And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.
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lunes, 31 de enero de 2011

Escritores III

Desde que escribo soy exhibicionista. Tengo diarrea verbal y literaria: no puedo contener lo que produzco.
Hay estadísticas que dicen algo así como que el 20% de los lectores escriben (sí, me he inventado el dato, qué más da). La cuestión es que cuando leí la noticia, me impresionó. No es nada nuevo que el ochenta por ciento de los lectores de poesía sean poetas. Con la narrativa, por suerte, las cifras son más alentadoras. De la ¿gran? cantidad de lectores de novelas o cuentos, sólo una pequeña parte escribe además. En cualquier caso, sigue siendo una cifra muy alta, y uno no tiene más que preguntarse cómo la industria no ha sucumbido aún. Y es que de la gente que escribe, muy pocos enseñan su obra.
Yo es algo que no entiendo. También me dijo un amigo escritor (aficionado, pero un escritor excelente) que en un Congreso o unas Jornadas o algo de eso habían llegado a la conclusión de que un bloguero, por ejemplo, es un escritor. Igual no ha publicado un libro, pero publica su obra en otro medio, ergo es escritor. Lo que yo no entiendo es escribir para guardarlo en un cajón. Imaginen que Shakespeare, Cervantes, Bukowski o Mary Shelley hubieran sido de natural vergonzosos. O tímidos, íntimos, llámalo como quieras. Imaginadlo. La historia se habría perdido grandísimas obras maestras que han definido el curso de la literatura como la conocemos. Hay un escritor español muy, muy bueno que se llama José Carlos Somoza e hizo una reflexión al respecto que he citado en más de una ocasión:
Sin embargo, no creo que sea posible concebir exterminio más absoluto para un escritor que la destrucción de su obra. Me pregunto cuántas criaturas anónimas lograron cumplir el deseo de inmolación final que Kafka pidió a su amigo Max Brod (quemar todos sus manuscritos). Para bien del mundo, Brod desobedeció. Pero ¿cuántos escritores (porque escritor es el que escribe) tuvieron amigos más leales, o más idiotas, o menos intuitivos? ¿Existieron, acaso, Ilíadas que se disolvieron en la nada, Hamlets que el mundo no conocerá, Búsquedas del tiempo perdido irremisiblemente perdidas? Nada nos asegura que aquello que queda sea lo único que ha habido. Nada nos dice que aquello que no se suicida sea lo único que merecía vivir. Las papeleras (y las hogueras) tienen su propia, innumerable, terrible biblioteca de olvidos arrugados que nadie leyó ni leerá, y allí se quedan.
¿Tiene el derecho de llamarse escritor quien no ofrece su obra al público? ¿Sería El Quijote siendo una obra maestra si Cervantes la hubiese mandado guardar bajo llave en un cajón hasta que se la comieron los ratones? La respuesta es evidente: NO. No porque no siguiera siendo igual de genial, sino por el hecho de que no habría cambiado la vida de nadie, ni marcado ningún estándar a seguir, ni se estudiaría ni se leería. Y aún así, existió, que es lo más triste. ¿Cuántas maravillas de este calibre se habrá perdido el hombre a lo largo de los siglos? Nunca lo sabremos.
Por eso animo a quienes se llaman escritores a imprimir sus cuentos y pasarlos entre los compañeros de clase o curro, o que se abran un blog y ofrezcan su don al resto del mundo, a que prueben suerte en certámenes, a que envíen cosas a editoriales. En definitiva, a que crean en sus opciones.
Creer es querer es poder.


viernes, 24 de diciembre de 2010

Jou, jou, jou, Feliz Navidad


¿Os gusta la Navidad? ¿En serio? ¿Por algo en concreto? ¿Por estar con la familia? ¿Porque hacéis recuento y echáis la vista atrás y os dais de que un año más nada ha cambiado en vuestras vidas y albergáis la esperanza de que el año que entra suponga toda una revolución? ¿Por la cantidad ingente de comida insalubre? ¿Por el frío? ¿Por la temporada de trabajo en el campo? ¿Por los regalos que nunca llegan como querrías que llegaran? ¿Por los concejales vestidos de Reyes Magos? ¿Por el betún? ¿Por el carbón? ¿Porque ya no sois niños? ¿Porque os gusta comeros una docena de uvas al ritmo de las campanadas? ¿No os gusta bailar con la música del Telediario? ¿Por el gasto de los ahorros de once meses?


pd: en estas fechas tan señaladas, Apenas el 28,1% de los españoles se declara "católico practicante". Los mayores de 60 años, con un 90,4% de creyentes, sustentan la Iglesia 

lunes, 15 de noviembre de 2010

Jose Alberto Arias Pereira siempre quiso ser pintor

¿Cómo le dices a un niño
lo que le puede gustar o no?
¿Con qué cara alimentas
al sistema?

