Me hablan los medios y me tocan los huevos. Me habla la gente y me tocan los huevos. Pienso en el futuro y me toca los huevos. Me llaman ni-ni y soy capaz de clavarle a alguien un cuchillo en el pecho. Y va en serio, joder.
Tenemos una clase política que no nos representa, que nos ve como recursos para su beneficio personal. Vivimos en un país laico donde la Iglesia tiene más poder de acción que cualquier otro organismo. Y bueno, luego está la banca haciendo ricos a unos pocos y hundiéndonos en la miseria a los demás. Pero ante todo esa clase política que no nos hace justicia, esa clase política que se hace llamar democracia, como si de verdad los hubiéramos podido elegir limpiamente, de cero, y ellos se esforzaran por hacer nuestra vida más llevable.
Yo quiero una democracia real. Quiero un país donde se valore la preparación de los jóvenes. Un país donde la religión sea un recuerdo marchito. Un país donde no se nos venga el mundo encima cada mañana.
Mañana saldremos a la calle por toda España y protestaremos por el sistema capitalista, por la política, por la malversación, por la precariedad laboral, por la vulneración de derechos humanos... Si crees que nadie te representa, que el binomio PPSOE son dos caras de la misma moneda, manifiéstate.
A mí, al menos, me persiguen. No sólo eso, que sería pasable: me atormentan. Por eso no acaba el cuento un 9 de agosto, que sería redondo, o un 1 de enero, ni tan siquiera el día en que me dio por inventar el “Érase una vez…”. 12 de febrero de 2008, de 2011, cómo duele ya.
Y hay más números. Me puse una meta por eso de redondear: 100 seguidores, 100000 visitas y 550 posts. Todos estos números ya están superados, y tengo testigo de este propósito, aunque no lo necesite.
Este blog me ha alimentado durante alrededor de cinco años. Me ha descubierto gente y lugares maravillosos, otras bitácoras de las que volverme adicto, otras aficiones que amamantar como mis propios cachorros… Este blog, lo creas o no, me ha hecho reír y llorar en ocasiones, me ha hecho desear desaparecer o trascender más allá de los mapas de bites. Pero me ha hecho añorar la vida. Tengo un amigo a quien, entre otras cosas, conocí a través de otro blog, que se ha retirado de un tiempo a esta parte a la meditada vida real: me dice que hay vida más allá de las redes sociales y plataformas, y que es maravillosa. Que le dé una oportunidad.
No es éste un adiós definitivo, como bien podéis adivinar. Desde mi último cumpleaños me acecha la duda de si seguir o no, de si deshacerme tras tanto camino andado. Como a una serie, supongo que a un blog hay que darle un final digno antes de que empiece a dar estertores. Además, ya prácticamente no le encuentro utilidad. Para la fotografía, tengo varios perfiles en Flickr donde subir álbumes enteros. Para la promoción, a todo lo que escriba le nacerá un blog enano donde dejar dudas y sugerencias. Para el cine y a las malas la tele, tengo Cinempatía y Gazeta20, dos publicaciones hechas por gente entusiasta que me recibió en su día con los brazos abiertos y aún hoy me dejan expresarme. En cuanto a la creación literaria, lo cierto es que desde hace un tiempo prácticamente todos los cuentos que escribo van encaminados a antologías de terror que prosperan. Mi día a día, mis comilongas de cabeza se diluyen en las cartas a Juanpe y otros amigos que escribo cada dos semanas: se trata de un exorcismo muy placentero, se lo recomiendo muy mucho. Por último, están los proyectos. Igual tanta dispersión me empezaba a ahogar, y por eso cada cosa, a su cajón. La poesía se la seguiré mandando a los amigos poetas; la música seguiré almacenándola en listas de Spotify. Con toda probabilidad, y en función de mi pericia y economía, abriré una página web profesional o un blog privado para mis amigos. Nadie más sabrá de mí salvo quienes me respiren de cerca: los míos.
