And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.

viernes, 31 de diciembre de 2010

El año que lo cambió todo

Ahora que se acaba el fin del blog y de este ciclo, qué menos que aferrarse a las viejas costumbres, y hacer recuento de un año ya se convierte en tradición. Se va el mejor año de la Historia y no quiero despedirme...
El escritor
Me gustaba 2010 por ser un año tan par, tan redondo, por el cero, porque me daba buena espina.
            A los días de comenzar el año me dijeron la que ha sido la noticia de mi vida: me publicaban mi primera novela. Con 22 años.
           Así, no podía comenzar 2010 de mejor modo. Los nervios, las entrevistas, los e-mails a la editorial, a los medios, a los colegas escritores. Pero no me conformé con ello. Seguían llamándome para colaborar en según qué foro, según qué mesa redonda, según qué antología. Por mi parte, procuraba lanzar junto a algunos amigos (excelentes escritores, mejores autores que yo) una revista cultural para jóvenes, La cuerva. Hoy es 31 de diciembre y, pese a todo, no ha nacido aún. Lo hará pronto, estamos convencidos, y habrá certámenes y colaboraciones especiales y monográficos sobre el arte español, sobre el suicidio, sobre la mujer, los niños, sobre mil cosas. En enero, con suerte, romperá nuestra pájara el cascarón.
Además, entré a formar parte en Nocte, la Asociación Española de Escritores de Terror. Amplié mi colaboración en Cinempatía (más escueta, desde luego) con los chicos de Gazeta20 en cine y literatura. Cubrí varios festivales de cine más.
He escrito en 2010 un nuevo poemario que me llevó más o menos tiempo del previsto, aún no lo sé. Por si fuera poco, me llamaron hace unas semanas de una editorial de Madrid para decirme que están interesados en publicar mi primer poemario. Asimismo, he ido colocando poemas por ahí este año para tratar de hacerme un nombre:
        -Revista The Scrambler 1 y 2 
        -Antología Y para qué + poetas
Pero lo mejor de todo es que en narrativa no me quedé atrás y supe aprovechar el empujón de Nocte para entrar en varias antologías de lo más terroríficas (y las que están por venir. Os recomiendo encarecidamente ésta de fantasmas con mi relato "El después" o ésta, tan navideña y terrorífica, desasosegante ella (y GRATIS).
Aprovecho este límite, este ni hoy ni mañana para anunciar a bombo y platillo nuevo proyecto para 2011: la novela Queridos niños. Que aproveche.
Bueno, todo eso y El último mono, edición limitadísima a disposición de todo el mundo.

Cosas güenas
Como todos los años, éste ha dejado cosas buenas en materia de cine, televisión y literatura. Me he leído varios libros, mejores y peores, Saramago, Stephen King, algunas joyas que me han dejado loco desde entonces, como Matar un ruiseñor. Se trata de una novela sobresaliente, preciosa, perfecta. Cortita, necesaria y útil. También he procurado leer algo de poesía, y estoy la mar de contento con mis progresos en esta materia. Uno de mis libros preferidos es el primer poemario de un amigo: Turismo de interior de Cristian Alcaraz es un libro fresco, atrevido, nocivo, trascendente, intrascendente... es como Skins hecha poesía. También conozco a Mario Cuenca Sandoval, autor de El libro de los hundidos, maravilloso en un plano diametralmente opuesto. Porque demuestra que es posible hacer poesía de la tragedia. En este caso, sería como Treme convertida en poesía.
         Y es que parece que la ficción televisiva no decae ningún año. Éste ha sido el año de 30 Rock, de vérmela entera y enamorarme de su humor absurdo y personajes idiotizados. Descacharrante. Cómo no, el año de Skins y Misfits, que si bien han tenido unas últimas temporadas algo deslucidas, se mantienen por encima de la media televisiva. Russell T. Davies nos demostró que en sus manos Doctor Who tiene vida para rato, y la quinta temporada fue tan mágica como las anteriores. Y Amy Pond es un dulce de personaje, y el primer capítulo de la temporada nos hizo enamorarnos de los dos nuevos protagonistas. Reccuerdo con especial cariño los episodios con Vincent Van Gogh y la música de la serie: una maravilla. El resto de excelencias, cómo no, de HBO: Treme (para mí, el estreno del año con diferencia), Boardwalk no la vi porque el género no va conmigo y no me enganchó su piloto, y la tercera de In treatment, que ha estado a la altura de las dos originales y ha sabido ponerle el broche de platino a la historia de Paul Weston. Qué pena que haya acabado... Bueno, otro de los descubrimientos que me hizo desconfiar al principio fue The Big C, aunque el tramo final de temporada la redimió y nos enamoró del personaje de Laura Linney.
       En otro orden de cosas, sin ser perfectas me han gustado bastante HIMYM (tras las temporadas tan flojas que traía) y TBBT gracias principalmente a Blossom Amy Farrah Fowler, que es capaz de hacerle sombra al mismísimo Sheldon Cooper. Las demás comedias ni fu ni fa excepto Las chicas Gilmore, serie que he descubierto a estas alturas y se merece mi SOBRESALIENTE. Dexter, en drama, nunca ha sido tan grande como nos han hecho creer, pero el regalo de Lumen bien se merecía toda la temporada. A grandes rasgos, creo que el año no me ha aportado mucho más televisivamente hablando salvo mi enganche a Top Chef, un reality estadounidense de cocina. Altamente recomendable y adictivo.
Cine, cine, cine. Siempre veo muchas películas, unas mejores que otras. La mejor película de 2010 es, con diferencia, Toy Story 3. Es sencillamente PERFECTA. Sus héroes, sus villanos, sus lecturas, su cinematografía, su todo. También por ser el final a los muñecos y juguetes que nos acompañan desde que éramos mocosos. Mi cita anual con Sam Mendes (lo reconozco: soy un mitómano) nos dejó una comedia de bajo presupuesto y contenido muy intenso sobre la paternidad, el sentido de la vida en pareja y la formación de una familia. Sin duda, Away we go demuestra que Mendes da en el clavo con todas sus propuestas; una película que deja un poso muy escondido en el pecho de lenta digestión. Y Rubber, por lo rara que es. También Inception, que vi en Bristol, aunque de Nolan siempre me quedaré con Memento. Y esa maravilla de Polanski que es El escritor (fantasma), y Haneke, Ciudad de Vida y Muerte, Balada Triste de Trompeta y el resto de carne de festival. Incluso Enterrado o Pájaros de papel en cine español. Hay mucho cine y bueno si se sabe buscar. Y documentales; miles de documentales, cienes de documentales imprescindibles:
-La leyenda del tiempo
-The cove
-Young at heart
-Exit through the gift shop
-Man on wire
-Océanos
-I'm still here
-El sol del membrillo
Para acabar, me gustaría señalar que también me he atrevido por primera vez "en serio" con el mundo del cómic. He disfrutado como un crío con las desventuras de Buffy y su gang en la octava temporada de la serie escrita por Joss Whedon y sus colaboradores en una línea que no convencerá a todos, pero también permite muchas más posibilidades narrativas que el medio televisivo. Este cómic me llevó a otro de Joss Whedon, concretamente a Astonishing X-Men, donde el autor trataba de relanzar la franquicia de la Pandilla Mutante por excelencia. De ahí me lancé a algo diametralmente distinto como es Predicador, del que todos hablaban tan bien y que, cierto, está muy bien. Inmerso en el universo peterpanesco me dejé caer por la aventuras erótico-festivas de Lost girls, donde un joven Frank Miller se atrevía a sexualizar cuentos clásicos como Cenicienta, Alicia en el País de las Maravillas o Peter Pan. Cuanto menos, curioso.
Los que quedan
Hablamos cuando acaba el año de los que se van, pero ¿y los que se quedan? ¿Y los que nos quedamos? ¿Cómo suplimos sus huecos, sus adioses, su nunca jamás? Porque ya se fue Salinger y no habrá Salinger y Holden Caulfield estará huérfano por mucho que todos nos empeñemos en adoptarlo. Y ya nadie le cantará a la Alhambra ni la soñará como Morente ni le hará justicia a Lorca... Y nadie nos abrirá los ojos al mundo como lo hacía Saramago. Y Berlanga. Y Alexandre. Y Delibes, Labordeta, el humor blanco de Nielsen... Y mi tía. Mi tía Carmen. Mi tía Carmen querida. Mi tía Carmen que, hace un año, dijo en el brindis de Nochevieja que era su último año, no sé si medio en broma o en serio, pero lo dijo y desde entonces no he logrado olvidarlo. No digáis esas cosas nunca, por favor, o los que se queden las recordarán de por vida y ningún año la vida volverá a saber igual ni a mí me apetecerá comerme las uvas. Mi tía Carmen. Me encargaron a mí escribir su epitafio: No soy madre y os dejo huérfanos. No soy Dios y os dejo perdidos. Yo seré la lluvia que empape vuestros días. Sigue la lluvia y sigue ella empapando los días y las noches y cada pequeña batalla ganada o perdida. Y así seguirá siempre.

