And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.

lunes, 31 de enero de 2011

Escritores III

Desde que escribo soy exhibicionista. Tengo diarrea verbal y literaria: no puedo contener lo que produzco.
Hay estadísticas que dicen algo así como que el 20% de los lectores escriben (sí, me he inventado el dato, qué más da). La cuestión es que cuando leí la noticia, me impresionó. No es nada nuevo que el ochenta por ciento de los lectores de poesía sean poetas. Con la narrativa, por suerte, las cifras son más alentadoras. De la ¿gran? cantidad de lectores de novelas o cuentos, sólo una pequeña parte escribe además. En cualquier caso, sigue siendo una cifra muy alta, y uno no tiene más que preguntarse cómo la industria no ha sucumbido aún. Y es que de la gente que escribe, muy pocos enseñan su obra.
Yo es algo que no entiendo. También me dijo un amigo escritor (aficionado, pero un escritor excelente) que en un Congreso o unas Jornadas o algo de eso habían llegado a la conclusión de que un bloguero, por ejemplo, es un escritor. Igual no ha publicado un libro, pero publica su obra en otro medio, ergo es escritor. Lo que yo no entiendo es escribir para guardarlo en un cajón. Imaginen que Shakespeare, Cervantes, Bukowski o Mary Shelley hubieran sido de natural vergonzosos. O tímidos, íntimos, llámalo como quieras. Imaginadlo. La historia se habría perdido grandísimas obras maestras que han definido el curso de la literatura como la conocemos. Hay un escritor español muy, muy bueno que se llama José Carlos Somoza e hizo una reflexión al respecto que he citado en más de una ocasión:
Sin embargo, no creo que sea posible concebir exterminio más absoluto para un escritor que la destrucción de su obra. Me pregunto cuántas criaturas anónimas lograron cumplir el deseo de inmolación final que Kafka pidió a su amigo Max Brod (quemar todos sus manuscritos). Para bien del mundo, Brod desobedeció. Pero ¿cuántos escritores (porque escritor es el que escribe) tuvieron amigos más leales, o más idiotas, o menos intuitivos? ¿Existieron, acaso, Ilíadas que se disolvieron en la nada, Hamlets que el mundo no conocerá, Búsquedas del tiempo perdido irremisiblemente perdidas? Nada nos asegura que aquello que queda sea lo único que ha habido. Nada nos dice que aquello que no se suicida sea lo único que merecía vivir. Las papeleras (y las hogueras) tienen su propia, innumerable, terrible biblioteca de olvidos arrugados que nadie leyó ni leerá, y allí se quedan.
¿Tiene el derecho de llamarse escritor quien no ofrece su obra al público? ¿Sería El Quijote siendo una obra maestra si Cervantes la hubiese mandado guardar bajo llave en un cajón hasta que se la comieron los ratones? La respuesta es evidente: NO. No porque no siguiera siendo igual de genial, sino por el hecho de que no habría cambiado la vida de nadie, ni marcado ningún estándar a seguir, ni se estudiaría ni se leería. Y aún así, existió, que es lo más triste. ¿Cuántas maravillas de este calibre se habrá perdido el hombre a lo largo de los siglos? Nunca lo sabremos.
Por eso animo a quienes se llaman escritores a imprimir sus cuentos y pasarlos entre los compañeros de clase o curro, o que se abran un blog y ofrezcan su don al resto del mundo, a que prueben suerte en certámenes, a que envíen cosas a editoriales. En definitiva, a que crean en sus opciones.
Creer es querer es poder.