Me habéis visto crecer aquí, dejarme melena y ver cómo me crecían las entradas (después de todo, esto es un blog). Me habéis dejado contar miedos y metas, alcanzar algunos y romper imposibles. Me habéis visto feliz como un niño y hecho mierda, con el corazón hecho un despojo. Un puñado de escombros. Con una sonrisa, con media sonrisa, me habéis visto ver mundo, vivir en Swansea (corazón en la garganta), Francia o Bristol. Me habéis visto casi en directo sufrir un infarto y alzar el vuelo. Me habéis visto lamentarme y enamorarme de todo cuanto me rodea. Me habéis hecho partícipe de todos los síndromes (Stendhal, Tourette, Asperger…) y alteraciones de la personalidad.
Hoy os cuento, al fin, la historia de Brian Edward Hyde. Brian, un joven inglés (de Birmingham, para más inri) de familia acomodada, decide recorrerse Europa en plena Edad Media para acabar de formarse como arquitecto. El periplo le lleva a Oriente, donde conoce a una joven hermosa y misteriosa. El destino los une y, tras grandes problemas, persecuciones, muertes, nacimientos, conspiraciones… acaban en Jerusalén, fugitivos de Bagdad, con sus dos hijos (un niño y una niña: Brian S. y Leo). Cómo no, el destino los volverá a separar, esta vez para siempre. Brian no aguanta la nueva desaparición de Amal y por ello decide volver a una Inglaterra ajena, donde pasará el resto de sus días. Nadie más lo sabe, pero Brian Edward Hyde, ya anciano y en su lecho de muerte, tendrá una última visión de su amada Amal.
Gracias por sintonizar esta emisora. Dios les dé salud y muchos hijos.
C’est fini.
Esta vez, de verdad. Aunque lo diga entre lágrimas.
Es el título de una película, si mal no recuerdo, de boxeo. También será el título de algún libro, estoy seguro. Me gustaría que mi próximo libro de poemas, el primero que lleva mi voz, se titule así. Porque hay que reivindicar el pudor como se reivindican las cosas que vamos perdiendo.
A raíz del discutible escándalo Vigalondo (desde aquí, aunque dudo que sirva de nada, mi apoyo) me ha dado por pensar dónde ha quedado mi pudor, o el pudor del mundo, o el miedo a cambiar en un espectáculo de escarnio público. Por ejemplo, cuando en diciembre de 2005 abrí mi primer blog, era muy pudoroso. Llevaba encima una coraza que no sabía cómo romper. En parte era sensato: desnudarme ante el mundo era lo último que debía hacer. Me dedicaba a hablar de mi día a día, de cosas que se me pasaban por la mente, a publicar mis primeros escritos. Temía, qué inocente, que alguien robara mis maravillosas ideas; llegué incluso a plantearme proteger mis escritos, llevarlos al registro y hacerlos oficialmente mía. Luego me di cuenta de que era estúpido que nadie viniera a robarle sus cuentos a un crío.
Decía que era entonces pudoroso. Me daba miedo hablar de ciertos temas, mostrar algunas facetas de mi personalidad, de mi vida, salir del anonimato. No obstante, con el paso del tiempo, a medida que conocía a la gente más importante de mi vida, a medida que me abría a ellos, me abría al mundo. Dejaba escapar no sólo la máscara de buen rollo y alegría que (lo confieso) supone mi día a día, sino los días grises, las esperanzas, los miedos y las primeras dudas existenciales.
Con el paso del tiempo, al igual que a Nacho, me pasó que me di cuenta de que igual empezaba a exponerme demasiado, de que igual tenía que prescindir de algunos temas, de que tenía dos opciones: crear un personaje que tarde o temprano se me fuera de las manos, o ser más yo que nunca. Al fin y al cabo, eran dos caras de una misma moneda, y era eso, o cerrar.
He perdido el pudor, lo reconozco. Me habré creado enemigos y admiradores, habrá quien se haya sentido decepcionado con lo que había tras Brian Edward Hyde, pero en el fondo encuentro que pesan más los pros que las contras. Con el nacimiento de la página web desaparecerá el cara a cara, la respuesta inmediata, el anonimato, la presión (porque, tras tantos años, mentiría si dijera que no siento a veces la presión por escribir un nuevo texto en esta bitácora), pero supongo que en el fondo gano enteros. Puede que vuelva el pudor. El pudor, o la vergüenza.
