And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Miedo

Tiene el miedo un desarrollo irreverente.
Nacemos junto al miedo
a morir en el parto, a un dedo de más,
a ser el más feo de las incubadoras.
El miedo a la noche y su galería de
                                      monstruos,
a los deseos incumplidos, a la esperanza desmedida,
al deseo no correspondido.
Miedo a una posible descendencia que nos
                                               borre del mapa.
Miedo a una plancha, a los colores chillones,
a un resfriado, al tiempo fugaz,
a la derrota, al desempleo.
Miedo al orgasmo, al mórgamo, a la religión,
a un Dios invisible y al hombre distinto.
Miedo al miedo.
Miedo a ella. A él. A ellos.
Yo he hallado el remedio fugaz contra el miedo.
Reposa en mi mesita: dos comprimidos de cianuro.
Pequeños. Inadvertibles.
Ahí llevan diez años.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La última de Potter

Un irregular crescendo


La de Harry Potter es una de las sagas más rentables de la Historia: libros, películas, videojuegos y todo el merchandising. No obstante, los resultados en la gran pantalla no siempre han estado a la altura. Comenzó suave, infantil y dulcificada como los libros, pero la magia ya estaba ahí. La saga alcanzó la cima en El Prisionero de Azkaban de mano del mexicano Alfonso Cuarón. De este modo, El cáliz de fuego supuso una dimensión inmensa. De las tres últimas entregas se ha hecho cargo el mismo artífice, el hasta entonces prácticamente desconocido David Yates.
            Llega el final de la historia. El todo o nada. Lo saben los protagonistas, los guionistas y el director. Y los seguidores. Y por eso es natural que esperemos espectáculo. Así arranca la película, con espectáculo puro y duro. Nos recuerda por qué nos volvió locos la saga de Rowling. Magia, emoción, peligro, enfrentamientos, oscuridad, torturas, muerte.
            Y es una lástima que la cinta no siga por esos derroteros. Porque los protagonistas se pierden, y con ellos todo en un vagar de un lado para otro en busca de los horrocruxes. Algo que Spielberg, por ejemplo, habría convertido en espectáculo estimulante, se transforma aquí en falta de ritmo y deambular triste y apagado. Claro que no se le puede reprochar nada, ya que se trata de la adaptación más fiel hasta la fecha, y el libro arrastra el mismo lastre. En cualquier caso, esto no es más que la calma que precede a la tempestad. Como jugadores de ajedrez, Rowling y Yates disponen las piezas a su gusto en este viaje y las dejan en una posición comprometida y álgida, preludio de un desencadenante muy hype. Se nota la barbaridad de presupuesto en los travellings innecesarios de paisajes infinitos, en los grandísimos planos generales y en un reparto lleno con lo mejorcito del cine británico (Alan Rickman, Helena Boham Carter, John Hurt, Imelda Stauton, Ralph Fiennes, Imelda Staunton, Toby Jones…) donde, bien por buen hacer o por tiempo en pantalla, los jóvenes magos se definen como lo mejor de esta entrega (en especial la dinámica entre Emma Watson y Rupert Grint, muy divertida), a pesar de que Daniel Radcliffe parece ya cansado del peso de la cicatriz, o es una interpretación muy intensa de joven apesadumbrado, nunca se sabe.
            La cuestión es que es evidente que los ingredientes para una película espectacular están ahí: una historia que exuda emoción, actores de primera, presupuesto y un gran despliegue técnico… Atentos al corto de animación para narrar el cuento de la Muerte y las reliquias, una joyita preciosa. ¿Qué falla, pues, para que Las Reliquias de la Muerte no sea una obra maestra? El guión y, en contadas ocasiones, la dirección. La parte central de la película sólo apasionará a los seguidores de la saga, ya que los tejemanejes sentimentales del trío protagonista no lograrán arrastrar consigo al espectador medo. Por otra parte, la idea de fidelidad trabaja como un arma de doble filo. Pretende la historia servir de compendio de todas las tramas que no se han incluido en las seis entregas anteriores, supongo que por eso de contentar a los seguidores, pero sólo logra un puñado de personajes desdibujados, presentaciones atropelladas y situaciones que sólo podrán entender los lectores de los libros. Por si fuera poco, el no desenlace nos deja con un cliffhanger de narices por resolver y la certeza de que la segunda parte será espectacular, claro, pero tan atropellada como la primera parte, aunque más caótica.
            En definitiva, una película deslumbrante a nivel técnico, con interpretaciones solventes, las variaciones musicales sobre la base de John Williams (el encargado de la primera melodía) y momentos muy emotivos que nos recuerdan por qué el cine es capaz de tragarnos y digerirnos lentamente. Aunque salgamos con mariposas en el estómago por el corte de digestión de ese final abrupto. Pero sigue siendo mágico.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Seamos sensatos

