Soy adicto a muchas cosas. Desde pequeño, cuando nací y aprendí que el tacto del papel no era frío, soy adicto a los libros. A los libros y a las ceras, los bolígrafos, la pintura, la goma, el carboncillo, y todo lo que sirviera para plasmarme y derramarme en el papel. Luego aprendí a leer y a beberme los libros, y supe que el papel estaba rico y la tinta, ni te cuento. Por eso me volví idiota y adicto. Soy también adicto a Internet, y no sé muy bien por qué, aunque en cierto modo lo comprendo. Adicto a la red de redes y pionero, aún recuerdo cuando me conectaba de manera casi clandestina con el cable del teléfono (¡Cielos! Con el cable del teléfono) para mirar cositas frikis de Stephen King y Buffy y Expediente X, entre otras lindezas. De eso hace ya siete u ocho años, que se dice pronto… También descubrí el porno gratis, la cantidad exagerada de porno, las ingentes posibilidades del porno… Supongo que también me volví un poco adicto al porno, pero eso es bueno. El porno nos abre la mente y nos hace felices. Seguro que ya existe; si no, propongo instaurar un día Mundial del Porno. Por supuesto, soy adicto a la comida poco saludable: chocolate en cualquier forma y textura (helado, galletas, tabletas, en polvo, a la taza…), hamburguesas cuanto más grasientas, mejor, pizza con extra de queso… salsas con nata, curry, chucherías… Y bueno, es una obviedad, pero soy adicto a la música, al cine y a las series de televisión, como media España, pero creo que puedo decir que con criterio. Créanme, tengo criterio. Y por eso lo que empezó como un juego, eso de ver Expediente X y Buffy y disfrutar como un crío se convirtió en enfermedad con Lost, Six Feet Under e incluso ER. Lo de ir al cine de cuando en cuando, todo un ritual maravilloso por el que tenía todo el derecho del mundo a ser feliz, se acabó convirtiendo en la obligación de escribir reseñas para tres o cuatro revistas especializadas y cubrir dos o tres festivales al año. Pero sarna con gusto no pica. Y bueno, eso de escuchar de vez en cuando algún disco del que ahora avergonzarse acabó por convertirme maestro del Emule y de todos los programas de música en Internet, y empecé a comprar discos y, pasado el tiempo, a ir a conciertos, cinco o seis medio reseñables al año, y a conocer músicos y a no querer que esto se detenga. Y el maldito ordenador. Un Paraíso donde dar cabida a todas mis adicciones: porque en el pequeño HP caben la literatura, el porno, Amy Winehouse, el cine, la música y cientos de miles de millones de seres tan o más enfermos que yo a los que decir juntos podemos, y pásame un poco de tu mierda, y lo nuestro no tiene cura. Porque volverse adicto a Top Chef era lo último que me podía pasar. Ah, no, también podía volverme adicto a Tumblr y al Google Reader, y aún así volver al mundo de mi lado. Y tú, pequeño enfermo, confiesa tus adicciones.
3 comentarios:
Tengo que decir, querido amigo, que comparto casi todas las adicciones que confiesas, y quizás alguna de las que no lo haces.
Por añadir algo de mi cosecha, soy adicto a la coca-cola, al Ipod, a los videojuegos y a acostarme tarde sin motivo aparente. Dormir poco me da subidón XD
A, y soy adicto, muy mucho, a Stephen King. Y a ver los partidos de Nadal en la tele, y a intentar repetirlos con nulo éxito en la pista. Y a los cómics.
Vaya, al final sí tenía por ahí guardadas varias adicciones...
¡Un abrazo!
Tengo tantas adicciones... y algunas difíciles de confesar en público.
Soy adicta a los libros pero especialmente a los libros viejos, a los de páginas amarillentas y cubiertas carcomidas; a su olor, y a su tinta, y a su tacto...
Soy adicta a lo dulce: chocolate, pastelitos, tartas, petroleo en forma de chucherías; al café; al te de las 6; a la música de tocadiscos; a joderme las uñas con el violín; al lo que considero buen cine y las pelis eróticas que no llegan a ser porno; al porno; a vivir más de noche que de día; a los carteles de Toulouse-Lautrec; soy patéticamente adicta a lo decimonónico; a lo trágico.
También a buscar sentencias en el Aranzadi, a las canciones de Silvio Rodriguez y Pink Floyd cuando estoy triste, a cantar las de Aretha Franklin o Amy Whinehouse cuando estoy en la ducha...
(el etc es largo. Las demás preguntar en privado) =)
Tenia una adicción dificil de recuperar, me gustaba ver las peliculas codificadas, e intentar adivinar que pelicula era o que sucedia. Al cabo de un rato el siseo era el ruido de fondo, los agudos se hacian en mi mente como frases hechas; que recuerdos. Asi me quedé, distorsionada.
Soy adicta a que me susurren cosas al oido, y como no tengo a nadie, me pongo peliculas en ingles en el ordenador cerca del oido y con eso duermo.
Soy adicta a los concursos de pintura rapida; sentir la tensión de que en tres horas tienes que empezar y acabar un cuadro (el lienzo en blanco, uhhh).
soy adicta a los "draculines" (yo los llamo asi), los escalofrios del cuello seguidos de un soplo, de esos que te ponen la carne de gallina.
No se y ahora que recuerde... nada mas.
mil ..., anapi
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