Música de todos los colores y formas
He ido a muchos conciertos este año. O no a muchos, pero sí importantes. Por ejemplo, al de Ismael Serrano en Granada. Tuve la opción de conocerlo después y cruzar unas palabras: de mayor, quiero ser como él. Muy muy majo. También fue estupendo volver a ver a Carlos Siles en concierto; aún más, compartir noche con él. De lujo, esperamos grandes cosas de él. Y el concierto del año, que será sin duda el de Muse en el Vicente Calderón, donde coincidí al fin en carne y hueso con Mun (más maja que na) y lo pasamos bomba. Fue, si mal no recuerdo, un viaje suicida a Madrid, pero valió la pena.
Cómo no, los dos de Tulsa, el primero algo apagado como teloneros de Magic Band y el segundo grande, grande, con Miren Iza al 100% en el papel. Valió mucho la pena, tanto como el directazo de Lori Meyers que pude disfrutar junto a David, casi sin preparar nada. Y los múltiples y gratuitos conciertos al aire libre en Bristol, y Micah P. Hinson hace unas semanas en PlantaBaja, y todos los conciertos en la Tertu (BBC, Elena Bugedo, Fede, Bruno...). Música de muchos colores y formas. Sólo falta apuntarme de una vez a un festival con alguien. ¿Os animáis?
Por no obviar mis obsesiones con Nina Simone, Bebe, Amy Winehouse y Miren Iza, que han ocupado el 80% de mi año. Nina. Ay, gran Nina Simone...


Viajas a tierras profanas y haces nuevas familias, y nuevas paces y nuevas perspectivas
En pocas palabras, 2010 ha sido un año para resumir con muchas palabras. Donde siempre estarán La traición de Wendy, Muse, Ismael Serrano, Córdoba, Sevilla, Huelva, Jaén, Madrid, Bristol, Londres, Swansea, los amigos: mi piña en rodajas, David, Mj, Ruth, Eleanor, Silvia, Aarón, Iñaki, María... La cuerva. También fue el año en que Raquel me pidió que me olvidara de ella, que ya no fuéramos más amigos, que bueno, que el 1 de enero es su cumpleaños y ya hace un año que no hablamos, y hoy mismo he borrado su número del móvil (también el de Swansea) y me he empezado a olvidar para siempre de ella. Punto final.
Como veis, un año de altibajos donde priman las cosas buenas, un año donde cumplí gran parte de los propósitos de año nuevo (si es que sirve de algo eso). Un año de viajes, de gente interesante, de amigos nuevos y eternos, de recuerdos memorables y olvidos ejemplares. El año del koala y de las esperanzas puestas en el futuro. Un año que ojalá no acabara, pero también un año de cambios que tenía que suceder y dejarme con la incertidumbre de este 2011 que me huele a desconfianza. Pronto, propósitos para 2011...