Ya sabéis cómo me pongo con según qué cosas concernientes a la Iglesia. Parece que al fin Ratzinger recobra algo de sensatez y, por primera vez en la Historia, un Papa se atreve a hablar de sexualidad humana. Es más, hasta da el visto bueno al uso del preservativo en ciertos casos (los prostituidos), pero por algo se empieza, ¿no? Naturalmente sigue empecinado en negarse al aborto y el empleo de la píldora anticonceptiva (cosa que no entiendo, ya que no implica "asesinato" como el aborto, sólo la no concepción, la no creación de una vida). Bueno, bueno, bueno. Esperemos, que de ésta a unos años, todos de orgía en el Vaticano. Os dejo una reflexión del genio José A. Pérez, deslenguado y mordaz guionista.

Si Dios existe, inventó los matices. Parece poco probable, por tanto, que ese ser omnisciente y eterno sea tan mezquino y dogmático como los mojigatos que dicen hablar en su nombre. A no ser, claro, que Dios sea un hijo de puta sin escrúpulos que nos creó en un arrebato de sadismo sólo para reírse de nuestras limitaciones. Lo que resulta incuestionable es que la frecuencia de los pensamientos de ese supuesto Dios está más allá de nuestra capacidad auditiva. La radiación cósmica de fondo no opina sobre condones.
Extraído de Mi mesa cojea 

martes, 23 de noviembre de 2010

Rubber

Más allá del límite


Es Rubber una travesura de sus creadores. No tendrá carrera comercial, eso lo sabemos desde los primeros diez minutos de metraje y, sin embargo, se ha convertido en cinta de culto desde su exhibición en todos los festivales por los que ha pasado, donde la acogida ha sido inusualmente positiva.
            Todo el mundo hace hincapié en la falta de lógica de toda la propuesta, pero señores, hay lógica; dentro del género, la tiene. Además, por si fuera poco hay un maravilloso y divertido prólogo en el que hacen partícipe al espectador en ese juego que va a suponer el espectáculo de la ruedecita de marras: nada más comenzar, se cargan la cuarta pared. Luego hay un neumático semienterrado que comienza a moverse. Cobra vida y empieza a rodar por carreteras y más carreteras, y como tiene poderes telequinéticos (ya estamos: ¿puede moverse solo pero no puede reventar cosas?) fulmina cuanto se cruza con él. Como ven, tiene lógica. Es la historia de un neumático asesino. Como la Novia de Tarantino, pero en neumático. Y en comedia.
            El mayor acierto de Rubber es que, en la mejor tradición de la serie Z, no se toma en serio a sí misma en ningún momento. Son frecuentes las alusiones de los personajes al espectador en este juego continuo de metaficción donde se traspasan las barreras y los distintos niveles de narración de un modo inteligentísimo. Es sin duda ésta la cualidad más admirable de la película. Como su representación de la idiosincrasia clásica estadounidense: recurre al western, a los moteles y carreteras desiertas, estaciones de servicio, comida basura, presencia de agentes federales…
            Pero no cesan ahí los aciertos. El cóctel de humor, road movie y western, entre otros géneros, hacen de Rubber una cinta peculiar que vale la pena ver por el sencillo hecho de que se trata de una experiencia única y diametralmente distinta a lo que estamos acostumbrados. Y si no, siempre quedará la excusa de Stephen Spinella, que borda el papel de un sheriff tan pasado de rosca como el resto de la propuesta.
            Podría, en fin, quedar Rubber como una anécdota, un pasatiempo olvidable, una travesura del galo Quentin Dupieux, y no obstante se trata de una película, más allá del mensaje que quiera transmitir (hay quien quiere ver una “evidente” crítica a la industria hollywoodiense), profundamente bella en la forma. Su banda sonora y su fotografía son de primera, con ese toque tan artesanal, sobre todo con los “primeros pasos” del neumático, que pueden recordar al escenario creado por Spike Jonze en Donde viven los monstruos o al cine de producción artesanal propio de los 70 y 80. Más adelante, en la parte violenta, cuando arranca la trama, el principal referente parece un joven Spielberg.
            En definitiva, Rubber es lo más absurdo que ha dado el cine en mucho tiempo cuando quiere ponerse absurda; también lo más divertido cuando quiere ponerse divertida. Y el reflejo de una industria en la que imperan las historias estúpidas a cualquier coste. Habrá que esperar con la mirada en el horizonte el próximo trabajo de Quentin Dupieux. Esperemos.



