And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.
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sábado, 12 de febrero de 2011

THE END: Un último apunte

Las fechas.
Las putas fechas.
Las malditas fechas.
A mí, al menos, me persiguen. No sólo eso, que sería pasable: me atormentan. Por eso no acaba el cuento un 9 de agosto, que sería redondo, o un 1 de enero, ni tan siquiera el día en que me dio por inventar el “Érase una vez…”. 12 de febrero de 2008, de 2011, cómo duele ya.
Y hay más números. Me puse una meta por eso de redondear: 100 seguidores, 100000 visitas y 550 posts. Todos estos números ya están superados, y tengo testigo de este propósito, aunque no lo necesite.
Este blog me ha alimentado durante alrededor de cinco años. Me ha descubierto gente y lugares maravillosos, otras bitácoras de las que volverme adicto, otras aficiones que amamantar como mis propios cachorros… Este blog, lo creas o no, me ha hecho reír y llorar en ocasiones, me ha hecho desear desaparecer o trascender más allá de los mapas de bites. Pero me ha hecho añorar la vida. Tengo un amigo a quien, entre otras cosas, conocí a través de otro blog, que se ha retirado de un tiempo a esta parte a la meditada vida real: me dice que hay vida más allá de las redes sociales y plataformas, y que es maravillosa. Que le dé una oportunidad.

No es éste un adiós definitivo, como bien podéis adivinar. Desde mi último cumpleaños me acecha la duda de si seguir o no, de si deshacerme tras tanto camino andado. Como a una serie, supongo que a un blog hay que darle un final digno antes de que empiece a dar estertores. Además, ya prácticamente no le encuentro utilidad. Para la fotografía, tengo varios perfiles en Flickr donde subir álbumes enteros. Para la promoción, a todo lo que escriba le nacerá un blog enano donde dejar dudas y sugerencias. Para el cine y a las malas la tele, tengo Cinempatía y Gazeta20, dos publicaciones hechas por gente entusiasta que me recibió en su día con los brazos abiertos y aún hoy me dejan expresarme. En cuanto a la creación literaria, lo cierto es que desde hace un tiempo prácticamente todos los cuentos que escribo van encaminados a antologías de terror que prosperan. Mi día a día, mis comilongas de cabeza se diluyen en las cartas a Juanpe y otros amigos que escribo cada dos semanas: se trata de un exorcismo muy placentero, se lo recomiendo muy mucho. Por último, están los proyectos. Igual tanta dispersión me empezaba a ahogar, y por eso cada cosa, a su cajón. La poesía se la seguiré mandando a los amigos poetas; la música seguiré almacenándola en listas de Spotify. Con toda probabilidad, y en función de mi pericia y economía, abriré una página web profesional o un blog privado para mis amigos. Nadie más sabrá de mí salvo quienes me respiren de cerca: los míos.
Me habéis visto crecer aquí, dejarme melena y ver cómo me crecían las entradas (después de todo, esto es un blog). Me habéis dejado contar miedos y metas, alcanzar algunos y romper imposibles. Me habéis visto feliz como un niño y hecho mierda, con el corazón hecho un despojo. Un puñado de escombros. Con una sonrisa, con media sonrisa, me habéis visto ver mundo, vivir en Swansea (corazón en la garganta), Francia o Bristol. Me habéis visto casi en directo sufrir un infarto y alzar el vuelo. Me habéis visto lamentarme y enamorarme de todo cuanto me rodea. Me habéis hecho partícipe de todos los síndromes (Stendhal, Tourette, Asperger…) y alteraciones de la personalidad.
Hoy os cuento, al fin, la historia de Brian Edward Hyde. Brian, un joven inglés (de Birmingham, para más inri) de familia acomodada, decide recorrerse Europa en plena Edad Media para acabar de formarse como arquitecto. El periplo le lleva a Oriente, donde conoce a una joven hermosa y misteriosa. El destino los une y, tras grandes problemas, persecuciones, muertes, nacimientos, conspiraciones… acaban en Jerusalén, fugitivos de Bagdad, con sus dos hijos (un niño y una niña: Brian S. y Leo). Cómo no, el destino los volverá a separar, esta vez para siempre. Brian no aguanta la nueva desaparición de Amal y por ello decide volver a una Inglaterra ajena, donde pasará el resto de sus días. Nadie más lo sabe, pero Brian Edward Hyde, ya anciano y en su lecho de muerte, tendrá una última visión de su amada Amal.

Gracias por sintonizar esta emisora. Dios les dé salud y muchos hijos.
C’est fini.
Esta vez, de verdad. Aunque lo diga entre lágrimas.

Brian Edward Hyde ha muerto el mismo día en que un gran trozo de Jose Alberto Arias se quedó anclado en Reino Unido.

DEP
3 de agosto de 2006
11 de febrero de 2011

Pureza cero

Te has propuesto quemar hoy tu vida.
Raparte la cabeza, cortar tus uñas,
maquillar las cicatrices
y hacer autostop en la caverna
del Olvido.
Te has propuesto hundir tu barco,
hacer mella en tu sombra.
Todos los caminos llevan a Roma,
todos los lunares guían a tu ombligo.
Eres hoy un sumidero,
la última apuesta del miedo,
la sombra de tu mellizo.
Te has propuesto hoy, como nunca,
renacer de tus cenizas.
Como un Golem de barro y fuego.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Escritores IV