El año del rapado y de Silvia en todas las esquinas de mi vida. Gracias

domingo, 26 de diciembre de 2010

Balada triste de trompeta

EL AUTOR QUE NECESITABA EL CINE ESPAÑOL


Balada triste de trompeta es la película española (y no española) más personal que he visto en mucho tiempo. Álex de la Iglesia nos demuestra por qué esa legión de seguidores y detractores. Sus excesos, sus personajes pasados de rosca, sus repartos estrafalarios y su buen hacer ya han dejado un puñado de buenas películas (El día de la bestia, La comunidad, Crimen ferpecto…). Balada triste pasa a engrosar esta lista en un lugar preferente.
            Hace poco, este mismo año, Emilio Aragón nos trajo una buena película sobre la vida de unos cómicos (entrañables Imanol Arias y Lluis Homar) en pleno conflicto civil en Pájaros de papel. Curiosamente, la nueva cinta de De la Iglesia nos coloca en un punto de partida bastante similar. Su potente prólogo cuenta cómo los miembros de un circo son reclutados para luchar a la fuerza, y el horror de la guerra y la venganza. Hablamos de venganza y es inevitable mencionar Kill Bill, y hablamos de Tarantino y es imposible obviar Malditos bastardos. Porque ambas películas se parecen mucho, muchísimo.
            La historia de un circo y de dos payasos peleados por una mujer en pleno Tardofranquismo, el ambiente social y político enrarecido, un país enfrentado y violencia a los límites de la locura. Lo que en Malditos bastardos era una cinta tensísima, en Balada triste de trompeta se convierte en esperpento reflejo de una década horrible a todas luces. El enfrentamiento de Antonio de la Torre y Carlos Areces, por mucho que el bilbaíno se niegue a reconocerlo, despunta como un retrato de las dos Españas de Machado. Y si bien los dos actores se entregan en cuerpo y alma a sus papeles (de la Torre huele a Goya), su trabajo queda deslucido por los excesos artísticos y argumentales del director, así como por la pobre interpretación de la femme fatal Carolina Bang (inexplicablemente descubierta por Álex de la Iglesia en su serie Plutón BRB Nero). Ver al payaso triste Areces es ver de nuevo a los olvidados payasos tristes de La cabina (Antonio Mercero), y da la sensación de que en los últimos años del dictador España consistía tan sólo en una galería poblada por freaks y otras criaturas apagadas.
            Por eso cuesta entender el desvarío narrativo del guión hacia mitad de la película y por qué el director opta por un desarrollo más propio de Francisco Ibáñez que de un director serio o, digamos, melancólico. Porque si bien De la Iglesia mira esos años desde un prisma de horror y escepticismo, se cuela en su trabajo un aire melancólico y familiar que nos habla de ese homenaje a Raphael, presente como recurso de metalenguaje a lo largo de toda la segunda parte de la cinta. Así pues, encontramos un guión lleno de altibajos e incoherencia (incomprensible para quien recuerde Mirindas asesinas, del propio director vasco) frente a imágenes poderosísimas de principio a fin.
            Álex de la Iglesia ha reconocido que ésta es su película más ambiciosa, y puede que dicha ambición le haya costado sus mayores defectos: humor tan negro que podría no entenderse, excesos visuales, personajes caricaturescos, y violencia por violencia. Los aciertos son otra cara de la misma moneda: humor negrísimo, imágenes poderosísimas, violencia gamberra… Y es que sólo un director que arriesgara podría convertir el Valle de los Caídos en la quintaesencia del cine patrio, regalarnos unos de los mejores créditos de nuestro cine y una película llena de ritmo, situaciones disparatadas y una vuelta de tuerca a nuestra Historia que debería contentar a las dos, cinco y mil Españas que existen.
            En pocas palabras, una película descompensada, con un guión mal construido y gran derroche artístico. Una película cuyo mayor defecto es que es un cine tan d’auteur que alguien debía haberle parado los pies al director para frenarlo a veces y conseguir una película excelente y no sólo una de las mejores películas del año.

Nota: 8,5

viernes, 24 de diciembre de 2010

Jou, jou, jou, Feliz Navidad


¿Os gusta la Navidad? ¿En serio? ¿Por algo en concreto? ¿Por estar con la familia? ¿Porque hacéis recuento y echáis la vista atrás y os dais de que un año más nada ha cambiado en vuestras vidas y albergáis la esperanza de que el año que entra suponga toda una revolución? ¿Por la cantidad ingente de comida insalubre? ¿Por el frío? ¿Por la temporada de trabajo en el campo? ¿Por los regalos que nunca llegan como querrías que llegaran? ¿Por los concejales vestidos de Reyes Magos? ¿Por el betún? ¿Por el carbón? ¿Porque ya no sois niños? ¿Porque os gusta comeros una docena de uvas al ritmo de las campanadas? ¿No os gusta bailar con la música del Telediario? ¿Por el gasto de los ahorros de once meses?


pd: en estas fechas tan señaladas, Apenas el 28,1% de los españoles se declara "católico practicante". Los mayores de 60 años, con un 90,4% de creyentes, sustentan la Iglesia 

lunes, 20 de diciembre de 2010

Esta Navidad, voy a regalar libros

Hasta hace poco, no hacía regalos.
            Es decir, me gustaría haberlos hecho, pero no me interesaba demasiado ni estaba en la situación para ello. No obstante, ya en el instituto traté de impresionar a alguna chica regalándole algo: por lo general, un libro. Ahí comenzó el ritual. Pensar en la otra persona, en sus gustos, en los tuyos, en qué podías aportarle tú, qué podía sacar de un libro concreto… Por lo general, un libro bien escogido puede ser el regalo perfecto. No hay nada más personal y, para qué negarlo, ya estamos hartos de colonias y corbatas, ¿no? El hecho de establecer un vínculo tan profundo entre quien regala y quien recibe el regalo debería acabar de convencernos. Llevar a la otra persona a terrenos que tú ya has transitado, presentarle personas que te han cambiado la vida, ponerla entre la espada y la pared, incluso tratar de hacerla mejor persona… A veces he regalado libros por el simple hecho de abrir la mente a otras personas. Entregar una lectura impactante que te haya marcado implica regalar un trocito de ti entre las páginas. Además, no tiene ni por qué ser recién comprado.
            Desde hace un par de años selecciono libros que ya no voy a leer y ocupan espacio en mi biblioteca y los regalo a amigos en ocasiones especiales. Les dejo unas palabras de dedicatoria o recuerdo et voilà, el regalo perfecto. Además, un libro usado, aunque no huele tan maravillosamente bien como uno nuevo, huele a papel curtido, papel con experiencia. Un libro que ha pasado por varias manos y ha visto mundo es una historia ambulante, va recopilando experiencias y enriqueciéndose cada vez más. Es como cuando coges un libro de la biblioteca y encuentras notas al margen, pequeños detalles y correcciones que a ti se te habrían pasado por alto. O citas de otros libros, o direcciones postales, números de teléfono…. y entonces imaginas la cara de quien ha leído ese libro antes que tú y te preguntas qué le motivó a escribir cierto comentario en ese margen de la página.
            Así pues, este año, como los últimos, me he propuesto regalar libros por Navidad. Hasta he creado una página en Facebook que, si bien es inútil, puede servir de punto de encuentro y debate para los amantes de la literatura. Por supuesto, en cuanto tenga la ocasión este año regalaré mi libro. No por vanidad, sino porque estoy convencido de que se trata de una novela que puede gustar a casi todo el mundo. En primer lugar, porque se trata de una historia que todos intuíamos, si no conocíamos ya: Peter Pan y Wendy se despiden en la ventana con la promesa de volver a verse, con la promesa de no crecer. Podría ser un libro infantil, pero no lo es; los niños no lo entenderían. Podría ser una novela de aventuras, pero entonces se trataría de una novela superficial. Hay aventuras, pero también hay amor, mucho amor, amor a chorros. Podría ser una novela cursi, de modo que también tiene miedo como una novela de terror. Y tiene fantasía para los amantes del fantástico, pero también tiene realismo para los puristas; el miedo nace de la verosimilitud. Además, trata temas que experimentan por igual una niña de quince años y un señor de noventa: el miedo a crecer, el amor, el desamor, el miedo a morir, el rencor, las promesas, la literatura que viene como un huracán y nos cambia la vida…
            Por esos motivos y muchos más creo que La traición de Wendy es el perfecto regalo esta Navidad, y si queda algún indeciso le recomiendo que pase por este blog. Porque las historias honestas deben atravesar fronteras, y es preciso que todo el mundo sepa lo que le pasó a Peter Pan tras decir adiós en la ventana. Por eso, esta Navidad regalaré La traición de Wendy.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Hay que ser inmaduros...