lunes, 15 de noviembre de 2010

Jose Alberto Arias Pereira siempre quiso ser pintor

¿Cómo le dices a un niño
lo que le puede gustar o no?
¿Con qué cara alimentas
al sistema?

Cuando era pequeño me gustaba dibujar. Al parecer, desde que supe agarrar algo con mis deditos me dio por coger libros y ceras y pasar horas enteras coloreando, dibujando, atisbando las letras para imitarlas más adelante…
         Se me daba bien todo lo que tenía que ver con el papel. Acabé el Micho —la cartilla de lectura— el primero de mi clase, lo recuerdo porque fue una de las primeras victorias que logré en mi vida. También recuerdo que, si nos portábamos bien y hacíamos las cosas rápido, podíamos utilizar el resto del tiempo para jugar o dibujar. Ya entonces tenía una obsesión con captar mi naturaleza, mi entorno en una hoja de papel. Teníamos en el aula de párvulos una imagen, un dibujo de Pinocho muy grande (a mí se me antojaba inmenso con cinco años) y yo me dedicaba a dibujarlo en escala pequeña en mi hoja de papel. Luego se lo enseñaba a la seño, como todo de lo que nos sentíamos orgullosos. Uno de tantos días se me acercó a la mesa y miró mi dibujo, miró el Pinocho de la pared y me dijo:
         —Jose, qué bonito. Un día te voy a dar un rollo de papel para que lo dibujes igual de grande que el de la pared.
         A los cuatro o cinco años las palabras de tu maestra son tu Biblia, de modo que yo lo creí a pies juntillas. No hubo un día de desencanto, no. Acabó el curso y me cambiaron de aula y de maestra, y poco a poco asumí que nunca podría dibujar ese Pinocho gigante, por mucho que me rompiera el corazón tener que asumirlo.´
         Otro de los hechos, ya en la casa, no en el colegio, que me marcaron sin saber en qué momento, fue también sencillo y relacionado con el dibujo. Correría el año 1992 o así, porque a mi hermano pequeño, el recién llegado, le habían regalado un peluche de Curro, la mascota de la Expo de Sevilla. Total, no sé si recordarán que Curro era un pájaro blanco con una cresta y un pico de una tira de colores: uno, que siempre ha sido tan influenciable, hablaba con su madre una tarde de invierno (recuerdo la lámpara encendida y la tela de las faldillas de la mesa) sobre lo que me gustaba:
         —Mis colores favoritos son estos. El azul, el verde, el rojo, el amarillo y el rosa porque son los que salen aquí.
         —Hijo mío, el rosa no. El rosa les gusta a las niñas, no a los niños —me explicó ella, tan convencida de lo apropiado de la respuesta.
         Yo sentí entonces ese atisbo de culpa por hacer algo que no debía hacer (¡gustarme el rosa, el color que les  gusta a las niñas!) pero también esa incertidumbre, la incomprensión de no saber qué malo tenía el color rosa. Supongo que a partir de entonces dejé de colorear la piel de mis dibujos de color rosa y o cambié por el preciado color carne.
         Supongo que con el tiempo aprendí a ser un conformista. Y que todas las promesas sin cumplir, todo lo prohibido siguió conformando el camino que habría de seguir hasta el aquí y ahora.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Genios

Ya ves, a veces me canso
de ser hombre y también
me agota escuchar
que todo va bien...
ISMAEL SERRANO