Olvidé citar el otro día a otros escritores que me han influenciado aunque ellos no lo sepan. Son maestros o amigos que han entrado subrepticiamente en mi literatura y en mi visión del mundo sin darse cuenta. A los dos primeros los conocí en clase, antes siquiera de saber que eran escritores: Antonio Carvajal y Erika Martínez. Fueron mis profesores en varias asignaturas relacionadas con la literatura. Con Carvajal, un poeta inmenso de Granada tuve la ocasión de charlar en una tutoría suya de literatura. Ese señor, además de un poeta excepcional, es una fuente de sabiduría que empezó a escupir nombres y títulos y corrientes, y así sucedáneamente. Por su parte, Erika me dio clase de literatura hispanoamericana y me descubrió a muchísimas poetas de las que jamás había oído hablar, y a pesar de su juventud me dejó con el culo torcío al comprobar lo que sabía. Yo, callado, tomaba nota de nombres y títulos y corrientes, y a cambio le ofrecí una pequeña reflexión sobre Bolaño. Más tarde, cuando ya no me daban clase, pude leerlos. Erika Martínez había sido la flamante ganadora del Premio RNE de Poesía Joven, al que yo también concurría. Me alegré por ella, la verdad, porque su libro Color carne es una maravilla.
            En cuanto a los amigos, tengo que hablar de ellos. Escribí poesía por primera vez gracias a Aurora Luque, si bien algún poemilla había caído en su día. Empezamos con los haikus y otras pequeñas cosas, chupitos de poesía que nos hacían olvidar las metáforas, rima, métrica… llevado esto al extremo con la frescura de María Rosal unos años después. Pero tenía amigos que no escribían relatos, pero escribían mucha poesía. Antonio Cuartero, por ejemplo, al principio prácticamente sólo escribía poesía. Cristina Castro, Silvia Guerrero, Ana Castro y Cristian Alcaraz, por su parte, eran pura poesía. De leerlos y bebérmelos a tragos locos me hice un poco poeta. Mi poesía nació de ellos.
¿Qué sería de mi obra, si puedo hablar en estos términos, si todas estas personas no se hubieran cruzado en mi camino?
Ni Carvajal, ni Lorca, ni García Montero, Pizarnik, Bukowski, García Casado, David Leo, Jodra, Alberti, Machado…
Y ya, para acabar, una persona muy importante que también se cruzó en nuestro camino: Fran Tejero Sánchez. No habréis oído de él, no ha publicado nada aún, pero es uno de los escritores a los que más admiro tanto a nivel personal como profesional; y es que hace falta más gente que observe el mundo desde otro prisma, y él me abre los ojos cada vez que hablamos. Cuando publique, será un bombazo, estoy seguro. Mientras tanto, lo guardaré para mí y me congratularé por tenerlo.
            En resumidas cuentas, un escritor no es nada sin sus lecturas y colegas. Tratarán, no obstante, de colarte en cualquier Generación modernísima y encuadrarte en cualquier marco estilístico. Conmigo no lo han hecho porque no me han tomado muy en serio, creo, por eso de escribir sobre Peter Pan y otras cosas de niños, pero es que Cristian o Silvia o Fran y yo seremos todo lo amigos que queráis, pero nuestra literatura es bien distinta. Y eso, quién sabe, nos convierte en una comunidad. Quién sabe.
Hay que saber rodearse de los mejores.


domingo, 30 de enero de 2011

Escritores II

Comenzó entonces la alimentación, fase crucial en la formación de todo escritor que se precie. Recuerdo las listas interminables de recomendaciones que nos daban año tras año los escritores que conocimos: desde Emilia Pardo Bazán a J.L.Borges, había que leerlo todo. Por supuesto, la relación con otros escritores era indispensable. Conocer a Clara Sánchez (Premio Nadal 2010), Juan Cobos Wilkins (un poeta excelente y sensibilísimo), Elena Medel, Espido Freire, Pablo García Casado, Fernando Iwasaki, María Rosal, Mario Cuenca Sandoval. Madurar y poder hablar con ellos de tú a tú (siempre con la cabeza un poco gacha, aún aterra mirar a los ojos a estos maravillosos ejemplos de escritores). Encontrarlos en prensa y televisión, en las bibliotecas y pensar: yo lo conozco, yo compartí mesa con él. Coincidir con ellos en actos literarios de diversa naturaleza, presentaciones de libros, mesas redondas, jornadas, charlas... mantener la relación gracias a las nuevas tecnologías y hacerles caso siempre. Gracias a ellos leí La metamorfosis de Kafka y El extranjero de Camus para sentar los cimientos. A estos les seguirían de todo, lo más granado de nuestra literarura (Cortázar, Borges, Bolaño, Bolaño, Bolaño, Aleixandre, Lorca, Cela, Ángel González), clásicos eternos (Capote, Harper Lee, Hemingway, Bukowski, Poe, Kerouac...). Y es que en el eclecticismo de estos escritores que conocíamos poco a poco reside el eclecticismo de nuestra propuesta o literatura. Nos lo hemos bebido todo, nos gustara o no, porque a veces hay que hacer cosas que no nos gustan, y obligarnos a entender qué hace tan especial La metamorfosis de Kafka cuando se trata de un relato tan simple en apariencia. Y, claro está, conocidos los clásicos no nos quedaba más que descubrir a los contemporáneos. Libros que nos han marcado porque son tan buenos que tenemos que pedir por favor que paren:

-La carretera, Cormac McCarthy.
-La ofensa y Derrumbe, Ricardo Menéndez Salmón.
-Las afueras, Pablo García Casado.
-El curioso incidente del perro a medianoche, Mark Haddon.
-Las moras agraces, Carmen Jodra.
-La lluvia amarilla, Julio Llamazares.
-Una palabra tuya, Elvira Lindo.
-La flaqueza del bolchevique, Lorenzo Silva.
-2666, Roberto Bolaño.
-El viajero del siglo, Andrés Neuman.

Esos son sólo algunos. Luego te das cuenta, como comentaba, de lo pequeño que es el mundo de la literatura. Por ejemplo, cuando conocí a Fernando Iwasaki, un cuentista maravilloso, me tocó mucho el hecho de que él hubiera conocido a Roberto Bolaño, tan de moda ahora, y un clásico instantáneo en cuanto lo leí para mí. Pensé: qué bien, estoy hablando con un hombre que conoció a uno de mis ídolos. Hablaron juntos de literatura, seguro. De buena literatura. Ellos instauraron la buena literatura juntos. Pero todo es más pequeño. Una de las voces literarias que suenan con más fuerza últimamente es la de Andrés Neuman, otro narrador excepcional; pues bien, un día cogí en la librería uno de sus libros, y había en él unas palabras de Bolaño ensalzándolo como una de las promesas de la literatura en español, y me maravilló eso, y por eso compré el libro. Pero qué gracioso, pues Andrés Neuman era profesor en mi Universidad, la Universidad de Granada, aunque yo no lo sabía; lo veía demasiado joven, quizá. Y bien, un día vino Fernando Iwasaki a presentar su último libro a Granada, y en la presentación estaba ahí Andrés, y fue así como lo conocí. Y cinco o seis meses más tarde estaba compartiendo mesa redonda sobre literatura con él. Casi nada. Yo no había publicado nada aún ese frío diciembre de 2009, pero recuerdo que Fernando me presentó como un escritor que pronto sacaría un libro al mercado. Y así fue. Cuatro, cinco meses más tarde, coincidiendo con la mesa redonda, ahí estaba mi libro.
Tampoco quiero que nadie se engañe. Conocer gente en este mundo es importantísimo, por supuesto, pero también es esencial tener talento. Sin talento, tal vez publiques algo, pero no trascenderás. Ahora mismo la esperanza de cualquier escritor novel o desconocido son los numerosos certámenes literarios que se convocan anualmente en España.
Afortunadamente, aposté y gané.