domingo, 30 de enero de 2011

Escritores II

Comenzó entonces la alimentación, fase crucial en la formación de todo escritor que se precie. Recuerdo las listas interminables de recomendaciones que nos daban año tras año los escritores que conocimos: desde Emilia Pardo Bazán a J.L.Borges, había que leerlo todo. Por supuesto, la relación con otros escritores era indispensable. Conocer a Clara Sánchez (Premio Nadal 2010), Juan Cobos Wilkins (un poeta excelente y sensibilísimo), Elena Medel, Espido Freire, Pablo García Casado, Fernando Iwasaki, María Rosal, Mario Cuenca Sandoval. Madurar y poder hablar con ellos de tú a tú (siempre con la cabeza un poco gacha, aún aterra mirar a los ojos a estos maravillosos ejemplos de escritores). Encontrarlos en prensa y televisión, en las bibliotecas y pensar: yo lo conozco, yo compartí mesa con él. Coincidir con ellos en actos literarios de diversa naturaleza, presentaciones de libros, mesas redondas, jornadas, charlas... mantener la relación gracias a las nuevas tecnologías y hacerles caso siempre. Gracias a ellos leí La metamorfosis de Kafka y El extranjero de Camus para sentar los cimientos. A estos les seguirían de todo, lo más granado de nuestra literarura (Cortázar, Borges, Bolaño, Bolaño, Bolaño, Aleixandre, Lorca, Cela, Ángel González), clásicos eternos (Capote, Harper Lee, Hemingway, Bukowski, Poe, Kerouac...). Y es que en el eclecticismo de estos escritores que conocíamos poco a poco reside el eclecticismo de nuestra propuesta o literatura. Nos lo hemos bebido todo, nos gustara o no, porque a veces hay que hacer cosas que no nos gustan, y obligarnos a entender qué hace tan especial La metamorfosis de Kafka cuando se trata de un relato tan simple en apariencia. Y, claro está, conocidos los clásicos no nos quedaba más que descubrir a los contemporáneos. Libros que nos han marcado porque son tan buenos que tenemos que pedir por favor que paren:

-La carretera, Cormac McCarthy.
-La ofensa y Derrumbe, Ricardo Menéndez Salmón.
-Las afueras, Pablo García Casado.
-El curioso incidente del perro a medianoche, Mark Haddon.
-Las moras agraces, Carmen Jodra.
-La lluvia amarilla, Julio Llamazares.
-Una palabra tuya, Elvira Lindo.
-La flaqueza del bolchevique, Lorenzo Silva.
-2666, Roberto Bolaño.
-El viajero del siglo, Andrés Neuman.

Esos son sólo algunos. Luego te das cuenta, como comentaba, de lo pequeño que es el mundo de la literatura. Por ejemplo, cuando conocí a Fernando Iwasaki, un cuentista maravilloso, me tocó mucho el hecho de que él hubiera conocido a Roberto Bolaño, tan de moda ahora, y un clásico instantáneo en cuanto lo leí para mí. Pensé: qué bien, estoy hablando con un hombre que conoció a uno de mis ídolos. Hablaron juntos de literatura, seguro. De buena literatura. Ellos instauraron la buena literatura juntos. Pero todo es más pequeño. Una de las voces literarias que suenan con más fuerza últimamente es la de Andrés Neuman, otro narrador excepcional; pues bien, un día cogí en la librería uno de sus libros, y había en él unas palabras de Bolaño ensalzándolo como una de las promesas de la literatura en español, y me maravilló eso, y por eso compré el libro. Pero qué gracioso, pues Andrés Neuman era profesor en mi Universidad, la Universidad de Granada, aunque yo no lo sabía; lo veía demasiado joven, quizá. Y bien, un día vino Fernando Iwasaki a presentar su último libro a Granada, y en la presentación estaba ahí Andrés, y fue así como lo conocí. Y cinco o seis meses más tarde estaba compartiendo mesa redonda sobre literatura con él. Casi nada. Yo no había publicado nada aún ese frío diciembre de 2009, pero recuerdo que Fernando me presentó como un escritor que pronto sacaría un libro al mercado. Y así fue. Cuatro, cinco meses más tarde, coincidiendo con la mesa redonda, ahí estaba mi libro.
Tampoco quiero que nadie se engañe. Conocer gente en este mundo es importantísimo, por supuesto, pero también es esencial tener talento. Sin talento, tal vez publiques algo, pero no trascenderás. Ahora mismo la esperanza de cualquier escritor novel o desconocido son los numerosos certámenes literarios que se convocan anualmente en España.
Afortunadamente, aposté y gané.