Hay que creer en Papá Noel y en los Reyes Magos. Creer en el Ratoncito Pérez y en el amor. Hay que saltar en cada charco y gastar billetes enteros en chucherías. Hay que ir a conciertos donde la gente fuma hierba y bebe litros. Hay que vestir con lo primero que te ofrezca el armario, sin combinar prendas ni mirarse al espejo. No hay que peinarse salvo en situaciones de emergencia. No hay que tener saldo en el móvil. Hay que viajar con una mochila y kilómetros de autobús; hacer autostop. Colarse en el cine en la sala de al lado cuando acaba tu película. Ir a las tiendas a recomendar libros, discos y películas. Hay que acoger animales abandonados y convertir la casa en un refugio. Hay que tener siempre una Biblia cerca (en caso de que se nos acabe la leña) y una lista de cosas por hacer. Hay que posponer las responsabilidades. Hay que reírse de la gente en su cara e insultar cuando venga en gana. Hay que saltar con paracaídas una vez en la vida. Hay que nadar hasta las boyas y dar la vuelta y descansar tumbado en la arena. Hay que follar en las porterías de edificios viejos. Hay que raparse la cabeza o teñirse el pelo verde y azul. Hay que comer chocolate, toneladas de chocolate, infinidad de chocolate. Hay que afeitarse como mucho una vez a la semana. Hay que colgar una pizarra en el salón de casa y escribir ahí versos diversos. Hay que abrazar a desconocidos. Dormir con ellos. Dormir siempre acompañados (no importa de quién). Hay que ser inmaduros.
Hay que ser muy duchos en el arte de vivir.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