sábado, 29 de enero de 2011

Escritores I

He conocido en mi vida muchísimos escritores. Escritores importantes, aficionados a la escritura, escritores noveles, consagrados, cómicos, dramáticos, poetas, narradores.
A raíz de la publicación del libro, además, comencé a entrar en el círculo literario y a ver cómo todos se conocen, todos se leen, todos se critican y publicitan... Yo comencé en esto de la escritura en casa, en mi pueblo, en tardes eternas de aburrimiento en las que leía demasiado, sin criterio, sin parar, sin analizar. Más adelante descubrí el "maravilloso" mundo de los best-sellers: tenía 12, 14, 16 años, no me lo tengan demasiado en cuenta. En cualquier caso, fue también en ese periodo cuando empecé a escribir 'en serio', como lo llamo yo. Comencé por lo fácil: relatos y cuentos. Tenía una idea, generalmente el inicio y el desenlace de una historia; por lo demás, sólo tenía que ir atando cabos para crear el nudo o desarrollo. Era rápido y fácil. No obstante, un día comencé un relato para clase de Lengua sin final definido, así que tuve que continuar por la presión de amigos (mis primeros críticos, y los más benevolentes). Desgraciada o afortunadamente, ese cuento de misterio en el Bagdad de la Edad Media dio lugar a una mitología propia con conspiraciones, personajes reales que conocían a otros ficticios, tramas locas, situaciones inverosímiles y un trabajo de investigación cuanto menos, sonrojante. Pero la escribí, ocupó varios años de mi vida y le di un cierre definitivo. Fue mi primer paso importante en el mundo de la literatura. Para que os hagáis una idea, el protagonista se llamaba Brian Edward Hyde.
Luego, con el cambio de ciudad, de ocupación y la llegada de Internet desarrollé mi faceta de cuentacuentos o relator gracias a una iniciativa que permitía a quien quisiera escribir cientos de cuentos en su blog, El Cuentacuentos. Fue también este lugar mi primer contacto con escritores serios o que llevaban esto de escribir más allá del mero hobby. Aprendí a escribir en esta comunidad, a tener cierta disciplina, a probar distintos puntos de vista, recursos narrativos muy diferentes entre sí, personajes opuestos... Una escuela excelente. Escribí semana tras semana una novela corta titulada Si llueve.... Entonces llegó la revolución. Debido a mi flirteo con diversos certámenes literarios, me ofrecieron la oportunidad de asistir a una escuela de escritores noveles en verano. La escuela duraba una semana y teníamos profesoras escritoras de verdad: Marina Mayoral y Aurora Luque; una para narrativa, otra para poesía. Y éramos treinta noveles de entre catorce y diecinueve años, nos bebíamos la literatura, el cine, la música y la vida.
Éramos inocentes y creíamos en los libros.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Hay que ser inmaduros...

Hay que creer en Papá Noel y en los Reyes Magos. Creer en el Ratoncito Pérez y en el amor. Hay que saltar en cada charco y gastar billetes enteros en chucherías. Hay que ir a conciertos donde la gente fuma hierba y bebe litros. Hay que vestir con lo primero que te ofrezca el armario, sin combinar prendas ni mirarse al espejo. No hay que peinarse salvo en situaciones de emergencia. No hay que tener saldo en el móvil. Hay que viajar con una mochila y kilómetros de autobús; hacer autostop. Colarse en el cine en la sala de al lado cuando acaba tu película. Ir a las tiendas a recomendar libros, discos y películas. Hay que acoger animales abandonados y convertir la casa en un refugio. Hay que tener siempre una Biblia cerca (en caso de que se nos acabe la leña) y una lista de cosas por hacer. Hay que posponer las responsabilidades. Hay que reírse de la gente en su cara e insultar cuando venga en gana. Hay que saltar con paracaídas una vez en la vida. Hay que nadar hasta las boyas y dar la vuelta y descansar tumbado en la arena. Hay que follar en las porterías de edificios viejos. Hay que raparse la cabeza o teñirse el pelo verde y azul. Hay que comer chocolate, toneladas de chocolate, infinidad de chocolate. Hay que afeitarse como mucho una vez a la semana. Hay que colgar una pizarra en el salón de casa y escribir ahí versos diversos. Hay que abrazar a desconocidos. Dormir con ellos. Dormir siempre acompañados (no importa de quién). Hay que ser inmaduros.
Hay que ser muy duchos en el arte de vivir.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

En terapia


¿Saben? Necesito escribir. Insisto en necesito. Sin escribir, me ahogo, me hundo, me cuesta respirar… cuando escribo, me olvido del resto.
            Quien me conoce sabe de mi tendencia a convertirme en una montaña rusa emocional, y es bastante evidente en este blog, después de todo mi contenedor de ascos. Todo lo que no me cabe o me quema en la cabeza, lo vomito aquí. Y me siento como nuevo. A veces cuento cosas buenas; otras, malas. Hay veces que incluso terribles. Pero hoy no. Hoy vengo a reivindicar la escritura. Hace dos días tuve una jornada emocionalmente agotadora por la marea de emociones que se sucedieron de repronto. Venía de un fin de semana en el que había estado inexplicablemente enfermo, y me levanté para estudiar. Ayer tuve examen; mañana tengo otro. Total, estaba yo estudiando cuando levanto la vista y veo en la tele a Morente, Enrique. Miro y leo muerte cerebral y se me encoge el pecho. No. No puede ser. Enrique es joven, Enrique es fuerte, Enrique es el legado del genio granaíno. Efectivamente, se nos fue. Iba a comer sin ganas cuando recibí una llamada que me cambiaría el día: un editor de Madrid está interesado en publicar mi primer poemario. Uf. Poesía al fin. Porque con la poesía tengo miedo, aún no me siento poeta, aún no he dejado los restos en un libro de poesía. En narrativa lo he hecho en varias ocasiones, sí, pero no en poesía. Por eso fue un subidón que me tuvo todo el día hasta arriba. Luego me di cuenta de que seguía algo enfermo, no estaba curado del fin de semana, pero quise olvidarlo con el notición. Me fui a clase, y entonces me topé con un nido de cucarachas que creía extinto (lo siento, no se me ocurre un símil más apropiado) y que me provocó náuseas. No por la impresión, qué va, ni mucho menos. Náuseas de asco. Estuve en clase con ganas de vomitar, pensando en el examen del día siguiente, en las cucarachas (hay al menos dos, tal vez tres) y en lo mal que me sentía (te tenías que haber quedado en casa, Jose, aún no te has curado. Ya, pero no puedes faltar a clase o te suspenden la asignatura. Pero estás malo, joder. Venga, no pasa nada, mañana estarás mejor). Luego pensé, me acordé de lo del libro y me llevé la mano al bolsillo y noté el tacto del papel del bueno. Miré la entrada, pensé en el poemario de nuevo (irónicamente, se titula Cuánta pupa) y salí de clase antes de tiempo. Me fui al concierto de Micah P. Hinson y durante una hora y pico se me olvidó el mundo. Así de maravillosa es Granada, el mismo día en que muere Morente puedes ver a Hinson en cocierto. La cuestión es que se me olvidó todo lo malo y, al llegar a casa, sin Internet ni nada, me puse a estudiar y organizar los apuntes y a terminar de releer el último de Harry Potter en inglés. Luego pensé en el poemario, en la posibilidad real de una publicación y me dormí como un bebé.
            Ayer el día fue de nuevo agridulce. Caminando por Granada tenía ganas de llorar por Morente. Lo escuchaba homenajeando a Lorca. No sabéis qué sensación escuchar a Morente por Lorca en las callejuelas del centro de Granada. No lo sabéis. La aurora de Nueva York de su disco Omega. Por eso me duele tanto lo de Enrique, supongo. Por Lorca, que es como si con él volviera a morir un poquito. Yo es que nunca he escuchado flamenco (ni música en general), y a Morente llegué a través de Lorca. Me volvieron a arrastrar hacia él Los Planetas. Granada puede ser y es maravillosa. Luego hice el examen, digo, ni bien ni mal, uno más. Fuera. Ya sólo me quedaba el de mañana. Con eso me fui a casa (eran las 3 de la tarde cuando salí del examen; ya, menuda hora de poner un examen…), pero antes me pasé por Traducción [duele no llamarla mi facultad] para revisar el correo y comprar pan de camino. Miré el correo y encontré algo bueno de nuevo, un anónimo firmado. En realidad, encontré varias cosas buenas: qué tontada, una cosa tan estúpida como el correo electrónico, una sucesión de ceros y unos, te puede alegrar el día. La semana que viene o estas vacaciones os hablaré tranquilamente de los bonitos anónimos. Son algo maravilloso, desde luego. Ya me explicaré: para que tengáis una pista, os diré que me persiguen desde hace algo así como tres años, sí. Algo así, tres años, quizás cuatro.
            Dejé el correo con la pequeña alegría, pero entre que no salí del examen con una sensación maravillosa, me acordé de las cucarachas otra vez y pensé en el examen de mañana, pues me sentí de nuevo por los suelos. Y Morente por todas partes, y “La aurora de Nueva York tiene/cuatro columnas de cieno…”, y un poco de todo. Tenía trabajos que hacer y bastante que estudiar, pero me puse a escribir. Porque era escribir o morir. Y bueno, lo cierto es que estoy contento. Puede decirse que ayer, un día después de la muerte, de la despedida de Enrique, concluí mi segundo poemario. No voy a contar por quincuagésima vez cómo también escribí casi toda La traición de Wendy en una situación de desesperanza y desesperación total, pero os recordaré que necesito escribir. Que cuando las cosas se me ponen feas, yo acabo otro libro y lo celebro por lo grande. Mañana, además, después del examen y la clase tengo un concierto más, en este caso un casi acústico de Zahara, que podré disfrutar como hace prácticamente un año cuando vino por aquí. A ver si mañana consigo la foto con ella (o algo así), que al fin soy libre desde hace mucho tiempo. (Ja, libertad, dice. Ya, todo el trabajo que me echo a las espaldas lo hago desinteresadamente). Pues nada, tendrán que seguir viniendo malas rachas, y cucarachas, y muertes y suspensos para que mi vida prospere. O no. Sólo sé que me lo estoy currando como una bestia, y El abrazo del koala ya está de camino a algún certamen de poesía.
Deseadme suerte.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Adolescentes difíciles y literatura, y tv, cine, y...[II]