Cuando era pequeño me gustaba dibujar. Al parecer, desde que supe agarrar algo con mis deditos me dio por coger libros y ceras y pasar horas enteras coloreando, dibujando, atisbando las letras para imitarlas más adelante…
         Se me daba bien todo lo que tenía que ver con el papel. Acabé el Micho —la cartilla de lectura— el primero de mi clase, lo recuerdo porque fue una de las primeras victorias que logré en mi vida. También recuerdo que, si nos portábamos bien y hacíamos las cosas rápido, podíamos utilizar el resto del tiempo para jugar o dibujar. Ya entonces tenía una obsesión con captar mi naturaleza, mi entorno en una hoja de papel. Teníamos en el aula de párvulos una imagen, un dibujo de Pinocho muy grande (a mí se me antojaba inmenso con cinco años) y yo me dedicaba a dibujarlo en escala pequeña en mi hoja de papel. Luego se lo enseñaba a la seño, como todo de lo que nos sentíamos orgullosos. Uno de tantos días se me acercó a la mesa y miró mi dibujo, miró el Pinocho de la pared y me dijo:
         —Jose, qué bonito. Un día te voy a dar un rollo de papel para que lo dibujes igual de grande que el de la pared.
         A los cuatro o cinco años las palabras de tu maestra son tu Biblia, de modo que yo lo creí a pies juntillas. No hubo un día de desencanto, no. Acabó el curso y me cambiaron de aula y de maestra, y poco a poco asumí que nunca podría dibujar ese Pinocho gigante, por mucho que me rompiera el corazón tener que asumirlo.´
         Otro de los hechos, ya en la casa, no en el colegio, que me marcaron sin saber en qué momento, fue también sencillo y relacionado con el dibujo. Correría el año 1992 o así, porque a mi hermano pequeño, el recién llegado, le habían regalado un peluche de Curro, la mascota de la Expo de Sevilla. Total, no sé si recordarán que Curro era un pájaro blanco con una cresta y un pico de una tira de colores: uno, que siempre ha sido tan influenciable, hablaba con su madre una tarde de invierno (recuerdo la lámpara encendida y la tela de las faldillas de la mesa) sobre lo que me gustaba:
         —Mis colores favoritos son estos. El azul, el verde, el rojo, el amarillo y el rosa porque son los que salen aquí.
         —Hijo mío, el rosa no. El rosa les gusta a las niñas, no a los niños —me explicó ella, tan convencida de lo apropiado de la respuesta.
         Yo sentí entonces ese atisbo de culpa por hacer algo que no debía hacer (¡gustarme el rosa, el color que les  gusta a las niñas!) pero también esa incertidumbre, la incomprensión de no saber qué malo tenía el color rosa. Supongo que a partir de entonces dejé de colorear la piel de mis dibujos de color rosa y o cambié por el preciado color carne.
         Supongo que con el tiempo aprendí a ser un conformista. Y que todas las promesas sin cumplir, todo lo prohibido siguió conformando el camino que habría de seguir hasta el aquí y ahora.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Genios

Ya ves, a veces me canso
de ser hombre y también
me agota escuchar
que todo va bien...
ISMAEL SERRANO


Quien me lee habitualmente habrá podido comprobar que de un tiempo a esta parte estoy bastante reflexivo. Me planteo cosas que la gente se plantea por lo general en los años de instituto. Como si, al darme cuenta de que acababa por fin la carrera, tenía que empezar a planear mi vida. La típica crisis adolescente. Todo bien hasta ahí. Sólo que yo no soy un adolescente: tengo 23 años. He aprendido en el máster que acabo de comenzar (sí, como ven tres días de máster pueden dar para mucho) que la adolescencia se ha alargado debido a los cambios económicos y sociales, que los chavales rehuyen cosas como el compromiso, el trabajo y la emancipación. Al menos sucede así en España. Por eso es habitual encontrar gente en la facultad ocupando un ordenador no para buscar información o redactar su último trabajo de investigación, sino para ver lo último de The Big Bang Theory (y esto es verídico: ahí está la tía, con dos cojones, ocupando un ordenador para ver los desvaríos amorosos de Sheldon Cooper mientras yo tengo que comprobar mi horario de clase). Total, gente para todo y yo asustado.
          Desde un tiempo atrás me sucede otra cosa que me deja indefenso: conozco genios. ¿Han conocido alguna vez un genio? Yo he conocido varios, o igual tengo demasiado devaluado esto de la genialidad. El hecho de conocer tantos genios, como digo, me ha hecho descubrir mi mediocridad (en el sentido de normalidad, vulgaridad), hecho que a su vez me hace plantearme muchas cosas. El sentido de la vida. El sentido de todo lo que hacemos. Si tiene sentido escribir o seguir un blog o perder el tiempo en Internet. Si algo vale realmente la pena.
          Todo puede ser, desde luego, que me encuentre algo disperso: este fin de semana, por ejemplo, tengo que buscar una ilustración para un relato que queremos incluir en nuestra revista, tengo que escribir dos artículos (uno de música española y uno larguísimo de televisión española) para la misma revista, porque me he comprometido y cuando me comprometo soy muy extremo y me obligo a cumplir: así funciono yo; para acabar, tengo también que redactar dos reflexiones/redacciones para el máster de Profesorado, cómo no, y mañana por la tarde voy a recoger un pase de prensa para el festival de cine fantástico que tendrá lugar la semana que viene en Granada, para cubrir al menos los pases de algunas películas. Además, tengo que preparar las plaquettes caseras que quiero repartir en el recital del sábado que viene en un local mítico de Granada, La Tertulia. Les recuerdo que será una noche completita de concierto (Carlos Siles) y recital/lectura/sorpresas.
          Pero en realidad creo que no es eso. Uno de los genios a los que conozco me dijo una vez que, como escritores, debíamos procurar escribir como si todo estuviera grabado a piedra. Que no nos permitamos el lujo de perder el tiempo en naderías, y visto lo visto, creo que mi blog es una nadería. No voy a cambiar el mundo por escribir lo que quiera en "mi casa", y en cualquier caso mi presencia cibernética se encuentra más que justificada de por sí. Otro día hablaré de mi dispersión, mi huella internetil. Mientras tanto, seguiré conociendo genios y tratando de encontrarle razón de ser al resto del Universo.





domingo, 7 de noviembre de 2010

Carta a un Jose futuro

Hola, Jose:


            A veces, cuando no tienes nada que hacer (siempre hay algo que hacer) te da por leer en Internet, y cuando te has leído todo el Internet te da por volver a tu casa, a tus escritos, a tu vida, a tu blog y a corregirlo, a ponerle nota. Esto sobra, este día parecía un gilipollas, idiota, ahí estabas enamorado, aquí eras un mediocre. Por eso te escribo esta noche. Estoy viendo Caótica Ana, la película-experimento por antonomasia del cine español contemporáneo. Te da pena Medem porque te sientes identificado con sus personajes. De hecho, recuerdas que una de las pocas veces que una película te ha hecho sentir libre fue con Habitación en Roma, como hace poco te pasó, por ejemplo, con Cómo ser John Malkovich.
            Jose, hay días en los que ves una de estas películas y sientes que nada de esto tiene sentido. Que te ponen metas donde nadie debería poner barreras, que a veces te las pones tú. Ahora tengo 23 años, puede que cuando me leas tengas 24 o 25, y sentirás que ahora mismo soy un gilipollas, de acuerdo, pero estoy absolutamente convencido de que harás caso a mis palabras.
            Ahora mismo tienes el mundo a tus pies y sólo te atan tus miedos. Te esperan Madrid, Londres y Nueva York con los brazos abiertos, tienes que salir al mundo. Dejar la mordaza, escribir ajeno a todo, llevarte cuatro cuadernos en blanco y muchos bolígrafos. Leer, tal vez. Olvidar la exponencia audiovisual que en este momento ahoga tu vida. Buscar otras biblias. Espero que para cuando me leas tengas claras tus prioridades como las tienen tus amigos. Si de verdad quieres ser escritor, sólo hacen falta papel y lápiz. Lo demás son imposturas. Créeme. Me crees.
            Ahora mismo no sabes alcanzar otro estado de conciencia, no sabes pensar de otro modo, pero tienes la ilusión que hace girar el mundo. El optimismo y las ganas. Eso siempre. Pero es el puto miedo. Conoce gente: busca músicos, artistas callejeros, escritores viejos y muy leídos, directores de cine, chavales con una videocámara por la calle. Busca y pregunta. Ahí fuera radica lo extraordinario.

Busca, joder. Y trata por una vez de ser honesto. Un abrazo,

                                                                                                  Jose

                                                                                          

martes, 2 de noviembre de 2010

Carta a un Jose pasado

Querido Jose:


No tengas miedo de decir lo que piensas, de defender lo que crees. La vida no es fácil, más vale que lo sepas ya. Bueno, que la vida es fácil: son las personas quienes la hacen difícil. Viaja a todas partes. Eso será lo mejor de tu vida, que poco a poco descubrirás que tienes alma de aventurero.
           No digas no puedo. Siempre que te lo propongas, llegarás a la meta. No desistas en tus empeños y cree en ti mismo. Porque los demás son ratas. No escuches a las personas. Déjate enamorarte de vez en cuando decirle que la quieres, compartir tu vida con ella. Haz el amor y besa, bebe cerveza, fuma porros. Desahógate.
           Aprende a escoger tus lecturas y tus películas. Lee El guardián entre el centeno, El dador, Las vírgenes suicidas, Un mundo feliz. El resto no te hace falta. Mira American beauty, Pulp Fiction, Before Sunrise, Cómo ser John Malkovich, Soñadores (de Bertolucci), Hable con ella… Habla con ella. Con él. Con ellos. No te sonrojes nunca. Habla con el mundo y diles que sólo tú llevas razón.
            Cómprate un tocadiscos. Escucha The Smiths, Janis Joplin, Nina Simone, Radiohead, Muse… Huye de la radiofórmula como de la peste. Sé egoísta. De verdad, no mires a nadie.
            No hagas la comunión. Si la haces, escupe la hostia y písala delante del cura. No creas que si estudias mucho, llegarás más lejos. Llegarás al mismo sitio con la mitad del esfuerzo. Ten fe en ti mismo. Y tranquilo, todo llegará: los amigos, las mujeres, la universidad, la literatura.
            No toques la trompeta. Eres un negado, y lo sabes. Pasa de ella. Inténtalo con la guitarra.Un día conquistarás el mundo. Te quiero,


Jose

domingo, 22 de agosto de 2010

Pregón Fiestas 2010


Buenas noches vecinos, amigos y familia.
Hace un año yo no estaría dando este pregón. Es más, hace un año yo estaba sentado allí, al otro lado, cuando empecé a escribir un poema que aparece en el programa de las Fiestas de este año, dememoria. Habla de las raíces, de cómo aunque nos neguemos a reconocerlo, el lugar donde nacemos, el lugar que nos ve crecer conforma nuestra personalidad. Pero hace unas semanas nuestro alcalde, Pedro, me dijo: tú vas a dar el pregón este año, y como yo tengo el problema de que no he aprendido a decir no, aquí estoy. Desde luego es un orgullo que reconozcan tu trabajo o méritos, así que me gustaría darle las gracias tanto a él como a la comisión de Fiestas desde aquí por el apoyo que me han brindado.

Hablaba del tiempo. Cuántas cosas pueden pasar en un año: hace un año no había centro de día, este año tenemos un colegio nuevo, grandísimo (ahora que no quedan niños); este año ha llovido más que en todos los anteriores y han aflorado corrientes que parecían secas; este año el equipo de fútbol-sala de Bélmez de la Moraleda son los campeones provinciales. Más cosas… pronto tendremos una biblioteca nueva, supongo que más grande, y el famoso Centro de Interpretación de las Caras. Todo esto en un año.

Veréis, yo creo que los pueblos son como los padres. Salimos de ellos, nos lanzan al mundo, nos crían, nos malcrían, nos alimentan y esperan lo mejor de nosotros: generan una expectativa con respecto a nosotros que nos supera en muchos casos. Los pueblos quieren que de ellos salgan personalidades que difundan el nombre del pueblo, que lo lleven por todas partes, esas cosas. Los padres quieren arquitectos, notarios, ingenieros, gente de bien con carrera para que tengan futuro. Pero un hijo está en todo su derecho a desentonar, a no querer parecerse al padre a según qué edades. Tienes 15 o 20 años, te quieres comer el mundo, y dices: ¿pero qué les pasa a mis padres, qué le pasa a mi pueblo? Qué aburrimiento, no cambia, no hay música, no hay cine, no hay nada nuevo. En casa sólo vemos películas de vaqueros y fútbol… Porque seamos sinceros, Bélmez es un lugar para gente de más de 30 años, de aquellos que miran con nostalgia las tardes de juegos en el parque, en las calles persiguiendo perros o jugando a las chapas. Que Bélmez, como todos los pueblos, se mira el ombligo mucho y se olvida del resto del cuerpo. Mira hacia atrás, cuando era un gran pueblo, nadie lo duda. Había trabajo, ambiente, hasta fábricas y cine, pero eso fue hace treinta años.