En terapia


¿Saben? Necesito escribir. Insisto en necesito. Sin escribir, me ahogo, me hundo, me cuesta respirar… cuando escribo, me olvido del resto.
            Quien me conoce sabe de mi tendencia a convertirme en una montaña rusa emocional, y es bastante evidente en este blog, después de todo mi contenedor de ascos. Todo lo que no me cabe o me quema en la cabeza, lo vomito aquí. Y me siento como nuevo. A veces cuento cosas buenas; otras, malas. Hay veces que incluso terribles. Pero hoy no. Hoy vengo a reivindicar la escritura. Hace dos días tuve una jornada emocionalmente agotadora por la marea de emociones que se sucedieron de repronto. Venía de un fin de semana en el que había estado inexplicablemente enfermo, y me levanté para estudiar. Ayer tuve examen; mañana tengo otro. Total, estaba yo estudiando cuando levanto la vista y veo en la tele a Morente, Enrique. Miro y leo muerte cerebral y se me encoge el pecho. No. No puede ser. Enrique es joven, Enrique es fuerte, Enrique es el legado del genio granaíno. Efectivamente, se nos fue. Iba a comer sin ganas cuando recibí una llamada que me cambiaría el día: un editor de Madrid está interesado en publicar mi primer poemario. Uf. Poesía al fin. Porque con la poesía tengo miedo, aún no me siento poeta, aún no he dejado los restos en un libro de poesía. En narrativa lo he hecho en varias ocasiones, sí, pero no en poesía. Por eso fue un subidón que me tuvo todo el día hasta arriba. Luego me di cuenta de que seguía algo enfermo, no estaba curado del fin de semana, pero quise olvidarlo con el notición. Me fui a clase, y entonces me topé con un nido de cucarachas que creía extinto (lo siento, no se me ocurre un símil más apropiado) y que me provocó náuseas. No por la impresión, qué va, ni mucho menos. Náuseas de asco. Estuve en clase con ganas de vomitar, pensando en el examen del día siguiente, en las cucarachas (hay al menos dos, tal vez tres) y en lo mal que me sentía (te tenías que haber quedado en casa, Jose, aún no te has curado. Ya, pero no puedes faltar a clase o te suspenden la asignatura. Pero estás malo, joder. Venga, no pasa nada, mañana estarás mejor). Luego pensé, me acordé de lo del libro y me llevé la mano al bolsillo y noté el tacto del papel del bueno. Miré la entrada, pensé en el poemario de nuevo (irónicamente, se titula Cuánta pupa) y salí de clase antes de tiempo. Me fui al concierto de Micah P. Hinson y durante una hora y pico se me olvidó el mundo. Así de maravillosa es Granada, el mismo día en que muere Morente puedes ver a Hinson en cocierto. La cuestión es que se me olvidó todo lo malo y, al llegar a casa, sin Internet ni nada, me puse a estudiar y organizar los apuntes y a terminar de releer el último de Harry Potter en inglés. Luego pensé en el poemario, en la posibilidad real de una publicación y me dormí como un bebé.
            Ayer el día fue de nuevo agridulce. Caminando por Granada tenía ganas de llorar por Morente. Lo escuchaba homenajeando a Lorca. No sabéis qué sensación escuchar a Morente por Lorca en las callejuelas del centro de Granada. No lo sabéis. La aurora de Nueva York de su disco Omega. Por eso me duele tanto lo de Enrique, supongo. Por Lorca, que es como si con él volviera a morir un poquito. Yo es que nunca he escuchado flamenco (ni música en general), y a Morente llegué a través de Lorca. Me volvieron a arrastrar hacia él Los Planetas. Granada puede ser y es maravillosa. Luego hice el examen, digo, ni bien ni mal, uno más. Fuera. Ya sólo me quedaba el de mañana. Con eso me fui a casa (eran las 3 de la tarde cuando salí del examen; ya, menuda hora de poner un examen…), pero antes me pasé por Traducción [duele no llamarla mi facultad] para revisar el correo y comprar pan de camino. Miré el correo y encontré algo bueno de nuevo, un anónimo firmado. En realidad, encontré varias cosas buenas: qué tontada, una cosa tan estúpida como el correo electrónico, una sucesión de ceros y unos, te puede alegrar el día. La semana que viene o estas vacaciones os hablaré tranquilamente de los bonitos anónimos. Son algo maravilloso, desde luego. Ya me explicaré: para que tengáis una pista, os diré que me persiguen desde hace algo así como tres años, sí. Algo así, tres años, quizás cuatro.
            Dejé el correo con la pequeña alegría, pero entre que no salí del examen con una sensación maravillosa, me acordé de las cucarachas otra vez y pensé en el examen de mañana, pues me sentí de nuevo por los suelos. Y Morente por todas partes, y “La aurora de Nueva York tiene/cuatro columnas de cieno…”, y un poco de todo. Tenía trabajos que hacer y bastante que estudiar, pero me puse a escribir. Porque era escribir o morir. Y bueno, lo cierto es que estoy contento. Puede decirse que ayer, un día después de la muerte, de la despedida de Enrique, concluí mi segundo poemario. No voy a contar por quincuagésima vez cómo también escribí casi toda La traición de Wendy en una situación de desesperanza y desesperación total, pero os recordaré que necesito escribir. Que cuando las cosas se me ponen feas, yo acabo otro libro y lo celebro por lo grande. Mañana, además, después del examen y la clase tengo un concierto más, en este caso un casi acústico de Zahara, que podré disfrutar como hace prácticamente un año cuando vino por aquí. A ver si mañana consigo la foto con ella (o algo así), que al fin soy libre desde hace mucho tiempo. (Ja, libertad, dice. Ya, todo el trabajo que me echo a las espaldas lo hago desinteresadamente). Pues nada, tendrán que seguir viniendo malas rachas, y cucarachas, y muertes y suspensos para que mi vida prospere. O no. Sólo sé que me lo estoy currando como una bestia, y El abrazo del koala ya está de camino a algún certamen de poesía.
Deseadme suerte.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Adolescentes difíciles y literatura, y tv, cine, y...[II]

CRECER ENTRE LIBROS

El paso de la infancia a la adolescencia tiene más trascendencia psicológica que física, y esto queda plasmado mejor que en cualquier otro ámbito en el arte, en especial en la literatura por la cantidad de dobleces y niveles de estudio y desarrollo de personajes que posibilita. Para hablar del tema y analizar las principales características y cambios que se provocan en las edades más tempranas, he elegido dos obras maestras —esto es indiscutible— de la literatura universal: Matar un ruiseñor de Harper Lee y El guardián entre el centeno de J. D. Salinger.


         La protagonista y narradora de Matar un ruiseñor es Scout Finch, una niña de seis años que vive con su padre Atticus y su hermano Jem ,de nueve años, en el sur de Estados Unidos en plena Depresión. Dado que todo está narrado desde la perspectiva de la niña, los hechos se ven a través del tapiz de la inocencia y, a veces, la incomprensión. Hablamos, además, de una época en la que los niños aún eran niños y no estaban condicionados por la avalancha audiovisual que tergiversa la personalidad infantil en la actualidad. De este modo, los niños se dedican a jugar todo el día en la calle, a conocer a otros niños, a pelear con otros niños, a respetar a sus mayores, a inventar historias para enriquecer la realidad y a ir a la escuela. Scout recibe, así pues, la influencia de su familia y de la escuela. No hay más. Por si fuera poco, vive en un modelo de familia alternativa, ya que su madre murió cuando ella era pequeña y apenas la recuerda. Una familia monoparental de dos hijos durante la primera mitad del siglo veinte era cualquier cosa salvo convencional. El modelo moderno lo adquiere Scout de sus vecinas y de Calpurnia, la criada negra de la casa. Hay otro detalle que hace especial este modelo de familia: en el sur de Estados Unidos, tradicionalmente pobre y poco cultivado, el abogado de un pueblo se ocupa de enseñar a leer, a escribir y otros conocimientos básicos a sus hijos, de modo que cuando llegan al colegio ya conocen los cimientos de toda educación. Hablamos de educación doméstica, práctica bastante extendida en Estados Unidos, principalmente por familias que siguen alguna fe o religión inusitadamente estricta.
         La escuela de la vida y la familia se suman a la escuela del colegio, de la maestra, de la convivencia y la socialización. Scout hace amigos y enemigos, entrevé por primera vez las distintas clases sociales y, por ende, aprende los principios de la tolerancia y el respeto. Y las leyes de la vida: la gente sufre, la gente se pelea, la gente hace las paces y la vida sigue. En concreto, este libro es un caso ejemplar de la indefinición de la personalidad infantil: Scout no conoce aún las convenciones sociales, de modo que si le tiene que preguntar a alguien si es pobre, lo hará sin comprender las consecuencias de sus palabras. Los niños no saben que las palabras son a veces puñales. Y tampoco comprende conceptos como la muerte, el amor y el olvido, y siempre dejará toda decisión difícil en manos de personas experimentadas.
-Good night, Scout. -Good night.
-Good night, Jem. -Good night.
-Jem? - Yes?
-How old was I when Mama died? -Two.
- How old were you? -Six.
- Old as I am now? -Mm-hmm.
- Was Mama pretty? -Mm-hmm.
-Was Mama nice? -Mm-hmm.
-Did you love her? -Yes.
-Did I love her? -Mm-hmm.
-Do you miss her? -Mm-hmm.