CRECER ENTRE LIBROS

El paso de la infancia a la adolescencia tiene más trascendencia psicológica que física, y esto queda plasmado mejor que en cualquier otro ámbito en el arte, en especial en la literatura por la cantidad de dobleces y niveles de estudio y desarrollo de personajes que posibilita. Para hablar del tema y analizar las principales características y cambios que se provocan en las edades más tempranas, he elegido dos obras maestras —esto es indiscutible— de la literatura universal: Matar un ruiseñor de Harper Lee y El guardián entre el centeno de J. D. Salinger.


         La protagonista y narradora de Matar un ruiseñor es Scout Finch, una niña de seis años que vive con su padre Atticus y su hermano Jem ,de nueve años, en el sur de Estados Unidos en plena Depresión. Dado que todo está narrado desde la perspectiva de la niña, los hechos se ven a través del tapiz de la inocencia y, a veces, la incomprensión. Hablamos, además, de una época en la que los niños aún eran niños y no estaban condicionados por la avalancha audiovisual que tergiversa la personalidad infantil en la actualidad. De este modo, los niños se dedican a jugar todo el día en la calle, a conocer a otros niños, a pelear con otros niños, a respetar a sus mayores, a inventar historias para enriquecer la realidad y a ir a la escuela. Scout recibe, así pues, la influencia de su familia y de la escuela. No hay más. Por si fuera poco, vive en un modelo de familia alternativa, ya que su madre murió cuando ella era pequeña y apenas la recuerda. Una familia monoparental de dos hijos durante la primera mitad del siglo veinte era cualquier cosa salvo convencional. El modelo moderno lo adquiere Scout de sus vecinas y de Calpurnia, la criada negra de la casa. Hay otro detalle que hace especial este modelo de familia: en el sur de Estados Unidos, tradicionalmente pobre y poco cultivado, el abogado de un pueblo se ocupa de enseñar a leer, a escribir y otros conocimientos básicos a sus hijos, de modo que cuando llegan al colegio ya conocen los cimientos de toda educación. Hablamos de educación doméstica, práctica bastante extendida en Estados Unidos, principalmente por familias que siguen alguna fe o religión inusitadamente estricta.
         La escuela de la vida y la familia se suman a la escuela del colegio, de la maestra, de la convivencia y la socialización. Scout hace amigos y enemigos, entrevé por primera vez las distintas clases sociales y, por ende, aprende los principios de la tolerancia y el respeto. Y las leyes de la vida: la gente sufre, la gente se pelea, la gente hace las paces y la vida sigue. En concreto, este libro es un caso ejemplar de la indefinición de la personalidad infantil: Scout no conoce aún las convenciones sociales, de modo que si le tiene que preguntar a alguien si es pobre, lo hará sin comprender las consecuencias de sus palabras. Los niños no saben que las palabras son a veces puñales. Y tampoco comprende conceptos como la muerte, el amor y el olvido, y siempre dejará toda decisión difícil en manos de personas experimentadas.
-Good night, Scout. -Good night.
-Good night, Jem. -Good night.
-Jem? - Yes?
-How old was I when Mama died? -Two.
- How old were you? -Six.
- Old as I am now? -Mm-hmm.
- Was Mama pretty? -Mm-hmm.
-Was Mama nice? -Mm-hmm.
-Did you love her? -Yes.
-Did I love her? -Mm-hmm.
-Do you miss her? -Mm-hmm.