Quien me lee habitualmente habrá podido comprobar que de un tiempo a esta parte estoy bastante reflexivo. Me planteo cosas que la gente se plantea por lo general en los años de instituto. Como si, al darme cuenta de que acababa por fin la carrera, tenía que empezar a planear mi vida. La típica crisis adolescente. Todo bien hasta ahí. Sólo que yo no soy un adolescente: tengo 23 años. He aprendido en el máster que acabo de comenzar (sí, como ven tres días de máster pueden dar para mucho) que la adolescencia se ha alargado debido a los cambios económicos y sociales, que los chavales rehuyen cosas como el compromiso, el trabajo y la emancipación. Al menos sucede así en España. Por eso es habitual encontrar gente en la facultad ocupando un ordenador no para buscar información o redactar su último trabajo de investigación, sino para ver lo último de The Big Bang Theory (y esto es verídico: ahí está la tía, con dos cojones, ocupando un ordenador para ver los desvaríos amorosos de Sheldon Cooper mientras yo tengo que comprobar mi horario de clase). Total, gente para todo y yo asustado.
          Desde un tiempo atrás me sucede otra cosa que me deja indefenso: conozco genios. ¿Han conocido alguna vez un genio? Yo he conocido varios, o igual tengo demasiado devaluado esto de la genialidad. El hecho de conocer tantos genios, como digo, me ha hecho descubrir mi mediocridad (en el sentido de normalidad, vulgaridad), hecho que a su vez me hace plantearme muchas cosas. El sentido de la vida. El sentido de todo lo que hacemos. Si tiene sentido escribir o seguir un blog o perder el tiempo en Internet. Si algo vale realmente la pena.
          Todo puede ser, desde luego, que me encuentre algo disperso: este fin de semana, por ejemplo, tengo que buscar una ilustración para un relato que queremos incluir en nuestra revista, tengo que escribir dos artículos (uno de música española y uno larguísimo de televisión española) para la misma revista, porque me he comprometido y cuando me comprometo soy muy extremo y me obligo a cumplir: así funciono yo; para acabar, tengo también que redactar dos reflexiones/redacciones para el máster de Profesorado, cómo no, y mañana por la tarde voy a recoger un pase de prensa para el festival de cine fantástico que tendrá lugar la semana que viene en Granada, para cubrir al menos los pases de algunas películas. Además, tengo que preparar las plaquettes caseras que quiero repartir en el recital del sábado que viene en un local mítico de Granada, La Tertulia. Les recuerdo que será una noche completita de concierto (Carlos Siles) y recital/lectura/sorpresas.
          Pero en realidad creo que no es eso. Uno de los genios a los que conozco me dijo una vez que, como escritores, debíamos procurar escribir como si todo estuviera grabado a piedra. Que no nos permitamos el lujo de perder el tiempo en naderías, y visto lo visto, creo que mi blog es una nadería. No voy a cambiar el mundo por escribir lo que quiera en "mi casa", y en cualquier caso mi presencia cibernética se encuentra más que justificada de por sí. Otro día hablaré de mi dispersión, mi huella internetil. Mientras tanto, seguiré conociendo genios y tratando de encontrarle razón de ser al resto del Universo.





domingo, 7 de noviembre de 2010

Carta a un Jose futuro

Hola, Jose:


            A veces, cuando no tienes nada que hacer (siempre hay algo que hacer) te da por leer en Internet, y cuando te has leído todo el Internet te da por volver a tu casa, a tus escritos, a tu vida, a tu blog y a corregirlo, a ponerle nota. Esto sobra, este día parecía un gilipollas, idiota, ahí estabas enamorado, aquí eras un mediocre. Por eso te escribo esta noche. Estoy viendo Caótica Ana, la película-experimento por antonomasia del cine español contemporáneo. Te da pena Medem porque te sientes identificado con sus personajes. De hecho, recuerdas que una de las pocas veces que una película te ha hecho sentir libre fue con Habitación en Roma, como hace poco te pasó, por ejemplo, con Cómo ser John Malkovich.
            Jose, hay días en los que ves una de estas películas y sientes que nada de esto tiene sentido. Que te ponen metas donde nadie debería poner barreras, que a veces te las pones tú. Ahora tengo 23 años, puede que cuando me leas tengas 24 o 25, y sentirás que ahora mismo soy un gilipollas, de acuerdo, pero estoy absolutamente convencido de que harás caso a mis palabras.
            Ahora mismo tienes el mundo a tus pies y sólo te atan tus miedos. Te esperan Madrid, Londres y Nueva York con los brazos abiertos, tienes que salir al mundo. Dejar la mordaza, escribir ajeno a todo, llevarte cuatro cuadernos en blanco y muchos bolígrafos. Leer, tal vez. Olvidar la exponencia audiovisual que en este momento ahoga tu vida. Buscar otras biblias. Espero que para cuando me leas tengas claras tus prioridades como las tienen tus amigos. Si de verdad quieres ser escritor, sólo hacen falta papel y lápiz. Lo demás son imposturas. Créeme. Me crees.
            Ahora mismo no sabes alcanzar otro estado de conciencia, no sabes pensar de otro modo, pero tienes la ilusión que hace girar el mundo. El optimismo y las ganas. Eso siempre. Pero es el puto miedo. Conoce gente: busca músicos, artistas callejeros, escritores viejos y muy leídos, directores de cine, chavales con una videocámara por la calle. Busca y pregunta. Ahí fuera radica lo extraordinario.