Ahora hay gente de todo tipo: en Bélmez de la Moraleda hay pintores, abogados, ingenieros, guitarristas, melómanos, amantes, tenderos, soñadores, padres, madres… Hay de todo. Existe también la tendencia, como digo, a decir: qué bonito era el pueblo, y venía gente de toda la comarca y qué rica su comida y sus gentes, y hasta había artistas. Ahí está Antonio Guzmán Merino, que fue guionista de cine y poeta. Un visionario. Fue quien escribió también la Aparición y rescate del Señor de la Vida.
Pero vale la pena echar la vista más atrás y descubrir que Bélmez ha sido pueblo moro y cristiano, cordobés, granaíno o jiennense por igual. Que la identidad belmoralense como tal queda difusa, como si Bélmez fuera una vena y la abriéramos en una bañera. Un punto físico no significa nada. ¿Esto es Bélmez?

Bélmez de la Moraleda no sólo es este momento ni este lugar, porque si las personas somos el “yo y mi circunstancia”, que decía Ortega y Gasset, un pueblo es todo eso y más. Aunque no quede rastro de toda una generación: en 1232, en un Bélmez moro, se organizó una matanza donde se acabó con todo el mundo: hombres, mujeres y niños. Pero el Castillo de Belmez siguió siendo moro. Luego pasamos a formar parte del reino de Granada. Mágina era una coraza mora ante el avance cristiano, y Bélmez fue cristiana. Los moros recuperarían más adelante el pueblo. La Historia nos la sabemos, al final los cristianos llegaron, vieron, vencieron.
Granada se partió entre sus varios reinos y Bélmez pasó a formar parte de Jaén hace poco menos que tres siglos. Eso es lo que nos dice la Historia.

Pero yo quería hablar un poco de literatura, muy poco, lo prometo. Don Antonio Guzmán Merino estrenó su obra de teatro Los Gonzalones por toda Andalucía, y con el tiempo se tuvo que trasladar a Barcelona. Todo esto consta en la hemeroteca del ABC. Viene esto a decir que a veces no nos queda más que dejar el nido, la casa de mamá y papá, y emprender el vuelo. Yo he tenido la inmensa suerte de vivir en las cunas de dos poetas tremendos: Federico García Lorca, el granaíno al que mataron por maricón. El mejor poeta de nuestra historia, fíjense qué suerte. El otro, Dylan Thomas, un poeta inmenso de Swansea, Gales. Swansea es una ciudad feísima, muy fea, donde yo he sido más feliz que en cualquier otra parte. Es tan fea que su ciudadano ejemplar escribió de ella un verso: “Swansea, esa ciudad fea y encantadora”. Y ese verso se puede leer en el suelo nada más llegar a la estación de tren. Espléndido.

Aunque Bélmez de la Moraleda cuenta con que no es un pueblo feo, a lo sumo aburrido, o que vemos cómo se apaga poco a poco…Yo os animo desde aquí a hacer de Bélmez un lugar que crezca, que no se olvide, que no nos empape la lluvia amarilla. La lluvia amarilla cuenta la historia del último habitante de Ainielle, un pueblo del Pirineo aragonés. Un pueblo fantasma. Es precioso esto, ¿no? Un pueblo vacío donde sólo se cuelan el viento y el frío. Este pueblo existe, tuvo menos suerte que Bélmez y ahora mismo sólo hay casas cerradas, semiderruidas, y una novela que le honra. Que los fantasmas siempre rondarán nuestras cabezas. Cuando yo pienso en Bélmez pienso en mi abuelo, en los paseos junto a él después de misa, pienso en las migas y las gachas, cómo no en la aceituna y el taller de mis padres, el maravilloso olor a tela. Y en el lugar al que huir, porque el pueblo, como los padres, siempre estarán ahí: por eso huyo a Bélmez, no de Bélmez. Pero ante todo pienso en mi abuelo. Fantasmas…

Hoy es agosto, venimos de ver el Castillo. No estamos todos los que somos, pero somos todos los que estamos. Hay que ser felices, hay que aprovechar estos días para reconciliarnos con los demás, para acordarnos de los que faltan, para retomar amistades y tratar de evitar la lluvia amarilla, por bonita que sea. ¡Que empiece la verbena! Felices Fiestas, vecinos. De verdad.

sábado, 10 de julio de 2010

3, 2, 1...

Nuestro propio cielo (2007) from Roberto Pérez Toledo on Vimeo.


Hoy os dejo este corto, que no tiene nada que ver con lo que quería contar, pero lo reservo desde hace un tiempo y hoy es tan buen día como cualquier otro para mostrároslo.
Hoy venía a hablar de otras cosas. ¿Habéis visto la serie de televisión Gravity? Rarísima, pero rara, rara. Va de un grupo de suicidas que, por suerte o por desgracia, fallaron en su intento de morir y ahora tienen que reunirse con un psicólogo en una de esas terapias tan de moda en Estados Unidos a lo "Suicidas Anónimos". Progresivamente vamos conociendo los casos de todos los implicados, cómo sus vidas se entrelazan y se hacen necesarias para los demás. Aún no la he acabado, pero me está encantando.