Lee, Harper. To Kill a Mockingbird (2002). HarperCollins

         No obstante, la gran lección de la vida la recibe de su padre. Los hermanos Finch sienten admiración por Atticus, cierto, pero con dudas reservadas. Atticus no practica ningún deporte, no sabe cazar, sólo lee y es abogado: como padre, lo cierto es que es bastante decepcionante. A Atticus Finch le encargan la labor de defender a un hombre inocente acusado de violar a una chica. Él es negro; la chica, blanca. Atticus defiende al acusado  sin prejuicio alguno, con una profesionalidad impecable que le vale la desconfianza de los vecinos. Existen dos momentos protagonizados por la pequeña Scout en los que su inocencia, su incapacidad de percibir el mundo con todas sus aristas, nos dan auténticas lecciones de lo que ganamos y perdemos al crecer. Y es que un niño, con sus limitaciones, tiene muchas veces más razón y sensatez que los adultos con sus leyes, sus enseñanzas y sus prejuicios.
J.D. Salinger e hijo
         Harper Lee sólo publicó una novela. En 1960 publicó Matar un ruiseñor, que obtuvo el Pulitzer, y no volvió a publicar nada más. Curiosamente, comparte con J.D. Salinger su reticencia a mostrarse ante los medios tras la publicación de su obra maestra. Salinger, por su parte, publicó en 1951 El guardián entre el centeno, que supuso una auténtica revolución por la imagen “amoral” que daba de los adolescentes, por su lenguaje soez “tratándose como se trataba de literatura juvenil” y por la controversia de su imagen del sexo, el alcohol y las drogas en jóvenes. Ambos libros tuvieron que luchar con la falsa moral estadounidense, que condenaban el contenido de las publicaciones y fueron prohibidos en centros de educación primaria y secundaria. Salinger, fiel a su misantropía, nunca manifestó su opinión al respecto. Siguió publicando cosas, aunque principalmente cuentos y relatos. Ninguna otra novela. Se llegó a dar una situación tan ridícula como que El guardián entre el centeno era a la vez el libro más leído y el más prohibido en los institutos estadounidenses. No obstante, Harper Lee decidió romper su silencio y escribió una carta al consejo de profesores de un instituto donde se había prohibido la lectura de su novela. 
         El guardián entre el centeno, al igual que Matar un ruiseñor, se encuentra narrada desde la perspectiva subjetiva de su protagonista. El joven Holden Caulfield, icono generacional y uno de los personajes mejor construidos de la historia de la literatura, rompe con todas las convenciones sociales que existían hasta la fecha en cuanto a los adolescentes. Holden es malhablado, fuma constantemente, practica sexo y es mal estudiante. Lo tiene todo para ser un antagonista, y sin embargo goza del beneficio del lector gracias a su honestidad y su carisma.
         Holden tiene diecisiete años y la tozudez de la edad. Es cínico y sabe sacarle punta a todas las situaciones, critica a todo el mundo y las clases sociales establecidas. Además, se queja de todo y por todo a todas horas, lo cual lo convierte en un personaje insoportable y genuinamente adolescente. No obstante, aunque podría perpetuar los tópicos de la edad, la relevancia del personaje reside precisamente en que destroza las convenciones que le vienen dadas. Habla como cualquier persona de su edad, y así escribe. Baste su presentación, toda una declaración de intenciones, para conocer algo más de él.

Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco.
Salinger, J.D. El guardián entre el centeno. Alianza Editorial, S.A.
        
         Es curioso que en la novela el único personaje que no parece alienado sea el joven Caulfield, y que además emprenda su particular rebelión contra esos valores sempiternos de tradicionalismo e inamovilidad. Por eso odia a los adultos. No quiere crecer: Holden Caulfield es un Peter Pan moderno. A pesar de todo, actúa a veces como un adulto (fuma, bebe, contrata los servicios de una prostituta) y a veces como un crío (vuelve a casa porque tiene frío y hambre y echa de menos a su familia), es decir, refleja la indefensión e indecisión adolescentes a la perfección. Al contrario que en la mayoría de las narraciones, en El guardián entre el centeno no sucede nada; no surge todo a raíz de un conflicto. Los personajes no cambian. Con todo y eso, funciona, o tal vez por eso mismo, porque no pretende dogmatizar, sino mostrarnos la vida de un muchacho perdido y acomodado que pretende invadir una Nueva York donde los adultos son espectros. ¿Cuáles son los roles sociales de los que bebe Holden? Lo han expulsado de tres institutos, no aguanta a sus compañeros de residencia, ama a algunas chicas y a otras las desprecia, critica a los desconocidos, teme a sus padres (tal vez el único atisbo de conflicto en el libro es que, para no contar a sus padres que lo han expulsado del instituto, decide pasar los tres días antes de las vacaciones por Nueva York a la aventura), sólo respeta a su hermana. Todo lo demás le parece superficial: a su hermano mayor sólo lo envidia porque está independizado en Hollywood, pero critica que haya prostituido su talento como escritor en la fábrica de sueños.
         Si Scout Finch encontraba su principal apoyo en la figura del padre, Holden sólo cree en los niños en lo que parece ser un movimiento a favor de Nunca Jamás como única utopía posible. Al menos hasta que siente la cabeza. Y es que si hay algo que humaniza profundamente a Holden es su ternura, la capa de amor que guarda bajo su mito de invencibilidad (de ahí su comportamiento tan autodestructivo), su mito personal (tiene la sensación de ser el centro del mundo, hecho que Salinger refuerza al construir la novela desde la perspectiva de Holden) y otra forma de egocentrismo, el público imaginario[1] (Holden no pierde detalle de cuanto le rodea, y desde luego parece importarle la impresión que causa ante los demás); si hay algo que lo humaniza, digo, probablemente se trate de su carácter solidario hacia sus hermanos pequeños (del primero habla con puro amor, pues murió hace poco a los nueve años), en concreto de su hermana, que acaba siendo el motivo por el que vuelve a casa. Aquí queda patente que, si bien los adolescentes son montañas rusas emocionales y profundamente egoístas, Holden Caulfield tira al suelo estereotipos una vez más al autodenominarse “guardián de los niños”:

(...) me imagino a muchos niños pequeños jugando en un gran campo de centeno y todo. Miles de niños y nadie allí para cuidarlos, nadie grande, eso es, excepto yo. Y yo estoy al borde de un profundo precipicio. Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser. Reconozco que es una locura.
Salinger, J.D. El guardián entre el centeno. Alianza Editorial, S.A.

         En definitiva, dos claros ejemplos llenos de matices sobre la etapa vital más convulsa a la que se enfrenta el ser humano, la etapa de formar una personalidad, de encontrar un hueco en la realidad social y comenzar a existir. Dos ejemplos excepcionales de que los niños y adolescentes pueden ser difíciles, pero también una recompensa infinita. Y la certeza de que tal vez la literatura no alcance las cotas de excelencia de un estudio universitario, pero tengo la certeza de que el alma de los niños, su inocencia y corrupción estarán mejor reflejados en Peter Pan y Wendy, la saga Harry Potter, El color púrpura, Turismo de interior, El incidente del perro a medianoche, La traición de Wendy o El dador, entre tantas otras, que en cualquier tesis o proyecto de máster.