Todos los años, desde hace tres años, el 21-22 de enero escribo este mismo post. Así lo hice el año pasado, y el anterior, y el anterior. No sé muy bien cómo surgió la idea de adivinar el futuro, sólo que jugué a ser Dios y quedó en agua de borrajas. Un año más, no me han llamado para comunicarme que he ganado un certamen literario, ni he despertado acompañado (es más, el frío está de un vacío estremecedor…); un año más, decía, la resolución de los premios literarios del Pacto Andaluz por el Libro se adelantan a diciembre, y no hay a estas alturas grandes cosas que celebrar. Por si fuera poco, este año no tengo Internet, aunque visto lo visto tengo una memoria de elefante para hechos tan inútiles.
A pesar de todo, la vida es bonita. Ayer, tras seis años en la mágica Granada, descubrí una tienda de libros usados. A estas alturas… Me compré cuatro del tirón, fui a la biblioteca y descubrí otras sorpresas que me hacen seguir día a día. Por la noche fui de concierto al Planta Baja: L.A. en directo son geniales aunque el sonido y la acústica no ayuden. Y bueno, aquí estoy, y parece que a los veintitrés empiezo a adivinar mejor el futuro. Ya que el año pasado me mojé menos (no me veía tan en el extranjero, pero ni mucho menos haciendo un Máster), he adivinado más. Paradójico, verdad.
Aquí estoy, rodeado de libros a medio leer y planes grandilocuentes, como siempre, y grandes responsabilidades y grandes esperanzas. Digamos que en un año me veo en una habitación enmoquetada, en un país de habla inglesa (que sea Australia, que sea Australia), en una cama cualquiera de otro vacío cualquiera. Solo, una vez más. Escucharé entonces otra música, tendré otro aspecto, puede que otros intereses, pero esa mañana de domingo no jugaré a adivinarme, porque este blog habrá muerto por entonces. Sí, despertaré solo. Sí, será domingo. Sí, estaré lejos de casa con más libros a medio leer e historias por cazar en mi cabeza. ¿Y qué? Nihilismo puro, nada de esto tiene razón de ser.
Entonces, y sólo entonces, insisto, me compraría una casa con porche y te secuestraría hasta que te pudiera el síndrome de Estocolmo...
Si recordáis bien, el año pasado, nada más comenzar el año, me propuse varios objetivos a cumplir. Naturalmente (y esto era bastante evidente desde ese momento) no he cumplido todos. No obstante, sí los más importantes:
-Acabar la carrera.
-Publicar un libro.
-Pasar una semana entre Swansea y Londres: exactamente no fue así, pero estuve tres semanas en Bristol, durante las cuales visité Swansea y Londres. -Raparme: lo hice. Mucho.
-Ir a Sevilla de sorpresa: sorpresa para mi familia, que no sabía nada. Varias escapadas.
-Subir una vez al mes al Mirador de San Nicolás: incluso a las dos de la mañana.
-Viajar, viajar, viajar: se trata 2010 del año en que más he viajado.
-Proyectar mi futuro como escritor: también ha sido el año en que más he desarrollado esta faceta.
-Hacer diez buenos amigos: no sé, mi familia de Bristol, Janelle, erasmusitos a porrillo... además de toda la gente interesantísima que he conocido, en su mayoría escritores.
Vale que no he hecho nada de ejercicio, ni he encontrado trabajo, ni he dicho la verdad a la gente que quiero siempre (aunque he dicho que los quiero con bastante frecuencia), ni he leído veinte libros propiamente dichos (muchos trozos de, muchos empezados y abandonados, aunque... puede que éste sí), ni he ahorrado... pero creo que he sabido mantenerme fiel a mis principios, que los tengo, y he crecido como persona y ahora tengo más motivos para sonreír.