Lee, Harper. To Kill a Mockingbird (2002). HarperCollins

         No obstante, la gran lección de la vida la recibe de su padre. Los hermanos Finch sienten admiración por Atticus, cierto, pero con dudas reservadas. Atticus no practica ningún deporte, no sabe cazar, sólo lee y es abogado: como padre, lo cierto es que es bastante decepcionante. A Atticus Finch le encargan la labor de defender a un hombre inocente acusado de violar a una chica. Él es negro; la chica, blanca. Atticus defiende al acusado  sin prejuicio alguno, con una profesionalidad impecable que le vale la desconfianza de los vecinos. Existen dos momentos protagonizados por la pequeña Scout en los que su inocencia, su incapacidad de percibir el mundo con todas sus aristas, nos dan auténticas lecciones de lo que ganamos y perdemos al crecer. Y es que un niño, con sus limitaciones, tiene muchas veces más razón y sensatez que los adultos con sus leyes, sus enseñanzas y sus prejuicios.
J.D. Salinger e hijo
         Harper Lee sólo publicó una novela. En 1960 publicó Matar un ruiseñor, que obtuvo el Pulitzer, y no volvió a publicar nada más. Curiosamente, comparte con J.D. Salinger su reticencia a mostrarse ante los medios tras la publicación de su obra maestra. Salinger, por su parte, publicó en 1951 El guardián entre el centeno, que supuso una auténtica revolución por la imagen “amoral” que daba de los adolescentes, por su lenguaje soez “tratándose como se trataba de literatura juvenil” y por la controversia de su imagen del sexo, el alcohol y las drogas en jóvenes. Ambos libros tuvieron que luchar con la falsa moral estadounidense, que condenaban el contenido de las publicaciones y fueron prohibidos en centros de educación primaria y secundaria. Salinger, fiel a su misantropía, nunca manifestó su opinión al respecto. Siguió publicando cosas, aunque principalmente cuentos y relatos. Ninguna otra novela. Se llegó a dar una situación tan ridícula como que El guardián entre el centeno era a la vez el libro más leído y el más prohibido en los institutos estadounidenses. No obstante, Harper Lee decidió romper su silencio y escribió una carta al consejo de profesores de un instituto donde se había prohibido la lectura de su novela. 
         El guardián entre el centeno, al igual que Matar un ruiseñor, se encuentra narrada desde la perspectiva subjetiva de su protagonista. El joven Holden Caulfield, icono generacional y uno de los personajes mejor construidos de la historia de la literatura, rompe con todas las convenciones sociales que existían hasta la fecha en cuanto a los adolescentes. Holden es malhablado, fuma constantemente, practica sexo y es mal estudiante. Lo tiene todo para ser un antagonista, y sin embargo goza del beneficio del lector gracias a su honestidad y su carisma.
         Holden tiene diecisiete años y la tozudez de la edad. Es cínico y sabe sacarle punta a todas las situaciones, critica a todo el mundo y las clases sociales establecidas. Además, se queja de todo y por todo a todas horas, lo cual lo convierte en un personaje insoportable y genuinamente adolescente. No obstante, aunque podría perpetuar los tópicos de la edad, la relevancia del personaje reside precisamente en que destroza las convenciones que le vienen dadas. Habla como cualquier persona de su edad, y así escribe. Baste su presentación, toda una declaración de intenciones, para conocer algo más de él.

Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco.
Salinger, J.D. El guardián entre el centeno. Alianza Editorial, S.A.
        
         Es curioso que en la novela el único personaje que no parece alienado sea el joven Caulfield, y que además emprenda su particular rebelión contra esos valores sempiternos de tradicionalismo e inamovilidad. Por eso odia a los adultos. No quiere crecer: Holden Caulfield es un Peter Pan moderno. A pesar de todo, actúa a veces como un adulto (fuma, bebe, contrata los servicios de una prostituta) y a veces como un crío (vuelve a casa porque tiene frío y hambre y echa de menos a su familia), es decir, refleja la indefensión e indecisión adolescentes a la perfección. Al contrario que en la mayoría de las narraciones, en El guardián entre el centeno no sucede nada; no surge todo a raíz de un conflicto. Los personajes no cambian. Con todo y eso, funciona, o tal vez por eso mismo, porque no pretende dogmatizar, sino mostrarnos la vida de un muchacho perdido y acomodado que pretende invadir una Nueva York donde los adultos son espectros. ¿Cuáles son los roles sociales de los que bebe Holden? Lo han expulsado de tres institutos, no aguanta a sus compañeros de residencia, ama a algunas chicas y a otras las desprecia, critica a los desconocidos, teme a sus padres (tal vez el único atisbo de conflicto en el libro es que, para no contar a sus padres que lo han expulsado del instituto, decide pasar los tres días antes de las vacaciones por Nueva York a la aventura), sólo respeta a su hermana. Todo lo demás le parece superficial: a su hermano mayor sólo lo envidia porque está independizado en Hollywood, pero critica que haya prostituido su talento como escritor en la fábrica de sueños.
         Si Scout Finch encontraba su principal apoyo en la figura del padre, Holden sólo cree en los niños en lo que parece ser un movimiento a favor de Nunca Jamás como única utopía posible. Al menos hasta que siente la cabeza. Y es que si hay algo que humaniza profundamente a Holden es su ternura, la capa de amor que guarda bajo su mito de invencibilidad (de ahí su comportamiento tan autodestructivo), su mito personal (tiene la sensación de ser el centro del mundo, hecho que Salinger refuerza al construir la novela desde la perspectiva de Holden) y otra forma de egocentrismo, el público imaginario[1] (Holden no pierde detalle de cuanto le rodea, y desde luego parece importarle la impresión que causa ante los demás); si hay algo que lo humaniza, digo, probablemente se trate de su carácter solidario hacia sus hermanos pequeños (del primero habla con puro amor, pues murió hace poco a los nueve años), en concreto de su hermana, que acaba siendo el motivo por el que vuelve a casa. Aquí queda patente que, si bien los adolescentes son montañas rusas emocionales y profundamente egoístas, Holden Caulfield tira al suelo estereotipos una vez más al autodenominarse “guardián de los niños”:

(...) me imagino a muchos niños pequeños jugando en un gran campo de centeno y todo. Miles de niños y nadie allí para cuidarlos, nadie grande, eso es, excepto yo. Y yo estoy al borde de un profundo precipicio. Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser. Reconozco que es una locura.
Salinger, J.D. El guardián entre el centeno. Alianza Editorial, S.A.