sábado, 29 de enero de 2011

Escritores I

He conocido en mi vida muchísimos escritores. Escritores importantes, aficionados a la escritura, escritores noveles, consagrados, cómicos, dramáticos, poetas, narradores.
A raíz de la publicación del libro, además, comencé a entrar en el círculo literario y a ver cómo todos se conocen, todos se leen, todos se critican y publicitan... Yo comencé en esto de la escritura en casa, en mi pueblo, en tardes eternas de aburrimiento en las que leía demasiado, sin criterio, sin parar, sin analizar. Más adelante descubrí el "maravilloso" mundo de los best-sellers: tenía 12, 14, 16 años, no me lo tengan demasiado en cuenta. En cualquier caso, fue también en ese periodo cuando empecé a escribir 'en serio', como lo llamo yo. Comencé por lo fácil: relatos y cuentos. Tenía una idea, generalmente el inicio y el desenlace de una historia; por lo demás, sólo tenía que ir atando cabos para crear el nudo o desarrollo. Era rápido y fácil. No obstante, un día comencé un relato para clase de Lengua sin final definido, así que tuve que continuar por la presión de amigos (mis primeros críticos, y los más benevolentes). Desgraciada o afortunadamente, ese cuento de misterio en el Bagdad de la Edad Media dio lugar a una mitología propia con conspiraciones, personajes reales que conocían a otros ficticios, tramas locas, situaciones inverosímiles y un trabajo de investigación cuanto menos, sonrojante. Pero la escribí, ocupó varios años de mi vida y le di un cierre definitivo. Fue mi primer paso importante en el mundo de la literatura. Para que os hagáis una idea, el protagonista se llamaba Brian Edward Hyde.
Luego, con el cambio de ciudad, de ocupación y la llegada de Internet desarrollé mi faceta de cuentacuentos o relator gracias a una iniciativa que permitía a quien quisiera escribir cientos de cuentos en su blog, El Cuentacuentos. Fue también este lugar mi primer contacto con escritores serios o que llevaban esto de escribir más allá del mero hobby. Aprendí a escribir en esta comunidad, a tener cierta disciplina, a probar distintos puntos de vista, recursos narrativos muy diferentes entre sí, personajes opuestos... Una escuela excelente. Escribí semana tras semana una novela corta titulada Si llueve.... Entonces llegó la revolución. Debido a mi flirteo con diversos certámenes literarios, me ofrecieron la oportunidad de asistir a una escuela de escritores noveles en verano. La escuela duraba una semana y teníamos profesoras escritoras de verdad: Marina Mayoral y Aurora Luque; una para narrativa, otra para poesía. Y éramos treinta noveles de entre catorce y diecinueve años, nos bebíamos la literatura, el cine, la música y la vida.
Éramos inocentes y creíamos en los libros.

sábado, 22 de enero de 2011

Un año después

Todos los años, desde hace tres años, el 21-22 de enero escribo este mismo post. Así lo hice el año pasado, y el anterior, y el anterior. No sé muy bien cómo surgió la idea de adivinar el futuro, sólo que jugué a ser Dios y quedó en agua de borrajas. Un año más, no me han llamado para comunicarme que he ganado un certamen literario, ni he despertado acompañado (es más, el frío está de un vacío estremecedor…); un año más, decía, la resolución de los premios literarios del Pacto Andaluz por el Libro se adelantan a diciembre, y no hay a estas alturas grandes cosas que celebrar. Por si fuera poco, este año no tengo Internet, aunque visto lo visto tengo una memoria de elefante para hechos tan inútiles.

A pesar de todo, la vida es bonita. Ayer, tras seis años en la mágica Granada, descubrí una tienda de libros usados. A estas alturas… Me compré cuatro del tirón, fui a la biblioteca y descubrí otras sorpresas que me hacen seguir día a día. Por la noche fui de concierto al Planta Baja: L.A. en directo son geniales aunque el sonido y la acústica no ayuden. Y bueno, aquí estoy, y parece que a los veintitrés empiezo a adivinar mejor el futuro. Ya que el año pasado me mojé menos (no me veía tan en el extranjero, pero ni mucho menos haciendo un Máster), he adivinado más. Paradójico, verdad.

Aquí estoy, rodeado de libros a medio leer y planes grandilocuentes, como siempre, y grandes responsabilidades y grandes esperanzas. Digamos que en un año me veo en una habitación enmoquetada, en un país de habla inglesa (que sea Australia, que sea Australia), en una cama cualquiera de otro vacío cualquiera. Solo, una vez más. Escucharé entonces otra música, tendré otro aspecto, puede que otros intereses, pero esa mañana de domingo no jugaré a adivinarme, porque este blog habrá muerto por entonces. Sí, despertaré solo. Sí, será domingo. Sí, estaré lejos de casa con más libros a medio leer e historias por cazar en mi cabeza. ¿Y qué? Nihilismo puro, nada de esto tiene razón de ser.