[1] Berger, Kathleen Stassen Berger. Psicología del desarrollo: infancia y adolescencia. Ed. Médica Panamericana, 2007

viernes, 10 de diciembre de 2010

Adolescentes difíciles y literatura, y tv, y cine, y... (I)




LA REVOLUCIÓN JUVENIL
 



BLOG  de un adolescente cualquiera (extracto real)

La gente estudia. Es lo natural. Todo el mundo lo hace (o lo ha hecho). Yo estoy en la edad. Mis 16 años (mal llevados) no han tenido realmente momentos significativos de estudio. Tal vez este septiembre, que tuve que estudiar las 10 asignaturas que llevaba (de las cuales aprobé cuatro, creo recordar). Lógicamente, mis 16 años (mal llevados) conllevan una época de estudio presente y futura. Vamos, que había que cambiar el chip y empezar a coger el hábito. Más vale tarde que nunca. El problema es cuando, al más puro estilo Zipi y Zape, las cosas se tuercen por más buena intención que le ponga. Tener varios exámenes, varios trabajos, un empleo (no remunerado y poco trabajoso, pero empleo), etcétera, es algo terrible para alguien tan desordenado como yo. Siempre lo he sido. Y intentar poner en práctica eso de 'primero lo pequeño, luego lo grande' con esto no me ha servido. He hecho deberes, he realizado trabajos (con mayor o menor fortuna), pero he estudiado poco y mal. Y de eso me he dado cuenta cuando, a menos de 12 horas de un examen relativamente importante, he advertido que la media hora de estudio diario de una asignatura difícil como es Física y Química (nivel 4º de ESO, tras un año en el mismo curso sin dar esa asignatura y recordando poco o nada de 3º) no había sido suficiente y había olvidado todo. Todas las fórmulas, que me sabía bastante bien, se habían evaporado. Probablemente los nervios (soy muy dado a eso con temas de exámenes, aunque NUNCA lo muestre) han jugado un buen papel en esto. No obstante, 'Common People', de Pulp, en bucle y algo de fuerza de voluntad (y dos tazas king-size de café) me han servido para que a estas horas (seis del examen) me sepa bastante bien el tema. Me sé la ley de Hooke, los métodos gráficos y analíticos para hallar el punto de aplicación de la resultante de dos fuerzas paralelas con el mismo sentido, la regla del paralelogramo (para hallar la resultante de varias fuerzas concurrentes), cómo representar gráficamente el vector F (fuerza, expresada en Newtons, N)...
Y, en cortos descansos, he tenido tiempo también de leerme 'La Metamorfosis', de Kafka, para un examen de lectura que tengo en cinco horas. Creo.
Vamos, que ha sido una noche productiva. A ver si mantengo el ritmo...
Ni de coña.

EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO (así ve el mundo Holden Caulfield)
Chicas con las piernas cruzadas, chicas con las piernas sin cruzar, chicas con piernas fantásticas, chicas con piernas asquerosas, chicas que parecían chicas estupendas y chicas que debían de ser unas brujas si llegabas a conocerlas. Era un panorama muy bonito, si entienden lo que quiero decir. En cierto modo, era también bastante deprimente porque uno no podía dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Quiero decir cuando salieran del colegio y la universidad. Te imaginabas que la mayoría se casarían con unos imbéciles. Con tíos de esos que siempren están hablando de cuántos kilómetros pueden sacarle a un litro de gasolina en sus malditos coches. Tíos que se enfandan como niños cuando les ganas al golf o hasta a un juego tan estúpido como ping-pong. Tíos malos de verdad. Tíos que nuncan leen libros. Tíos aburridos...
"(…) Espero que cuando me llegue el momento, alguien tendrá el sentido suficiente como para tirarme al río o algo así. Cualquier cosa menos que me dejen en un cementerio. Eso de que vengan todos los domingos a ponerte ramos de flores en el estómago y todas esas puñetas... ¿Quién necesita flores cuando ya se ha muerto? Nadie."

Serie tv: Misfits 1x06

NATHAN: "She's got you thinking this is how you’re supposed to be. It's not. We're young. We’re supposed to drink too much. We're supposed to have bad attitudes and shag each other's brains out. We were designed to party. We owe it to ourselves to party hard. We owe it to each other. This is it. This is our time. So a few of us will overdose, or go mental. Charles Darwin said you can't make an omelette without breaking a few eggs. That's what it's about - breaking eggs - by eggs, I mean, getting twatted on a cocktail of class As.


If you could see yourselves... We had it all. We have fucked up bigger and better than any generation that came before us. We were so beautiful... We're screw-ups. I plan on staying a screw-up until my late twenties, or maybe even my early thirties. And I will shag my own mum before I let her.... or anyone else take that away from me!"

MATAR UN RUISEÑOR
EXTRACTO de carta de Harper Lee a un instituto censor: Recently I have received echoes down this way of the Hanover County School Board's activities, and what I've heard makes me wonder if any of its members can read. Surely it is plain to the simplest intelligence that To Kill a Mockingbird spells out in words of seldom more than two syllables a code of honour and conduct, Christian in its ethic, that is the heritage of all Southerners. To hear that the novel is "immoral" has made me count the years between now and 1984, for I have yet to come across a better example of doublethink. I feel, however, that the problem is one of illiteracy, not Marxism. Therefore I enclose a small contribution to the Beadle Bumble Fund that I hope will be used to enrol the Hanover County School Board in any first grade of its choice.
Atticus Finch:“Mockingbirds don’t do one thing but make music for us to enjoy . . . but sing their hearts out for us. That’s why it’s a sin to kill a mockingbird.”

domingo, 5 de diciembre de 2010

Queridos Reyes Magos, querido Papá Noel...

Este año he sido bueno. Siempre lo soy, pero éste en especial he sido muy, muy bueno. Y he tenido suerte; me han pasado cosas excelentes. Podría pedir cosas imposibles y cursis, ya sabéis, que me devolváis a mi tía o poder publicar otro libro: regaladme un certamen de poesía, porfa. Pero ya nos conocemos, y es bastante obvio que eso no funciona, de modo que me iré a lo inmediatamente material y posible. Iré ampliando la lista paulatinamente:


-Altavoces para el portátil. Potentes y ruidosos.
-Una conexión a Internet.
-Un disco duro externo con MUUUUUUUCHA capacidad.
-El primer DVD de Buffy Cazavampiros y el cuarto de la temporada 4 de Six Feet Under. Los perdí, pero tengo el resto de la colección.
-Una batería para el portátil, que ésta está cascada: HP Pavilion dv5
-Películas en DVD: Donde viven los monstruos, Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Garden State, Revolutionary Road...
-Una sudadera de la Universidad de Swansea
-Un tocadiscos para vinilos
-Un trípode pequeñito, barato, portátil, flexible para la Reflex ^^


Eso, de momento.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Seamos sensatos

Ya sabéis cómo me pongo con según qué cosas concernientes a la Iglesia. Parece que al fin Ratzinger recobra algo de sensatez y, por primera vez en la Historia, un Papa se atreve a hablar de sexualidad humana. Es más, hasta da el visto bueno al uso del preservativo en ciertos casos (los prostituidos), pero por algo se empieza, ¿no? Naturalmente sigue empecinado en negarse al aborto y el empleo de la píldora anticonceptiva (cosa que no entiendo, ya que no implica "asesinato" como el aborto, sólo la no concepción, la no creación de una vida). Bueno, bueno, bueno. Esperemos, que de ésta a unos años, todos de orgía en el Vaticano. Os dejo una reflexión del genio José A. Pérez, deslenguado y mordaz guionista.