         En definitiva, dos claros ejemplos llenos de matices sobre la etapa vital más convulsa a la que se enfrenta el ser humano, la etapa de formar una personalidad, de encontrar un hueco en la realidad social y comenzar a existir. Dos ejemplos excepcionales de que los niños y adolescentes pueden ser difíciles, pero también una recompensa infinita. Y la certeza de que tal vez la literatura no alcance las cotas de excelencia de un estudio universitario, pero tengo la certeza de que el alma de los niños, su inocencia y corrupción estarán mejor reflejados en Peter Pan y Wendy, la saga Harry Potter, El color púrpura, Turismo de interior, El incidente del perro a medianoche, La traición de Wendy o El dador, entre tantas otras, que en cualquier tesis o proyecto de máster.

[1] Berger, Kathleen Stassen Berger. Psicología del desarrollo: infancia y adolescencia. Ed. Médica Panamericana, 2007

viernes, 10 de diciembre de 2010

Adolescentes difíciles y literatura, y tv, y cine, y... (I)




LA REVOLUCIÓN JUVENIL
 



BLOG  de un adolescente cualquiera (extracto real)

La gente estudia. Es lo natural. Todo el mundo lo hace (o lo ha hecho). Yo estoy en la edad. Mis 16 años (mal llevados) no han tenido realmente momentos significativos de estudio. Tal vez este septiembre, que tuve que estudiar las 10 asignaturas que llevaba (de las cuales aprobé cuatro, creo recordar). Lógicamente, mis 16 años (mal llevados) conllevan una época de estudio presente y futura. Vamos, que había que cambiar el chip y empezar a coger el hábito. Más vale tarde que nunca. El problema es cuando, al más puro estilo Zipi y Zape, las cosas se tuercen por más buena intención que le ponga. Tener varios exámenes, varios trabajos, un empleo (no remunerado y poco trabajoso, pero empleo), etcétera, es algo terrible para alguien tan desordenado como yo. Siempre lo he sido. Y intentar poner en práctica eso de 'primero lo pequeño, luego lo grande' con esto no me ha servido. He hecho deberes, he realizado trabajos (con mayor o menor fortuna), pero he estudiado poco y mal. Y de eso me he dado cuenta cuando, a menos de 12 horas de un examen relativamente importante, he advertido que la media hora de estudio diario de una asignatura difícil como es Física y Química (nivel 4º de ESO, tras un año en el mismo curso sin dar esa asignatura y recordando poco o nada de 3º) no había sido suficiente y había olvidado todo. Todas las fórmulas, que me sabía bastante bien, se habían evaporado. Probablemente los nervios (soy muy dado a eso con temas de exámenes, aunque NUNCA lo muestre) han jugado un buen papel en esto. No obstante, 'Common People', de Pulp, en bucle y algo de fuerza de voluntad (y dos tazas king-size de café) me han servido para que a estas horas (seis del examen) me sepa bastante bien el tema. Me sé la ley de Hooke, los métodos gráficos y analíticos para hallar el punto de aplicación de la resultante de dos fuerzas paralelas con el mismo sentido, la regla del paralelogramo (para hallar la resultante de varias fuerzas concurrentes), cómo representar gráficamente el vector F (fuerza, expresada en Newtons, N)...
Y, en cortos descansos, he tenido tiempo también de leerme 'La Metamorfosis', de Kafka, para un examen de lectura que tengo en cinco horas. Creo.
Vamos, que ha sido una noche productiva. A ver si mantengo el ritmo...
Ni de coña.

EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO (así ve el mundo Holden Caulfield)
Chicas con las piernas cruzadas, chicas con las piernas sin cruzar, chicas con piernas fantásticas, chicas con piernas asquerosas, chicas que parecían chicas estupendas y chicas que debían de ser unas brujas si llegabas a conocerlas. Era un panorama muy bonito, si entienden lo que quiero decir. En cierto modo, era también bastante deprimente porque uno no podía dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Quiero decir cuando salieran del colegio y la universidad. Te imaginabas que la mayoría se casarían con unos imbéciles. Con tíos de esos que siempren están hablando de cuántos kilómetros pueden sacarle a un litro de gasolina en sus malditos coches. Tíos que se enfandan como niños cuando les ganas al golf o hasta a un juego tan estúpido como ping-pong. Tíos malos de verdad. Tíos que nuncan leen libros. Tíos aburridos...
"(…) Espero que cuando me llegue el momento, alguien tendrá el sentido suficiente como para tirarme al río o algo así. Cualquier cosa menos que me dejen en un cementerio. Eso de que vengan todos los domingos a ponerte ramos de flores en el estómago y todas esas puñetas... ¿Quién necesita flores cuando ya se ha muerto? Nadie."

Serie tv: Misfits 1x06

NATHAN: "She's got you thinking this is how you’re supposed to be. It's not. We're young. We’re supposed to drink too much. We're supposed to have bad attitudes and shag each other's brains out. We were designed to party. We owe it to ourselves to party hard. We owe it to each other. This is it. This is our time. So a few of us will overdose, or go mental. Charles Darwin said you can't make an omelette without breaking a few eggs. That's what it's about - breaking eggs - by eggs, I mean, getting twatted on a cocktail of class As.


If you could see yourselves... We had it all. We have fucked up bigger and better than any generation that came before us. We were so beautiful... We're screw-ups. I plan on staying a screw-up until my late twenties, or maybe even my early thirties. And I will shag my own mum before I let her.... or anyone else take that away from me!"

MATAR UN RUISEÑOR
EXTRACTO de carta de Harper Lee a un instituto censor: Recently I have received echoes down this way of the Hanover County School Board's activities, and what I've heard makes me wonder if any of its members can read. Surely it is plain to the simplest intelligence that To Kill a Mockingbird spells out in words of seldom more than two syllables a code of honour and conduct, Christian in its ethic, that is the heritage of all Southerners. To hear that the novel is "immoral" has made me count the years between now and 1984, for I have yet to come across a better example of doublethink. I feel, however, that the problem is one of illiteracy, not Marxism. Therefore I enclose a small contribution to the Beadle Bumble Fund that I hope will be used to enrol the Hanover County School Board in any first grade of its choice.
Atticus Finch:“Mockingbirds don’t do one thing but make music for us to enjoy . . . but sing their hearts out for us. That’s why it’s a sin to kill a mockingbird.”

