


No sirve de nada esperar a que las musas nos toquen el arpa. De esto me he dado cuenta con el paso del tiempo, conforme me he ido planteando si quería ser escritor, porque con el paso del tiempo las historias se acaban, o el tiempo o qué sé yo. Total, que pasan los días, las semanas y los meses y de repente se te ocurre una novela que vale la pena, no una historia corriente. Entonces quieres que todo salga redondo. Por eso te documentas. He hablado con varios escritores sobre el tema. Marina Mayoral, por ejemplo, nos contó que el protagonista de una de sus novelas era boxeador y ella, lega en la materia, tuvo que visitar gimnasios durante tiempo aunque, tratándose como se trata de un mundo tan marcadamente masculino, lo tuvo que hacer como periodista que supuestamente preparaba un reportaje sobre el tema para un periódico o revista. El caso de Juan Cobos Wilkins no es menos pintoresco; en su novela El mar invisible aparecía de manera casi tangencial un hombre que había tenido contacto con la cetrería, y como Juan no tenía ni idea del tema dio la casualidad de que uno de los chavales a los que impartía unas clases de verano (yo estaba ahí) tiene un águila y le gusta la caza, ergo sabe algo del tema. El poeta cetrero, qué cosas, ¿verdad? Total, pidió consejo a este amigo mío y lo utilizó en su novela de manera muy sutil, tan sutil que yo hubiera dicho que bastaba con una búsqueda en internet.
Cuando escribí mi primera novela, La Dama de Oriente, no sabía mucho del tema de la documentación. No obstante, empecé a leer pasajes de la Biblia y decenas de fuentes que encontraba en internet. El resultado no fue bueno, cierto, pero no era culpa de una mala documentación. Es más, le echo la culpa a la poca experiencia literaria, no a mi mal uso de las fuentes. Además, como era en gran parte "fantasía", tenía un paso.
Cuando escribí Si llueve... se trataba de un relato ficticio, pero eché mano de mis conocimientos generales sobre muchas fuentes que nada tenían que ver entre sí. Había múltiples referencias al universo de Stephen King, a películas y series como Lost, Buffy o Expediente X. Se trataba principalmente de un juego, un aliciente para leer la novelita lumpen.

Ahora mismo estoy escribiendo una novela y dos o tres en proyecto. Para la que estoy escribiendo, El Desencantador, me hice con una biografía de Marilyn Monroe, porque la chica aparece en un par de capítulos o tres, sólo eso, pero son decisivos y no quería desperdiciar el caramelo. En cuanto a la novela que estoy proyectando escribir cuando acabe El Desencantador, me la estoy preparando concienzudamente a base de leer las novelas más importantes de Lewis Carroll: Alicia en el País de las Maravillas y Al otro lado del espejo. No, no son meras fantasías infantiles. Tenéis que saber que Lewis Carroll no era el nombre del autor, sino su pseudónimo, y que este tipo era matemático y juega mucho con la lógica, los juegos de palabra y referencias a la cultura popular de la época. Aunque he de reconocer que tanta cartita y juego con las niñas me da un no sé qué de mal rollo pedófilo. Lo mismo es porque también he empezado a leerme Lolita de Nabokov, aunque no tenga nada que ver con el País de las Maravillas. Creo que mi novela en Wonderland promete bastante. Espero no equivocarme.