Así pues, este año vuelvo a proponerme nuevos propósitos (o algunos repetidos) para saber si soy capaz de seguir creciendo a este ritmo. Veamos:
...publicar algún libro de poesía
...escribir Queridos niños
...ir a un festival de música
...irme a vivir un tiempo al extranjero ...cambiar este blog, finiquitarlo y parir una web en condiciones ...ir a Barcelona ...hacerme un tatuaje ...leer otros viente libros (ya estoy con El viejo y el mar) ...rodar un corto ...subir a San Nicolás una vez al mes mientras siga en Granada ...graffitear ciudades; arte urbano; Banksy ...aprender una nueva receta estrella (como mi pollo en escabeche o mis pechugas al Roquefort) ...enamorarme (esta vez, sí)
Ahora que se acaba el fin del blog y de este ciclo, qué menos que aferrarse a las viejas costumbres, y hacer recuento de un año ya se convierte en tradición. Se va el mejor año de la Historia y no quiero despedirme... El escritor
Me gustaba 2010 por ser un año tan par, tan redondo, por el cero, porque me daba buena espina.
A los días de comenzar el año me dijeron la que ha sido la noticia de mi vida: me publicaban mi primera novela. Con 22 años.
Así, no podía comenzar 2010 de mejor modo. Los nervios, las entrevistas, los e-mails a la editorial, a los medios, a los colegas escritores. Pero no me conformé con ello. Seguían llamándome para colaborar en según qué foro, según qué mesa redonda, según qué antología. Por mi parte, procuraba lanzar junto a algunos amigos (excelentes escritores, mejores autores que yo) una revista cultural para jóvenes, La cuerva. Hoy es 31 de diciembre y, pese a todo, no ha nacido aún. Lo hará pronto, estamos convencidos, y habrá certámenes y colaboraciones especiales y monográficos sobre el arte español, sobre el suicidio, sobre la mujer, los niños, sobre mil cosas. En enero, con suerte, romperá nuestra pájara el cascarón.
Además, entré a formar parte en Nocte, la Asociación Española de Escritores de Terror. Amplié mi colaboración en Cinempatía (más escueta, desde luego) con los chicos de Gazeta20 en cine y literatura. Cubrí varios festivales de cine más.
He escrito en 2010 un nuevo poemario que me llevó más o menos tiempo del previsto, aún no lo sé. Por si fuera poco, me llamaron hace unas semanas de una editorial de Madrid para decirme que están interesados en publicar mi primer poemario. Asimismo, he ido colocando poemas por ahí este año para tratar de hacerme un nombre:
Pero lo mejor de todo es que en narrativa no me quedé atrás y supe aprovechar el empujón de Nocte para entrar en varias antologías de lo más terroríficas (y las que están por venir. Os recomiendo encarecidamente ésta de fantasmas con mi relato "El después" o ésta, tan navideña y terrorífica, desasosegante ella (y GRATIS). Aprovecho este límite, este ni hoy ni mañana para anunciar a bombo y platillo nuevo proyecto para 2011: la novela Queridos niños. Que aproveche. Bueno, todo eso y El último mono, edición limitadísima a disposición de todo el mundo.
Cosas güenas
Como todos los años, éste ha dejado cosas buenas en materia de cine, televisión y literatura. Me he leído varios libros, mejores y peores, Saramago, Stephen King, algunas joyas que me han dejado loco desde entonces, como Matar un ruiseñor. Se trata de una novela sobresaliente, preciosa, perfecta. Cortita, necesaria y útil. También he procurado leer algo de poesía, y estoy la mar de contento con mis progresos en esta materia. Uno de mis libros preferidos es el primer poemario de un amigo: Turismo de interior de Cristian Alcaraz es un libro fresco, atrevido, nocivo, trascendente, intrascendente... es como Skins hecha poesía. También conozco a Mario Cuenca Sandoval, autor de El libro de los hundidos, maravilloso en un plano diametralmente opuesto. Porque demuestra que es posible hacer poesía de la tragedia. En este caso, sería como Treme convertida en poesía.