 
Entonces, y sólo entonces, insisto, me compraría una casa con porche y te secuestraría hasta que te pudiera el síndrome de Estocolmo...

domingo, 16 de enero de 2011

this is it

Supongo que ha llegado el casi fin




HASTA SIEMPRE

miércoles, 5 de enero de 2011

Zapping de 2010

Efectivamente, la reina de los memes trae un nuevo meme que voy a hacer antes de que se me pase el momento idóneo que es ahora, cuando todo está relativamente fresco.


Tu favorita. Drama, In Treatment. Comedia, 30 Rock.
La nueva serie que recomiendas: Treme sin lugar a dudas. Es música negra y realidad, cuenta con John Goodman y un reparto maravilloso por la veracidad que respira todo. Y Nueva Orleans hecha barro. Y lo que se viene... ¡Qué música!
Momento WTF. Sookie es un hada, ¡una puta hada! Claro que toda True Blood es un continuo WTF. O el final de la 4ª de Skins. Ay, madre...
La que no pensaste que te gustaría: Raising Hope sencillamente porque las comedias son difíciles, no empatizo mucho con ellas, y un My name is Earl 2.0 no me parecía nada del otro mundo, pero tiene lo suyo. También tuve prejuicios con The Big C y me enamoró hasta la médula.
La que ha perdido fuelle. Weeds: la abandoné al principio de la temporada porque no me gusta que todos sus episodios se limiten a la resolución del cliffhanger final y absurdo, media hora de personajes dando bandazos y otro cliffhanger final. Y otro. Y otro. También ha perdido fuelle Glee: le falta la mala baba de Popular (¡grande entre las grandes!) o se convertirá en HSM. Y Modern family: nunca me ha hecho especial gracia, pero esta temporada está siendo de un soso...
Un maromo: cualquiera de True blood, cualquiera de Skins o Jesse de In treatment por su fragilidad, porque es un personaje magistral, porque sí...
La que ha remontado: no sé si remontó o no, pero lo cierto es que la tercera de In treatment suponía el mayor desafío hasta la fecha y la situación en que hemos visto a Paul Preston ha valido la pena. Muy grande. Misfits también ha vuelto bigger and better.
#yoconfieso que me he tragado TODAS las temporadas de un reality estadounidense, Top Chef, que casi lloré con el episodio de Van Gogh con el Docta y que no me río con Modern family.
La miniserie: no he visto ninguna, creo. Si lo he hecho, no lo recuerdo. Tengamos en cuenta Queer as folk UK como miniserie buenísima o la ¿decepcionante? The walking dead.
Tú sobras: Todas las tramas secundarias de Dexter. Laguerta y compañía me la sudan. Sólo me interesan Dexter y Lumen, ni siquiera su fucking hermana.
La que todo el mundo adora y tú no: Modern family. No me hace prácticamente gracia. Me río muchísimo más con HIMYM, TBBT o las Chicas Gilmore. Qué pesada la dichosa familia. No aguanto Boardwalk Empire: lo siento, no es lo mío el drama "de época".
La que dejaste y ahora te arrepientes: No me arrepiento de haber dejado ninguna. Me arrepiento de no haber dejado más.
Una guest star: No diré yo también Lumen en Dexter por mucho que sea lo que más me ha gustado de la serie. Me quedo con el único motivo por el cual veo The Big Bang Theory: Amy Farrah Fowler. Mayim Bialik recupera así el trono que le pertenecía desde Blossom en el Olimpo televisivo.Sigourne Sibide en The Big C: me encanta la inocencia que derrocha.
La cansina: Dexter y Boardwalk Empire. Que no son tan buenas, joder. No son para tanto. No le llegan a la mierda de la suela del zapato de Six Feet Under, por ejemplo. No entiendo tanta sobreexposición. Lo de Glee es ya de juzgado de guardia.
La que debería haber terminado: Procedimentales del tipo CSI, House (hacía gracia las dos, tres primeras temporadasa), Weeds (con un final digno)...
La del maratón: Las chicas Gilmore y Top Chef. Algo enfermizo lo mío...
Nunca digas nunca jamás: Dexter. A pesar de que nunca ha sido de mis favoritas, me obligué a ver la cuarta y quinta, y menos mal, porque Lumen bien valía todo mi sacrificio. The Big C: una de las grandes del año por muy lacrimógena, tramposa o como queráis que sea, y al principio no me convencía...
La que has abandonado: Hay unas cuantas. Las más sonadas, Boardwalk Empire, V, No ordinary Family, Weeds (ya no la aguanto; demasiado despiporre).
La cancelación que has maldecido: Llego algo tarde, pero me sigue doliendo el adiós de Urgencias, y maldecir, habré maldecido la cancelación definitiva de Medium, la única procedimental menos procedimental de la Historia que me he dignado a ver.
El gran cliffhanger: ¿Ha habido alguno? No para mí.
Esa pareja que te ha hecho reír: Lily y Marshall me hacen reír muchísimo, cierto. Cómo no, también Sheldon Cooper y su "amiga" Amy Farrah Fowler
This is reality television: Top Chef. Esta cocina es un infierno en Neox y Extreme Makeover en MTV. Lo sé, soy lo peor  xD
Una season premiere: [copiapega de MrMcGuffin] La de la quinta temporada de Doctor Who; trepidante, divertida y una gran presentación tanto del 11º Doctor como de Amy Pond, su nueva acompañante.
Un episodio que viste al borde del sofá: La finale de la quinta de Doctor Who cuando se abre la Pandorica. Perfecta. Y el finalísimo de Lost.
Una fémina: Amy Pond, porque creía que después de las últimas companions de Doctor Who sería incapaz de enamorarme de nuevo de otra compañera, pero en la season premiere de la quinta todos nos enamoramos de esta pelirroja  :) También Naomi o Effy de Skins, que tienen un morbazo.
El mejor episodio navideño: Creo que este último de Doctor Who por su maravilla narrativa de mezclar tiempos y memoria y atmósferas con peces voladores. Maravilloso, como toda la serie.
La que más esperas de 2011: Probablemente, Mt Sunshine. El hype de las demás me la pela. Quiero ver a Matthew Perry en televisión de nuevo. Y a Alison Janney, después de su descacharrante aparición en la peli Away we go (muy recomendable, bytheway)