Total, suicidio. La Iglesia lo repudia (y van...). Lo repudia, supongo, porque supone la destrucción de una criatura de Dios, y magna tarea sólo le corresponde al Creador. Pero Dios crea y se desentiende. No nos deja escoger, y vale, no es cuestión de que todos nos tiremos por un puente, pero a veces la vida nos supera. En esas ocasiones, las personas más débiles y valientes pueden sucumbir y dar el paso, abrazar la muerte al dulce sueño eterno en la tradición de los románticos. Yo sería incapaz: me falta el valor y las agallas, las tripas y la sangre fría. Y en cualquier caso, si alguna vez decidiera dar el paso, supongo que no podría desangrarme en una bañera por eso de que autoinfligirme daño. No puedo ni pincharme la heparina, ¿cómo cojones sería capaz de cortarme la piel hasta llegar a las venas, rasgarlas y dejar que la sangre (con su manto caliente) fluyera hacia fuera?


¿Y vosotros? ¿Sois de los débiles, de los valientes, de los cobardes? ¿Valoráis tanto la vida que el acto del suicidio os parece una atrocidad? Yo, como en todo, considero que la última palabra la tiene en definitiva cada uno. Y no hablemos ya de eutanasia y temas más polémicos, pero si alguien está inconforme con su vida y opina que no quiere seguir luchando, quién soy yo para decirle: NO, de ningún modo.
Y os lo dice uno que lleva dos años luchando =)

lunes, 5 de julio de 2010

Palabra de escritor


Desde la incertidumbre que me provoca esta situación de prácticamente tener el título de traductor entre mis manos y con la certeza de que el curso que entra no me voy a Australia me he propuesto nuevas metas, nuevos proyectos que cumplir tal y como hice en su día. Veamos, pues, qué me propongo hacer este verano y el resto del año. En principio, y esto es esencial, he decidido retomar una novela que tenía ahí parada, aunque en realidad se trata de la reconstrucción de ella. Hoy escuchaba a Mario Cuenca Sandoval (Boxeo sobre hielo, El ladrón de morfina) en RNE hablar del síndrome de la segunda novela. Él ha procurado escribir algo muy distinto a su excelente primera novela publicada por desmarcarse un poco de esa "voz literaria" que asomaba en su primer trabajo. Como no creo que me cueste mucho alejarme de La traición de Wendy pero, honestamente, me parecía que El Desencantador iba por el mismo camino, he decidido tomar las riendas de la historia y jugar un poco a González Iñárritu con esto de las historias cruzadas. Vamos, que lo que en principio debía ser la novela ha pasado a formar parte de cinco historias que se entretejen, si bien la epopeya de Damián sigue siendo la columna vertebral de El Desencantador. Desde luego se tratará de una novela más madura en cuanto a los problemas que deben afrontar los protagonistas y el perfil de estos, aunque aún es pronto para decir que los cambios son significativos. Lo que sí puedo decir es que se trata de un proyecto muy ambicioso en cuanto a la técnica y a lo personal. Hace poco tuve que redactar el proyecto de la novela, así que haré un copia pega y os lo enseño aquí:


El Desencantador

Novela de historias cruzadas en torno a la suerte, a las elecciones fortuitas y cómo éstas afectan directa e indirectamente a terceros:
________ —La historia de Damián: doce años, de Barcelona. Es la primera persona en todo el mundo que se da cuenta de que los sueños han cesado. Como hilo conductor de la novela, su camino se cruzará con los de los demás protagonistas y de él depende que todo vuelva a la normalidad. Damián descubre que el causante de todos los sucesos que abocan a las personas a la muerte y la destrucción es un misterioso ser que se hace llamar el Desencantador.
________ —La historia de Amal: mujer, treintañera, musulmana. Aprovecha un viaje a Madrid (es profesora del departamento de lengua española en una universidad egipcia) para pasar droga en el avión. Todo se complica porque está embarazada de cuatro meses.
________ —La historia de Joan: policía encargado de un caso de asesinato. Odia a su mujer, pero un accidente de tráfico lo obliga a hacerse cargo de ella a la vez que resuelve su caso.
________ —La historia de Mario: Mario tiene veintiocho años y está prometido. Cuando vuelve de su despedida de soltero a las afueras de un pueblo, lo secuestran. Lo dejan en un almacén en medio del campo, pero los secuestradores mueren por un cúmulo de circunstancias. Su novia se queda plantada en el altar.
________—La historia de Roberto: Roberto tiene diecinueve años y es escritor. Participa en un importante certamen de novela donde resulta ganadora una obra bajo el mismo lema que la suya, pero la ganadora es una chica que lleva muerta varias semanas, así que Roberto trata de convencer al jurado para que premien su trabajo. La hermana de Roberto, de cinco años, es la única persona en el mundo que aún sueña.
Los capítulos de las cinco historias se van intercalando para dar forma al tapiz completo, a las causas y consecuencias, con el final precipitado de algunas de ellas. Mientras tanto, todo el centro del libro lo ocupa la extraña gesta de Damián, un niño en cuyas manos está el destino de todos.


En otro orden de cosas, habréis advertido el cambio en el nombre del blog. Esto tiene más que ver con mi proyección como escritor que con otra cosa. Como veis, también pesa la comodidad de no tener que crear una página web de momento. Ya sé que se trata de demorar lo inevitable, pero por lo pronto me basta con el blog en el que he vertido cuatro o cinco años de mi vida. Y hablando de años de mi vida, advierto desde ya que en unos días me volveré lastimero para recordar el día de mi infarto. Ya sé, ya... soy extraño con esto de las efemérides.

