Los muertos, muertos están.
He pensado de todo en este tiempo: que cómo lo iba a permitir, que fui un cobarde por dejar morir el blog. Que qué va a ser de mí, que igual me quedan cosas por decir. Siempre quedan cosas por decir.
Había preparado la magia negra de todo el mundo. Guardaba en frascos varios mi propio semen, mi propia sangre, mi propia saliva. Tenía el corazón más negro de tres serpientes y un perro que sacrificar. Estaba a punto de resucitar al viejo Brian Edward Hyde. Entonces me dije que de qué servía, que ya estaba bien, que los muertos, muertos están.
Y que era hora de dar la cara, de renacer en otro lugar, otro Tiempo. En otra casa. Por eso, hoy cojo el hatillo y me mudo a otro sitio. Os espero lejos, en esta dirección:
1 comentario:
Siempre nos queda el recuerdo ¿no?
Dejalo morir, pero no borres los recuerdos que de tanto en tanto vengo a revisarlos...je.
Yas.
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