Si Dios existe, inventó los matices. Parece poco probable, por tanto, que ese ser omnisciente y eterno sea tan mezquino y dogmático como los mojigatos que dicen hablar en su nombre. A no ser, claro, que Dios sea un hijo de puta sin escrúpulos que nos creó en un arrebato de sadismo sólo para reírse de nuestras limitaciones. Lo que resulta incuestionable es que la frecuencia de los pensamientos de ese supuesto Dios está más allá de nuestra capacidad auditiva. La radiación cósmica de fondo no opina sobre condones.
Extraído de Mi mesa cojea 

lunes, 15 de noviembre de 2010

Jose Alberto Arias Pereira siempre quiso ser pintor

¿Cómo le dices a un niño
lo que le puede gustar o no?
¿Con qué cara alimentas
al sistema?

Cuando era pequeño me gustaba dibujar. Al parecer, desde que supe agarrar algo con mis deditos me dio por coger libros y ceras y pasar horas enteras coloreando, dibujando, atisbando las letras para imitarlas más adelante…
         Se me daba bien todo lo que tenía que ver con el papel. Acabé el Micho —la cartilla de lectura— el primero de mi clase, lo recuerdo porque fue una de las primeras victorias que logré en mi vida. También recuerdo que, si nos portábamos bien y hacíamos las cosas rápido, podíamos utilizar el resto del tiempo para jugar o dibujar. Ya entonces tenía una obsesión con captar mi naturaleza, mi entorno en una hoja de papel. Teníamos en el aula de párvulos una imagen, un dibujo de Pinocho muy grande (a mí se me antojaba inmenso con cinco años) y yo me dedicaba a dibujarlo en escala pequeña en mi hoja de papel. Luego se lo enseñaba a la seño, como todo de lo que nos sentíamos orgullosos. Uno de tantos días se me acercó a la mesa y miró mi dibujo, miró el Pinocho de la pared y me dijo:
         —Jose, qué bonito. Un día te voy a dar un rollo de papel para que lo dibujes igual de grande que el de la pared.
         A los cuatro o cinco años las palabras de tu maestra son tu Biblia, de modo que yo lo creí a pies juntillas. No hubo un día de desencanto, no. Acabó el curso y me cambiaron de aula y de maestra, y poco a poco asumí que nunca podría dibujar ese Pinocho gigante, por mucho que me rompiera el corazón tener que asumirlo.´
         Otro de los hechos, ya en la casa, no en el colegio, que me marcaron sin saber en qué momento, fue también sencillo y relacionado con el dibujo. Correría el año 1992 o así, porque a mi hermano pequeño, el recién llegado, le habían regalado un peluche de Curro, la mascota de la Expo de Sevilla. Total, no sé si recordarán que Curro era un pájaro blanco con una cresta y un pico de una tira de colores: uno, que siempre ha sido tan influenciable, hablaba con su madre una tarde de invierno (recuerdo la lámpara encendida y la tela de las faldillas de la mesa) sobre lo que me gustaba:
         —Mis colores favoritos son estos. El azul, el verde, el rojo, el amarillo y el rosa porque son los que salen aquí.
         —Hijo mío, el rosa no. El rosa les gusta a las niñas, no a los niños —me explicó ella, tan convencida de lo apropiado de la respuesta.
         Yo sentí entonces ese atisbo de culpa por hacer algo que no debía hacer (¡gustarme el rosa, el color que les  gusta a las niñas!) pero también esa incertidumbre, la incomprensión de no saber qué malo tenía el color rosa. Supongo que a partir de entonces dejé de colorear la piel de mis dibujos de color rosa y o cambié por el preciado color carne.
         Supongo que con el tiempo aprendí a ser un conformista. Y que todas las promesas sin cumplir, todo lo prohibido siguió conformando el camino que habría de seguir hasta el aquí y ahora.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Genios

Ya ves, a veces me canso
de ser hombre y también
me agota escuchar
que todo va bien...
ISMAEL SERRANO


Quien me lee habitualmente habrá podido comprobar que de un tiempo a esta parte estoy bastante reflexivo. Me planteo cosas que la gente se plantea por lo general en los años de instituto. Como si, al darme cuenta de que acababa por fin la carrera, tenía que empezar a planear mi vida. La típica crisis adolescente. Todo bien hasta ahí. Sólo que yo no soy un adolescente: tengo 23 años. He aprendido en el máster que acabo de comenzar (sí, como ven tres días de máster pueden dar para mucho) que la adolescencia se ha alargado debido a los cambios económicos y sociales, que los chavales rehuyen cosas como el compromiso, el trabajo y la emancipación. Al menos sucede así en España. Por eso es habitual encontrar gente en la facultad ocupando un ordenador no para buscar información o redactar su último trabajo de investigación, sino para ver lo último de The Big Bang Theory (y esto es verídico: ahí está la tía, con dos cojones, ocupando un ordenador para ver los desvaríos amorosos de Sheldon Cooper mientras yo tengo que comprobar mi horario de clase). Total, gente para todo y yo asustado.
          Desde un tiempo atrás me sucede otra cosa que me deja indefenso: conozco genios. ¿Han conocido alguna vez un genio? Yo he conocido varios, o igual tengo demasiado devaluado esto de la genialidad. El hecho de conocer tantos genios, como digo, me ha hecho descubrir mi mediocridad (en el sentido de normalidad, vulgaridad), hecho que a su vez me hace plantearme muchas cosas. El sentido de la vida. El sentido de todo lo que hacemos. Si tiene sentido escribir o seguir un blog o perder el tiempo en Internet. Si algo vale realmente la pena.
          Todo puede ser, desde luego, que me encuentre algo disperso: este fin de semana, por ejemplo, tengo que buscar una ilustración para un relato que queremos incluir en nuestra revista, tengo que escribir dos artículos (uno de música española y uno larguísimo de televisión española) para la misma revista, porque me he comprometido y cuando me comprometo soy muy extremo y me obligo a cumplir: así funciono yo; para acabar, tengo también que redactar dos reflexiones/redacciones para el máster de Profesorado, cómo no, y mañana por la tarde voy a recoger un pase de prensa para el festival de cine fantástico que tendrá lugar la semana que viene en Granada, para cubrir al menos los pases de algunas películas. Además, tengo que preparar las plaquettes caseras que quiero repartir en el recital del sábado que viene en un local mítico de Granada, La Tertulia. Les recuerdo que será una noche completita de concierto (Carlos Siles) y recital/lectura/sorpresas.
          Pero en realidad creo que no es eso. Uno de los genios a los que conozco me dijo una vez que, como escritores, debíamos procurar escribir como si todo estuviera grabado a piedra. Que no nos permitamos el lujo de perder el tiempo en naderías, y visto lo visto, creo que mi blog es una nadería. No voy a cambiar el mundo por escribir lo que quiera en "mi casa", y en cualquier caso mi presencia cibernética se encuentra más que justificada de por sí. Otro día hablaré de mi dispersión, mi huella internetil. Mientras tanto, seguiré conociendo genios y tratando de encontrarle razón de ser al resto del Universo.