Para acabar, os dejo con un último proyecto que al fin parí ayer. Se trata de algo a lo que llevo dando vueltas años, y consiste básicamente en crear algo cuyo motor sea la experiencia Erasmus. Ya pensé lo de la novela Erasmus: la novela, que tendría gancho porque hoy día todos conocemos a alguien que ha estado de Erasmus o nosotros mismos lo hemos hecho. No obstante, me he guardado la idea en algún bolsillo y he creado algo mucho más práctico y romántico: el BLOG DEFINITIVO para Erasmus. En él daré consejos sobre alojamiento, convalidaciones, recetas, amistad, viajes... Y trataré de publicitarme en todos los foros Erasmus del mundo mundial. Creo que puede ser bastante interesante, claro que el blog no ha hecho nada más que nacer... Con todos ustedes, Instrucciones para un erasmus cualquiera

viernes, 25 de junio de 2010

Decir adiós

Podremos licenciarnos en la ciencia que explica los misterios de las estrellas, su incesable combustión, su magnífico centelleo. Podremos explicar los símbolos tras el blanco y el negro y la luna en la obra de Lorca. Podremos explicar tantas cosas, hallar equivalentes en otros idiomas y exponer nuestro cuerpo a una actividad física exhaustiva y rizar el rizo de la raíz cuadrada de novecientos cuarenta y siete con veintidós al cubo, pero no lograremos dar con la alquimia adecuada, con la fórmula, la gramática exacta para decir adiós y no sentirnos muertos.


Quedarán atrás los paseos, el parque, la casa de Federico, el Parque de las Ciencias, las visitas, los conciertos, el videoclub, la Tertulia, las tapas, la 7 Pecados, las noches larguísimas, los exámenes, las traducciones, los diccionarios, los hospitales, el Lobos, el Bohemia, los dieciocho, los diecinueve, los veinte como un espejismo... y puede que me queden las fotos o los recuerdos, o esta certeza de que, nomatterwhat nomatterwhere, siempre estaréis ahí cuidando de mí. Eso me consuela. La vida no ha hecho más que comenzar, y hay que abandonar el útero.



Os dejo. De momento.

martes, 22 de junio de 2010

Fronteras III

Lo hablaba ayer con un amigo. Más allá de que el fútbol me provoque indiferencia, la pasión por los colores sencillamente me esquiva, me evita. Y todo esto supongo que tiene mucho que ver con eso de la identidad con un país o una nación o un pueblo o una familia. Porque esas son cosas que no podemos elegir. Nacemos con todo esto dado. Dice Luis García Montero, por ejemplo, "Un hijo es el segundo país donde nacemos". Vale que él no habla de nacionalidades o política o nada de eso, sino de la paternidad, pero creo que es bastante significativo. ¿No podría ser, por tanto, el amor la última patria del hombre, su verdadero país? Y no creáis que éstas son frases inconexas, pues tal y como le decía a mi amigo, se produce un hecho muy curioso cuando alguien se encuentra en un país extraño: se vuelve patriótico. Me pasó a mí y a todos los erasmus de la historia, claro que a cada cual, a su modo. Yo tuve la suerte de compartir Erasmus y día a día con unos amigos vascos, de modo que traté con ellos a menudo estos conceptos. Estuve de Erasmus en Gales. No me habré visto ningún partido de la selección de fútbol, de acuerdo, pero me he llegado a emocionar con partidos de rugby donde uno de los participantes era Gales. Y siempre que hablo de Gales se me llena el pecho y me siento orgulloso, y supongo que eso es lo más parecido que he sentido al patriotismo.


¿Cuál es la diferencia? ¿Soy un mal español? No, sencillamente todo desemboca en lo mismo: amor. O pasión. Puedo sentirme más granaíno que belmoralense o más galés que español en según qué cosas, todo ello debido a que igual he sido más feliz en esos lugares, a que me he sentido más motivado, más lleno, más todo. Porque mi país, mi patria está donde estén los míos. Y por eso creo que deberíamos abolir ese sentimiento patriótico que nos imponen con nacer en un sitio, con que tu padre sea del Barça y tu abuelo también, o llevado a extremos absurdos, creo que debería ser perfectamente lícito que alguien que escuche Pink Floyd pueda también escuchar Lady Gaga sin que nadie le cante las cuarenta. Porque eso, al fin y al cabo, es imponer fronteras. Y bueno, os aseguro que todo esto entronca con el ejemplo que os quería poner sobre Estados Unidos, aunque otro día, que aquí aún hay mucho pescado que vender. Pero un adelanto sería básicamente que todos deberíamos ser libres para decidir qué hacer con nuestras vidas y con quién hacerlo. He dicho.

miércoles, 9 de junio de 2010

Fronteras (interludio)

Un señor que directamente merece no estar vivo, y el típico señorito que adiestra a niños. ¿Todo esto para qué? Para ampliar la franja que supone nuestras fronteras.



El chiste fascista de Bertín Osborne: Intereconomía educando a niños en la homofobia from Oscar Bilbao on Vimeo.

jueves, 3 de junio de 2010

Fronteras II


Porque las nacionalidades, los nacionalismos no generan más que conflictos. Vale que hay gente que necesita sentirse parte de algo. De hecho, no hace mucho yo mismo empecé a calentarme la cabeza con cosas en las que no solemos pensar. Me dije lo que explicaba el otro día, que sólo somos un punto en el tiempo el espacio, una insignificancia, nada. Un poro escondido en la arruga de un cuerpo de dos metros. Prácticamente nada. ¿Qué sucede si ese poro se tapona? Nada. La mierda saldrá por otro. Y tuve conciencia del concepto de infinito: no hay límites por arriba ni por abajo, ni por ningún lado, porque no hay arriba ni abajo ni lados… y me agobié. Porque si estamos en un lugar ilimitado, y creo que el ser humano no puede concebir el infinito, si estamos en ese lugar tampoco hay centro por mucho que nosotros nos creamos el centro de la existencia. Y somos tan pequeños, tan prescindibles. ¿Y de qué sirve entonces intentar nuestros logros, nuestras pequeñas batallas si somos tan imperceptibles? ¿Para qué preocuparme, para qué sufrir o tener nudos en el estómago debido a los exámenes o una carrera que sí, quiero acabar? ¿Para qué sirve el concepto de nación, si todos somos componentes de esa mota de polvo microscópica? Porque el hombre es malo por naturaleza. Es avaricioso y quiere poseer una tierra y poseer más tierra que el prójimo. Y si puede ver cómo su vecino muere de hambre, lo hará feliz, como si nada. Y enarbolará su bandera como si supusiera un mérito. Y hará competiciones en plan guay con los demás vecinos, ya sea una Eurovisión (mensajitos nacionalistas y pactos eternos mediante) o un mundial de fútbol, y la gente seguirá estos espectáculos como si cada victoria fuera suya.