Y es que parece que la ficción televisiva no decae ningún año. Éste ha sido el año de 30 Rock, de vérmela entera y enamorarme de su humor absurdo y personajes idiotizados. Descacharrante. Cómo no, el año de Skins y Misfits, que si bien han tenido unas últimas temporadas algo deslucidas, se mantienen por encima de la media televisiva. Russell T. Davies nos demostró que en sus manos Doctor Who tiene vida para rato, y la quinta temporada fue tan mágica como las anteriores. Y Amy Pond es un dulce de personaje, y el primer capítulo de la temporada nos hizo enamorarnos de los dos nuevos protagonistas. Reccuerdo con especial cariño los episodios con Vincent Van Gogh y la música de la serie: una maravilla. El resto de excelencias, cómo no, de HBO: Treme (para mí, el estreno del año con diferencia), Boardwalk no la vi porque el género no va conmigo y no me enganchó su piloto, y la tercera de In treatment, que ha estado a la altura de las dos originales y ha sabido ponerle el broche de platino a la historia de Paul Weston. Qué pena que haya acabado... Bueno, otro de los descubrimientos que me hizo desconfiar al principio fue The Big C, aunque el tramo final de temporada la redimió y nos enamoró del personaje de Laura Linney.
En otro orden de cosas, sin ser perfectas me han gustado bastante HIMYM (tras las temporadas tan flojas que traía) y TBBT gracias principalmente a Blossom Amy Farrah Fowler, que es capaz de hacerle sombra al mismísimo Sheldon Cooper. Las demás comedias ni fu ni fa excepto Las chicas Gilmore, serie que he descubierto a estas alturas y se merece mi SOBRESALIENTE. Dexter, en drama, nunca ha sido tan grande como nos han hecho creer, pero el regalo de Lumen bien se merecía toda la temporada. A grandes rasgos, creo que el año no me ha aportado mucho más televisivamente hablando salvo mi enganche a Top Chef, un reality estadounidense de cocina. Altamente recomendable y adictivo.
Cine, cine, cine. Siempre veo muchas películas, unas mejores que otras. La mejor película de 2010 es, con diferencia, Toy Story 3. Es sencillamente PERFECTA. Sus héroes, sus villanos, sus lecturas, su cinematografía, su todo. También por ser el final a los muñecos y juguetes que nos acompañan desde que éramos mocosos. Mi cita anual con Sam Mendes (lo reconozco: soy un mitómano) nos dejó una comedia de bajo presupuesto y contenido muy intenso sobre la paternidad, el sentido de la vida en pareja y la formación de una familia. Sin duda, Away we go demuestra que Mendes da en el clavo con todas sus propuestas; una película que deja un poso muy escondido en el pecho de lenta digestión. Y Rubber, por lo rara que es. También Inception, que vi en Bristol, aunque de Nolan siempre me quedaré con Memento. Y esa maravilla de Polanski que es El escritor (fantasma), y Haneke, Ciudad de Vida y Muerte, Balada Triste de Trompeta y el resto de carne de festival. Incluso Enterrado o Pájaros de papel en cine español. Hay mucho cine y bueno si se sabe buscar. Y documentales; miles de documentales, cienes de documentales imprescindibles: -La leyenda del tiempo -The cove -Young at heart -Exit through the gift shop -Man on wire -Océanos -I'm still here -El sol del membrillo Para acabar, me gustaría señalar que también me he atrevido por primera vez "en serio" con el mundo del cómic. He disfrutado como un crío con las desventuras de Buffy y su gang en la octava temporada de la serie escrita por Joss Whedon y sus colaboradores en una línea que no convencerá a todos, pero también permite muchas más posibilidades narrativas que el medio televisivo. Este cómic me llevó a otro de Joss Whedon, concretamente a Astonishing X-Men, donde el autor trataba de relanzar la franquicia de la Pandilla Mutante por excelencia. De ahí me lancé a algo diametralmente distinto como es Predicador, del que todos hablaban tan bien y que, cierto, está muy bien. Inmerso en el universo peterpanesco me dejé caer por la aventuras erótico-festivas de Lost girls, donde un joven Frank Miller se atrevía a sexualizar cuentos clásicos como Cenicienta, Alicia en el País de las Maravillas o Peter Pan. Cuanto menos, curioso.