Busca, joder. Y trata por una vez de ser honesto. Un abrazo,

                                                                                                  Jose

                                                                                          

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Se busca mecenas



Se ofrece escritor responsable. Experiencia demostrable. Soy versátil: narrativa, poesía y ensayo. Puedo doler y puedo hacer reír. La juventud en mis ojos, la experiencia en mi piel. Las ganas de comerme el mundo. Vamos, humanista, si te llamas así a estas alturas te habré convencido. También hago fotos: a los gatos, a desconocidos, a las chicas bellas, a los chicos serios. Tengo cualidades extraordinarias: me pongo la pierna detrás de la cabeza, puedo guardar aceitunas y chucherías en la garganta, hablo como el pato Donald, puedo reírme sólo con media cara y cambio de aspecto con facilidad. También cambio de canción preferida. Canto bien, creo. Lo suficientemente bien. Toco (un poco, muy poco) la trompeta y me enamoro constantemente de gente, de películas, de libros… Avala mi vida. La obra será inmensurable. Novelas, poemarios, cuentos, fotografías, artículos, canciones, guiones… A cambio de qué. De nada.

martes, 2 de noviembre de 2010

Carta a un Jose pasado

Querido Jose:


No tengas miedo de decir lo que piensas, de defender lo que crees. La vida no es fácil, más vale que lo sepas ya. Bueno, que la vida es fácil: son las personas quienes la hacen difícil. Viaja a todas partes. Eso será lo mejor de tu vida, que poco a poco descubrirás que tienes alma de aventurero.
           No digas no puedo. Siempre que te lo propongas, llegarás a la meta. No desistas en tus empeños y cree en ti mismo. Porque los demás son ratas. No escuches a las personas. Déjate enamorarte de vez en cuando decirle que la quieres, compartir tu vida con ella. Haz el amor y besa, bebe cerveza, fuma porros. Desahógate.
           Aprende a escoger tus lecturas y tus películas. Lee El guardián entre el centeno, El dador, Las vírgenes suicidas, Un mundo feliz. El resto no te hace falta. Mira American beauty, Pulp Fiction, Before Sunrise, Cómo ser John Malkovich, Soñadores (de Bertolucci), Hable con ella… Habla con ella. Con él. Con ellos. No te sonrojes nunca. Habla con el mundo y diles que sólo tú llevas razón.
            Cómprate un tocadiscos. Escucha The Smiths, Janis Joplin, Nina Simone, Radiohead, Muse… Huye de la radiofórmula como de la peste. Sé egoísta. De verdad, no mires a nadie.
            No hagas la comunión. Si la haces, escupe la hostia y písala delante del cura. No creas que si estudias mucho, llegarás más lejos. Llegarás al mismo sitio con la mitad del esfuerzo. Ten fe en ti mismo. Y tranquilo, todo llegará: los amigos, las mujeres, la universidad, la literatura.
            No toques la trompeta. Eres un negado, y lo sabes. Pasa de ella. Inténtalo con la guitarra.Un día conquistarás el mundo. Te quiero,


Jose

lamusique

No podría vivir sin

eveybody's gotta learn sometimes

Un libro

Un libro
Un saco de huesos, Stephen King