lunes, 3 de enero de 2011

Despropósitos


Si recordáis bien, el año pasado, nada más comenzar el año, me propuse varios objetivos a cumplir. Naturalmente (y esto era bastante evidente desde ese momento) no he cumplido todos. No obstante, sí los más importantes:
-Acabar la carrera.
-Publicar un libro.
-Pasar una semana entre Swansea y Londres: exactamente no fue así, pero estuve tres semanas en Bristol, durante las cuales visité Swansea y Londres.
-Raparme: lo hice. Mucho.
-Ir a Sevilla de sorpresa: sorpresa para mi familia, que no sabía nada. Varias escapadas.
-Subir una vez al mes al Mirador de San Nicolás: incluso a las dos de la mañana.
-Viajar, viajar, viajar: se trata 2010 del año en que más he viajado.
-Proyectar mi futuro como escritor: también ha sido el año en que más he desarrollado esta faceta.
-Hacer diez buenos amigos: no sé, mi familia de Bristol, Janelle, erasmusitos a porrillo... además de toda la gente interesantísima que he conocido, en su mayoría escritores.
Vale que no he hecho nada de ejercicio, ni he encontrado trabajo, ni he dicho la verdad a la gente que quiero siempre (aunque he dicho que los quiero con bastante frecuencia), ni he leído veinte libros propiamente dichos (muchos trozos de, muchos empezados y abandonados, aunque... puede que éste sí), ni he ahorrado... pero creo que he sabido mantenerme fiel a mis principios, que los tengo, y he crecido como persona y ahora tengo más motivos para sonreír.
        Así pues, este año vuelvo a proponerme nuevos propósitos (o algunos repetidos) para saber si soy capaz de seguir creciendo a este ritmo. Veamos:

...publicar algún libro de poesía
...escribir Queridos niños
...ir a un festival de música
...irme a vivir un tiempo al extranjero
...cambiar este blog, finiquitarlo y parir una web en condiciones
...ir a Barcelona
...hacerme un tatuaje
...leer otros viente libros (ya estoy con El viejo y el mar)
...rodar un corto
...subir a San Nicolás una vez al mes mientras siga en Granada
...graffitear ciudades; arte urbano; Banksy
...aprender una nueva receta estrella (como mi pollo en escabeche o mis pechugas al Roquefort)
...enamorarme (esta vez, sí)

2010 on FB

lamusique

No podría vivir sin

eveybody's gotta learn sometimes

Un libro

Un libro
Un saco de huesos, Stephen King