Y esa gente seguirá imponiendo fronteras no sólo de carácter geográfico, sino moral y social. Determinarán qué está bien y mal, qué modas (horrible costumbre la de las modas) se deben seguir y cuáles descartar. Que si bien es cierto que la anarquía es una utopía adorable pero inviable, tampoco es cuestión de poner fronteras en todos los ámbitos. A mí nadie me tiene que decir lo que amar o leer o temer o hacer. Y a eso son muy, pero que muy dados los estadounidenses. Y el ejemplo que ponga será de lo más simple, pero eso será en la próxima entrega. Creo que ya he divagado suficientemente por hoy.

miércoles, 2 de junio de 2010

Fronteras I


Proyección de Peters


Mapamundi tradicional

Hay países con la historia relativamente limpia. Ahí están los británicos, cuyo gran borrón consistió en conquistar los nuevos continentes con el irremediable río de sangre. Pero el Mundo ya le ha olvidado eso. No perdonamos cuando el conflicto surge entre países civilizados, países que sólo quieren más territorio, más riquezas, más materias de un mundo finito. Y nosotros somos mocos y dependemos de una bola de plastilina que es el planeta. Y si reflexionamos un poco, sólo un poco, nos daremos cuenta de que sabemos, conocemos el mundo tal y como nos lo han enseñado. La sociedad occidental genera los mapas y la distribución de miles de países, y para ello emplean baremos completamente erróneos basados en la economía, en el desarrollo: así, tenemos que la reproducción cartográfica más fiel geográficamente hablando de la disposición y tamaño real se llama proyección de Peters, ya que en el mapamundi general se les resta tamaño a los países del hemisferio sur (en vías de desarrollo, los que no cuentan…). En definitiva, no tiene sentido creer en el tamaño de los países. Es absurdo, ya que incluso un tema tan objetivo da lugar a percepciones sospechosas que no son más que decisiones de gente que necesita aferrarse a algo, porque si no se desesperarían. No solemos pensarlo, pero España está en el hemisferio norte porque la humanidad se desarrolló en esta zona; conforme se descubrían mayores territorios, se iba ampliando el mapa. Más adelante, cuando gracias a la Iglesia descubrimos que el planeta era ‘esférico’, seguimos catalogando. Si partes la naranja por la mitad, es decir, arriba y abajo hielo, pues buscamos el centro. De las dos medias naranjas la nuestra se llama norte porque nosotros, los civilizados, los que tenemos la Historia, nacimos aquí. La mitad sur les corresponderá a los que andan con la cabeza hacia abajo. ¿Pero y si la civilización, el origen del hombre se hubiera desarrollado a partir de Perú, por ejemplo? Latinoamérica estaría en el centro de nuestros mapamundis, que serían boca abajo. Viviríamos en lo que ahora llamamos Hemisferio norte cuando, en realidad, si el universo es infinito y está en continua expansión, no existen norte ni sur ni este ni oeste, sólo un punto que se pierde en la negrura del universo tratando de leer el brillo de estrellas que murieron millones de años atrás. Pero bueno, lo de catalogar, lo de poner barreras está muy bien. Mañana más y mejor.

lunes, 31 de mayo de 2010

Fronteras: un aperitivo


No me gusta decir: soy español. No siento el orgullo que supuestamente debiera recorrer mi tálamo. Tampoco me oiréis gritar ¡Viva Andalucía!, ya que no me siento más andaluz que español. Me puedo enamorar de lugares y de momentos que no suponen nada en el curso de la Historia, ¿pero de una identidad nacional? ¿De una agrupación de personas sin ton ni son? Nunca. Es estúpido, ilógico cuando no tiene ningún fin. Tal vez culpa de esto la tenga mi misantropía galopante, cada vez más desarrollada. Pero no es sólo eso. La puta determinación que ha desarrollado el ser humano por clasificarlo todo. Y últimamente no me queda más que decir que soy de mi pueblo, y de tal provincia, y matizo que vivo en otra y… Decía en mi poética hace unos días: “Quiero canciones que me hagan llorar, y viajar y volver al sitio al que pertenezco”. No sé cuál es ese lugar: no es Bélmez, no es la casa paterna, puede que no haya encontrado aún el lugar al que pertenezco.
De todo esto tiene mucha culpa la vergüenza histórica de los países. Es ésa la que hace que los alemanes agachen la cabeza al hablar de Historia, aquélla por la que los americanos no pueden salir de casa sin que les odien (hecho en gran parte justificado tras los continuos conflictos en que se ven envueltos a raíz de su supremacía y estulticia moral) o por la que un español medio no gritaría ese ¡que viva España! ni se pasearía con la bandera roja y amarillo si no estuviéramos en tiempos de competiciones deportivas. Porque los “malos”, como me gusta llamarlos, se hicieron con esos símbolos. Al menos nosotros no suponemos la diana de todo el mundo como supuso Hitler y sus arios, hecho que derivó en una palabra específica que describe la vergüenza histórica que provoca en las generaciones actuales el paso de su país por la Historia reciente: vergüenza por el Holocausto judío, vergüenza por la dictadura que sirve como ejemplo de la palabra “dictadura”, vergüenza por los muertos sin motivo, el primer paso para reconocer que las barreras acaban con el hombre...