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Adicciones



Soy adicto a muchas cosas. Desde pequeño, cuando nací y aprendí que el tacto del papel no era frío, soy adicto a los libros. A los libros y a las ceras, los bolígrafos, la pintura, la goma, el carboncillo, y todo lo que sirviera para plasmarme y derramarme en el papel. Luego aprendí a leer y a beberme los libros, y supe que el papel estaba rico y la tinta, ni te cuento. Por eso me volví idiota y adicto. Soy también adicto a Internet, y no sé muy bien por qué, aunque en cierto modo lo comprendo. Adicto a la red de redes y pionero, aún recuerdo cuando me conectaba de manera casi clandestina con el cable del teléfono (¡Cielos! Con el cable del teléfono) para mirar cositas frikis de Stephen King y Buffy y Expediente X, entre otras lindezas. De eso hace ya siete u ocho años, que se dice pronto… También descubrí el porno gratis, la cantidad exagerada de porno, las ingentes posibilidades del porno… Supongo que también me volví un poco adicto al porno, pero eso es bueno. El porno nos abre la mente y nos hace felices. Seguro que ya existe; si no, propongo instaurar un día Mundial del Porno. Por supuesto, soy adicto a la comida poco saludable: chocolate en cualquier forma y textura (helado, galletas, tabletas, en polvo, a la taza…), hamburguesas cuanto más grasientas, mejor, pizza con extra de queso… salsas con nata, curry, chucherías… Y bueno, es una obviedad, pero soy adicto a la música, al cine y a las series de televisión, como media España, pero creo que puedo decir que con criterio. Créanme, tengo criterio. Y por eso lo que empezó como un juego, eso de ver Expediente X y Buffy y disfrutar como un crío se convirtió en enfermedad con Lost, Six Feet Under e incluso ER. Lo de ir al cine de cuando en cuando, todo un ritual maravilloso por el que tenía todo el derecho del mundo a ser feliz, se acabó convirtiendo en la obligación de escribir reseñas para tres o cuatro revistas especializadas y cubrir dos o tres festivales al año. Pero sarna con gusto no pica. Y bueno, eso de escuchar de vez en cuando algún disco del que ahora avergonzarse acabó por convertirme maestro del Emule y de todos los programas de música en Internet, y empecé a comprar discos y, pasado el tiempo, a ir a conciertos, cinco o seis medio reseñables al año, y a conocer músicos y a no querer que esto se detenga. Y el maldito ordenador. Un Paraíso donde dar cabida a todas mis adicciones: porque en el pequeño HP caben la literatura, el porno, Amy Winehouse, el cine, la música y cientos de miles de millones de seres tan o más enfermos que yo a los que decir juntos podemos, y pásame un poco de tu mierda, y lo nuestro no tiene cura. Porque volverse adicto a Top Chef era lo último que me podía pasar. Ah, no, también podía volverme adicto a Tumblr y al Google Reader, y aún así volver al mundo de mi lado. Y tú, pequeño enfermo, confiesa tus adicciones.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Queridos Reyes Magos, querido Papá Noel...

Este año he sido bueno. Siempre lo soy, pero éste en especial he sido muy, muy bueno. Y he tenido suerte; me han pasado cosas excelentes. Podría pedir cosas imposibles y cursis, ya sabéis, que me devolváis a mi tía o poder publicar otro libro: regaladme un certamen de poesía, porfa. Pero ya nos conocemos, y es bastante obvio que eso no funciona, de modo que me iré a lo inmediatamente material y posible. Iré ampliando la lista paulatinamente:


-Altavoces para el portátil. Potentes y ruidosos.
-Una conexión a Internet.
-Un disco duro externo con MUUUUUUUCHA capacidad.
-El primer DVD de Buffy Cazavampiros y el cuarto de la temporada 4 de Six Feet Under. Los perdí, pero tengo el resto de la colección.
-Una batería para el portátil, que ésta está cascada: HP Pavilion dv5
-Películas en DVD: Donde viven los monstruos, Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Garden State, Revolutionary Road...
-Una sudadera de la Universidad de Swansea
-Un tocadiscos para vinilos
-Un trípode pequeñito, barato, portátil, flexible para la Reflex ^^


Eso, de momento.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Taberna espectral

Muy pronto a la venta: Taberna espectral. Quince historias de fantasmas de NOCTE en 23 Escalones


Es maravilloso cómo todo avanza este año. Ahora mismo, por ejemplo, mientras contesto a una entrevista para la revista Leer, ultimo algún relato o fragmento o texto para que me publiquen en condiciones en libros de verdad. Hoy, sin ir más lejos, me han publicado dos poemas míos (traducidos también al inglés por mí) en la revista estadounidense The Scrambler. Para leerlos, clicad en los nombres:


Y la primera publicación en formato físico, ya mismito, en unos días, Taberna espectral.
Muy pronto a la venta: Taberna espectral. Quince historias de fantasmas
    Muy pronto saldrá a la venta, tanto en formato electrónico como en papel,Taberna espectral, la antología de relatos de fantasmas que hemos preparado para estas Navidades gracias a la colaboración de los escritores de NOCTE y a Juan de Dios Garduño Cuenca, novelista cordobés autor de Y pese a todo (Dolmen Editorial).
   Juntos nos hemos atrevido a compilar quince historias verdaderamente sobrecogedoras creadas por quince de los mejores narradores españoles del género de terror. No puedes perdértela.

No sé si soy unos de los mejores narradores, pero tengo la suerte de ser uno de los quince autores incluidos con mi relato "El después"... historias de fantasmas supongo que de todo tipo: fantasmas con sábanas, con cadenas, con ouijas, sin todo esto, fantasmas que poseen, que asustan, que reprochan... Muertos que andan entre nosotros. Pronto en las librerías. ¡Menuda locura para despedir el año entre escalofríos!

lamusique

No podría vivir sin

eveybody's gotta learn sometimes

Un libro

Un libro
Un saco de huesos, Stephen King