahí había que comenzar a determinar qué era bueno o malo. Los más viejos del lugar procuramos tratar de esparcir el espíritu crítico, pero los participantes eran en su mayoría chicas jóvenes (adolescentes-veinteañeras) obsesionadas con ángeles, haditas de los cojones e historias de amor. Así una vez, y otra, y otra… Naturalmente, por afinidad seguí leyendo religiosamente y convirtiendo en amigos a los que de veras me gustaban. Entonces fue cuando dejé de ser objetivo, pero por suerte, para entonces pocos de estos amigos seguían escribiendo con regularidad.
            He de confesar que muchos de mis mejores cuentos (a título personal, clarostá), los escribí en el ámbito de El Cuentacuentos. Como ejercicio literario, fue absolutamente agotador y muy, muy útil. Creo que me drenó un poquito, porque tras varios años seguidos escribiendo un cuento por, digamos, dos semanas, se me acabaron las ideas o la inspiración, o las ganas. Y las críticas. Por lo general, eran excelentes; yo, además, estaba muy contento con que pasara esto, ya que en muchos casos estaba de acuerdo y sólo era capaz de ver lo bueno de mis escritos. Como si no tuviera defectos, faltaría más… Afortunadamente, fuera de esta web de escritores en ciernes conocí a otros escritores reales, en carne y hueso, que no dudarían en decirme esto es una mierda o lo has hecho bien, Jose. Nos decimos mutuamente si algo vale la pena o no, nos contamos los proyectos sin el miedo infantil al plagio, compartimos propuestas y llevamos adelante experimentos juntos. Pero, claro está, para ser un buen crítico hay que ser maduro, haber leído mucho, mucho, mucho y diferenciar el yo escritor del yo amigo.
            Sucede en los círculos internetiles que tanto se prodigan por estos lares que si yo te escribo, tú me escribes, te digo lo bonito que es tu blog y tú me dices lo bien que le queda el rojo al mío. Puede que al principio me guste todo lo que vea, pero, tal y como hemos aprendido de Vigalondo y su famoso holocausto (algún día hablaré largo y tendido del tema), al mantener vivo un medio cibernético tan personal como un blog o un Twitter o cualquier red social, es imposible mantener nuestra personalidad a un lado como si nada. Tarde o temprano, nos traicionamos y nos desnudamos, porque es imposible vivir 24/7 con la máscara puesta. No podemos meditar cuanto escribimos. Así, si en un principio sólo les dices cosas bonitas a tus amigos blogueros, con el tiempo un día te pillarán de mala hostia y les soltarás tres borderías y ya no será todo tan bonito. Porque no está bien lo de decir que todo es maravilloso y todos escribimos siempre bien, y que hoy por ti y mañana por mí. Porque si mis amigos no se rieran de lo que escribo (y hablo de mis amigos escritores; mis amigos traductores, por ejemplo, se ríen directamente de mí), nunca sería capaz de atisbar mis fallos, ergo no mejoraría ergo me quedaría estancado en la literatura adolescente de mala calidad y hadas y princesas y amores imposibles.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

miércoles, 2 de febrero de 2011

Escritores IV

Olvidé citar el otro día a otros escritores que me han influenciado aunque ellos no lo sepan. Son maestros o amigos que han entrado subrepticiamente en mi literatura y en mi visión del mundo sin darse cuenta. A los dos primeros los conocí en clase, antes siquiera de saber que eran escritores: Antonio Carvajal y Erika Martínez. Fueron mis profesores en varias asignaturas relacionadas con la literatura. Con Carvajal, un poeta inmenso de Granada tuve la ocasión de charlar en una tutoría suya de literatura. Ese señor, además de un poeta excepcional, es una fuente de sabiduría que empezó a escupir nombres y títulos y corrientes, y así sucedáneamente. Por su parte, Erika me dio clase de literatura hispanoamericana y me descubrió a muchísimas poetas de las que jamás había oído hablar, y a pesar de su juventud me dejó con el culo torcío al comprobar lo que sabía. Yo, callado, tomaba nota de nombres y títulos y corrientes, y a cambio le ofrecí una pequeña reflexión sobre Bolaño. Más tarde, cuando ya no me daban clase, pude leerlos. Erika Martínez había sido la flamante ganadora del Premio RNE de Poesía Joven, al que yo también concurría. Me alegré por ella, la verdad, porque su libro Color carne es una maravilla.
            En cuanto a los amigos, tengo que hablar de ellos. Escribí poesía por primera vez gracias a Aurora Luque, si bien algún poemilla había caído en su día. Empezamos con los haikus y otras pequeñas cosas, chupitos de poesía que nos hacían olvidar las metáforas, rima, métrica… llevado esto al extremo con la frescura de María Rosal unos años después. Pero tenía amigos que no escribían relatos, pero escribían mucha poesía. Antonio Cuartero, por ejemplo, al principio prácticamente sólo escribía poesía. Cristina Castro, Silvia Guerrero, Ana Castro y Cristian Alcaraz, por su parte, eran pura poesía. De leerlos y bebérmelos a tragos locos me hice un poco poeta. Mi poesía nació de ellos.
¿Qué sería de mi obra, si puedo hablar en estos términos, si todas estas personas no se hubieran cruzado en mi camino?
Ni Carvajal, ni Lorca, ni García Montero, Pizarnik, Bukowski, García Casado, David Leo, Jodra, Alberti, Machado…
Y ya, para acabar, una persona muy importante que también se cruzó en nuestro camino: Fran Tejero Sánchez. No habréis oído de él, no ha publicado nada aún, pero es uno de los escritores a los que más admiro tanto a nivel personal como profesional; y es que hace falta más gente que observe el mundo desde otro prisma, y él me abre los ojos cada vez que hablamos. Cuando publique, será un bombazo, estoy seguro. Mientras tanto, lo guardaré para mí y me congratularé por tenerlo.
            En resumidas cuentas, un escritor no es nada sin sus lecturas y colegas. Tratarán, no obstante, de colarte en cualquier Generación modernísima y encuadrarte en cualquier marco estilístico. Conmigo no lo han hecho porque no me han tomado muy en serio, creo, por eso de escribir sobre Peter Pan y otras cosas de niños, pero es que Cristian o Silvia o Fran y yo seremos todo lo amigos que queráis, pero nuestra literatura es bien distinta. Y eso, quién sabe, nos convierte en una comunidad. Quién sabe.
Hay que saber rodearse de los mejores.


lamusique

No podría vivir sin

eveybody's gotta learn sometimes

Un libro

Un libro
Un saco de huesos, Stephen King