domingo, 7 de noviembre de 2010

Carta a un Jose futuro

Hola, Jose:


            A veces, cuando no tienes nada que hacer (siempre hay algo que hacer) te da por leer en Internet, y cuando te has leído todo el Internet te da por volver a tu casa, a tus escritos, a tu vida, a tu blog y a corregirlo, a ponerle nota. Esto sobra, este día parecía un gilipollas, idiota, ahí estabas enamorado, aquí eras un mediocre. Por eso te escribo esta noche. Estoy viendo Caótica Ana, la película-experimento por antonomasia del cine español contemporáneo. Te da pena Medem porque te sientes identificado con sus personajes. De hecho, recuerdas que una de las pocas veces que una película te ha hecho sentir libre fue con Habitación en Roma, como hace poco te pasó, por ejemplo, con Cómo ser John Malkovich.
            Jose, hay días en los que ves una de estas películas y sientes que nada de esto tiene sentido. Que te ponen metas donde nadie debería poner barreras, que a veces te las pones tú. Ahora tengo 23 años, puede que cuando me leas tengas 24 o 25, y sentirás que ahora mismo soy un gilipollas, de acuerdo, pero estoy absolutamente convencido de que harás caso a mis palabras.
            Ahora mismo tienes el mundo a tus pies y sólo te atan tus miedos. Te esperan Madrid, Londres y Nueva York con los brazos abiertos, tienes que salir al mundo. Dejar la mordaza, escribir ajeno a todo, llevarte cuatro cuadernos en blanco y muchos bolígrafos. Leer, tal vez. Olvidar la exponencia audiovisual que en este momento ahoga tu vida. Buscar otras biblias. Espero que para cuando me leas tengas claras tus prioridades como las tienen tus amigos. Si de verdad quieres ser escritor, sólo hacen falta papel y lápiz. Lo demás son imposturas. Créeme. Me crees.
            Ahora mismo no sabes alcanzar otro estado de conciencia, no sabes pensar de otro modo, pero tienes la ilusión que hace girar el mundo. El optimismo y las ganas. Eso siempre. Pero es el puto miedo. Conoce gente: busca músicos, artistas callejeros, escritores viejos y muy leídos, directores de cine, chavales con una videocámara por la calle. Busca y pregunta. Ahí fuera radica lo extraordinario.

Busca, joder. Y trata por una vez de ser honesto. Un abrazo,

                                                                                                  Jose

                                                                                          

lunes, 11 de octubre de 2010

Entrevista al Papa

Extraída del excelente blog Mi mesa cojea, de Jose A. Pérez, guionista y pensador, persona non grata. Os recomiendo de paso, Ciudad K, lo mejorcito que se ha hecho en mucho tiempo de televisión en España.

JOSE: Excelencia, gracias por recibirme. 



PAPA: Santidad. 

J: Oh, gracias, pero no creo que sea para tanto. 

P: Me refería a mí. 

J: Ah. Claro, Santidad, perdone. 

P: Absuelto. 

J: He leído en varios medios que la semana pasada comparó a los ateos con los nazis. 

P: Correcto. 

J: ¿No le parece un poco excesivo? 

P: Mira, hijo, yo fui de las juventudes hitlerianas, sé de lo que hablo. 

J: Pero los nazis mataron a muchísima gente. 

P: ¿Tú fuiste de las juventudes hitlerianas? 

J: No, pero… 

P: ¿Has sido nazi alguna vez en tu vida? 

J: No. 

P: Pues yo sí. Así que no hables de lo que no sabes. Mira, desde que dejamos de quemar brujas, la Iglesia ha sido muy condescendiente con los ateos. ¿Resultado? Ahora van por ahí masturbándose y abortando. Incluso he oído que fornican por el orificio de la defecación. ¿Crees que Dios nos puso ese orificio ahí con esa finalidad? Con lo a desmano que está, hace falta ser vicioso… 

J: Con todos los respetos, Santidad, creo que el fornicio anal no es un invento nuevo. 

P: ¡Pero ahora hay orgullo en ello! Ahora los ateos se vanaglorian del Big Bang y de las penetraciones anales. Están obsesionados con los agujeros, como ese ateo inglés, Stephen no sé qué. 

J: Hawking. 

P: Ése. 

J: Bueno, es un científico, sólo hace su trabajo. 

P: Los científicos tienen que estudiar cosas importantes, como porqué los preservativos son malos para el alma. 

J: Pero es que los científicos sostienen que no hay alma. 

P: ¿Lo ve?, fíjese si les queda campo de estudio todavía. No puede ser que anden por ahí clonando ovejas cuando ni siquiera saben dónde está el alma. 

J: Cambiando de tema, Santidad… ¿Qué tiene que decir de los abusos? 

P: ¿Qué abusos? 

J: Bueno, ya sabe… Han aparecido noticias de personas que dicen haber sido violadas por… 

P: Oh, esos abusos. El Vaticano condena tajantemente los abusos de menores. Cinco importantes teólogos llevan cuatro años dándole vueltas al tema y han llegado a la conclusión de que, si Dios quisiera que practicáramos el coito con niños, no los haría tan pequeños. 

J: Interesante. 

P: Es una cosa horrible que un hombre de Dios fornique con niños chicos. No me lo puedo ni imaginar, y créame que lo he intentado con enorme ahínco. 

J: ¿No arreglaría las cosas permitir que los curas tengan relaciones sexuales con normalidad? 

P: Eso es inviable. Los católicos tenemos que pensar en Dios como en la fimosis del alma. No hay mala voluntad en Dios, como no la hay en el prepucio anormalmente estrecho. 

J: ¿Y qué va a hacer el Vaticano para evitar que esto ocurra de nuevo? 

P: Tenemos un plan de acción. A partir de ahora, cuando veamos a un cura contento será inmediatamente expulsado de la Iglesia. 

J: ¿Y si está contento por otra cosa que no tenga relación con niños? 

P: No seas ridículo, ¿por qué iba a estar contento un cura? 

J: Una última pregunta, Santidad. ¿Cuándo tendrán pleno derecho las mujeres en la jerarquía católica? 

P: Nosotros no tenemos ningún problema con las mujeres en sí. Lo que nos molesta son los pechos y las vaginas. Y las nalgas también nos turban un poco. Y las nucas. Y ocasionalmente, también las piernas y los vientres, particularmente si son planos. Y tampoco nos acaba de convencer esa zona de la espalda que está justo encima de las nalgas y que a veces asoma cuando se sientan, ¿sabes de lo que te hablo? 

J: Perfectamente. 

P: Sí… Ese Satán sabe hacer las cosas, ¿eh?



lamusique

No podría vivir sin

eveybody's gotta learn sometimes

Un libro

Un libro
Un saco de huesos, Stephen King