domingo, 9 de mayo de 2010

Miedo



Miedo, que cantaría Pedro Guerra. Cuando tenemos miedo actuamos de manera estúpida. Y no me refiero al miedo evidente, no. Que de ese ya sabemos mucho. Hablo del miedo ilógico. Como el de esa noche... lo lógico, de encontrar hoy un cachorro en la puerta de mi piso, sería meterlo en casa, cuidarlo, darle de comer, arroparlo y mimarlo. ¿A cuento de qué lo metes en un ascensor? A cuento de una noche extrañísima en la que estaba solo. No obstante, uno también ha tenido momentos heroicos que relatará otro día... Si bien es cierto que nuestro concepto del miedo puede cambiar con el paso del tiempo, en esencia sigue siendo el mismo. Hace unos años, por ejemplo, si me preguntaban repetía con esa elocuencia que da una respuesta tan claro como "sólo me da miedo la soledad", y para alguien proclive a pasar el tiempo a solas es bastante significativo. Probablemente porque en esa época estaba más arropado que nunca, temía a la soledad. Ahora temo a la enfermedad más que a nada. Luego vienen de la mano la incapacidad de acabar la carrera, o de tener planes para el año que viene, o... Pero son cosas secundarias.
Lo que no me gusta es percibir que el miedo se convierte en uno de mis temas reiterativos, no me gusta.
Puede, y esto es verdad, puede que mañana os hable tal vez de historias de perros o de fronteras, de visitas que llegan a mi blog, de Doctor Who, de proyectos literarios futuros o qué sé yo, de mi estancia en la Feria del Libro de Jaén y Sevilla. Otro día. Hoy estoy asustado ;)

viernes, 7 de mayo de 2010

El futuro


Que llevo tres años hablando de proyectos que cambiarán mi vida.
Que, que luego no prosperan.
Pero si algo soy es cabezón, y como tal me niego a dejarlo ahí, y en este momento de incertidumbre más que nunca me propongo colorear mi futuro a dos manos, escrutar posibles planes. Dejar atrás el equipaje que me pesa y hacer por primera vez borrón y cuenta nueva. Vamos, que si el año que viene estoy en Australia o en Córdoba o Estados Unidos será como volver a nacer (ya sabéis, olvidar ESTA vida; buscar nuevos amigos, nuevas metas, escribir escribir escribir).
¿Es difícil replantearnos nuestras vidas? ¿Qué planes tenéis para el "año" que viene? Cuando acabe el verano, espero estar disfrutando de mi auxiliar de conversación en Oceanía o, si no, pasarme todo el año escribiendo. Sólo escribiendo. Con beca o sin ella. Cuéntame tus planes. A veces no nos queda más que arriesgar, ¿cierto? Y yo estoy muy por la labor, porque quien no apuesta, no gana. Otro día os hablo de fronteras y, si a alguien le interesa, de mis proyectos literarios futuros.

sábado, 1 de mayo de 2010

Cuando volver a casa se convierte en una huida

Yo, que tanto y tal mal he renegado de casa, de mi pueblo, de la vida sencilla y acomodada, aburrida del campo, supongo que he crecido. He crecido y me he dado cuenta de que en casa se respira: en casa, donde mamá me lo hace todo, donde Blanquita espera dispuesta a comerme a lametones, donde mi cama mide el doble y me hace dormir el triple, donde el tiempo va tres veces más despacio que en Granada (esto no es nuevo). En casa los males se van más rápido, la inspiración vuelve con más ganas y se queda a mi lado. Todo está a la vuelta de la esquina, puedo escoger cuándo salir y que el pueblo esté desierto, como a mí me gusta. Porque, y ya lo he dicho en varias ocasiones, no me gusta la gente a la que no conozco, no me gusta cruzarme con desconocidos que se paren a hablar conmigo. Y para mí el pueblo está lleno de desconocidos, pero también de conocidos a quienes en la mayoría de las ocasiones prefiero obviar.

En cualquier caso, esto viene a decir más o menos que crecemos sin darnos cuenta, que algunos se casan y para mí sentar la cabeza significa decantarme por Bélmez en lugar de Granada, cosa impensable hace... ¿dos años? O menos. Y bueno, después de todo, para alguien que no celebra sus cumpleaños no está de más darse cuenta de que crece aunque sea con la triste excusa de hacer una hora en autobús. Y a lo mejor es por eso también que antes mis fines de semana duraban día y medio y ahora se prolongan hasta cuatro días en el peor de los casos. Como esa vez, a principio de curso, en la que me vi obligado a huir con tal de no estallar. Hice la maleta, apenas avisé a nadie y me perdí una semana entera en casa. Visto con la perspectiva del tiempo también cabe pensar qué triste que alguien de veintidós años ande con estas comeduras de cabeza. Pero ahora me pregunto, y va muy en serio: si el año que viene estoy en Australia o Estados Unidos o Córdoba, ¿a qué casa podré huir? ¿Aguantaré el peso de los kilómetros y el tiempo a solas? (que es, desde luego, cuando más pensamos en todo, divino y humano y alienígena) La vida, alguien lo dijo, no es más que una sucesión de elecciones.

Y yacer en una cama que no nos reconoce
y caminar una casa donde comprendemos cada crujido
y la comida de mamá
y el silencio
que nos hacemos mayores

miércoles, 28 de abril de 2010

No es que no tenga tiempo

...es que me organizo fatal. Y hay ocasiones en las que la vida tiene un sabor agridulce ante el que no tenemos más que paladear. Y hoy podría hablar de mi libro, de cómo se vende, de dónde se encuentra y demás, pero para eso ya está el otro blog. Podría hablar de lo floja que ha vuelto Glee, de mi amor por Tony Collette y Tina Fey, de cómo perder un amigo en tres cómodos pasos o de las increíbles mejoras de Spotify, pero no he sacado uun hueco hoy tampoco y ya son las dos y tengo que leer y mañana debería madrugar un poco si no quiero cagarla en la facultad. O podría hablar de Bubu, el perro de mis tíos, que ha muerto porque lo han atropellado y han tenido que sacrificarlo. Pero eso otro día. Prometido. Se lo merece. :'(

lamusique

No podría vivir sin

eveybody's gotta learn sometimes

Un libro

Un libro
Un saco de huesos, Stephen King