Los que quedan
Hablamos cuando acaba el año de los que se van, pero ¿y los que se quedan? ¿Y los que nos quedamos? ¿Cómo suplimos sus huecos, sus adioses, su nunca jamás? Porque ya se fue Salinger y no habrá Salinger y Holden Caulfield estará huérfano por mucho que todos nos empeñemos en adoptarlo. Y ya nadie le cantará a la Alhambra ni la soñará como Morente ni le hará justicia a Lorca... Y nadie nos abrirá los ojos al mundo como lo hacía Saramago. Y Berlanga. Y Alexandre. Y Delibes, Labordeta, el humor blanco de Nielsen... Y mi tía. Mi tía Carmen. Mi tía Carmen querida. Mi tía Carmen que, hace un año, dijo en el brindis de Nochevieja que era su último año, no sé si medio en broma o en serio, pero lo dijo y desde entonces no he logrado olvidarlo. No digáis esas cosas nunca, por favor, o los que se queden las recordarán de por vida y ningún año la vida volverá a saber igual ni a mí me apetecerá comerme las uvas. Mi tía Carmen. Me encargaron a mí escribir su epitafio: No soy madre y os dejo huérfanos. No soy Dios y os dejo perdidos. Yo seré la lluvia que empape vuestros días. Sigue la lluvia y sigue ella empapando los días y las noches y cada pequeña batalla ganada o perdida. Y así seguirá siempre.
Música de todos los colores y formas
He ido a muchos conciertos este año. O no a muchos, pero sí importantes. Por ejemplo, al de Ismael Serrano en Granada. Tuve la opción de conocerlo después y cruzar unas palabras: de mayor, quiero ser como él. Muy muy majo. También fue estupendo volver a ver a Carlos Siles en concierto; aún más, compartir noche con él. De lujo, esperamos grandes cosas de él. Y el concierto del año, que será sin duda el de Muse en el Vicente Calderón, donde coincidí al fin en carne y hueso con Mun (más maja que na) y lo pasamos bomba. Fue, si mal no recuerdo, un viaje suicida a Madrid, pero valió la pena. Cómo no, los dos de Tulsa, el primero algo apagado como teloneros de Magic Band y el segundo grande, grande, con Miren Iza al 100% en el papel. Valió mucho la pena, tanto como el directazo de Lori Meyers que pude disfrutar junto a David, casi sin preparar nada. Y los múltiples y gratuitos conciertos al aire libre en Bristol, y Micah P. Hinson hace unas semanas en PlantaBaja, y todos los conciertos en la Tertu (BBC, Elena Bugedo, Fede, Bruno...). Música de muchos colores y formas. Sólo falta apuntarme de una vez a un festival con alguien. ¿Os animáis? Por no obviar mis obsesiones con Nina Simone, Bebe, Amy Winehouse y Miren Iza, que han ocupado el 80% de mi año. Nina. Ay, gran Nina Simone...
Viajas a tierras profanas y haces nuevas familias, y nuevas paces y nuevas perspectivas
En pocas palabras, 2010 ha sido un año para resumir con muchas palabras. Donde siempre estarán La traición de Wendy, Muse, Ismael Serrano, Córdoba, Sevilla, Huelva, Jaén, Madrid, Bristol, Londres, Swansea, los amigos: mi piña en rodajas, David, Mj, Ruth, Eleanor, Silvia, Aarón, Iñaki, María... La cuerva. También fue el año en que Raquel me pidió que me olvidara de ella, que ya no fuéramos más amigos, que bueno, que el 1 de enero es su cumpleaños y ya hace un año que no hablamos, y hoy mismo he borrado su número del móvil (también el de Swansea) y me he empezado a olvidar para siempre de ella. Punto final. Como veis, un año de altibajos donde priman las cosas buenas, un año donde cumplí gran parte de los propósitos de año nuevo (si es que sirve de algo eso). Un año de viajes, de gente interesante, de amigos nuevos y eternos, de recuerdos memorables y olvidos ejemplares. El año del koala y de las esperanzas puestas en el futuro. Un año que ojalá no acabara, pero también un año de cambios que tenía que suceder y dejarme con la incertidumbre de este 2011 que me huele a desconfianza. Pronto, propósitos para 2011...
El año del rapado y de Silvia en todas las esquinas de mi vida. Gracias
¿Os gusta la Navidad? ¿En serio? ¿Por algo en concreto? ¿Por estar con la familia? ¿Porque hacéis recuento y echáis la vista atrás y os dais de que un año más nada ha cambiado en vuestras vidas y albergáis la esperanza de que el año que entra suponga toda una revolución? ¿Por la cantidad ingente de comida insalubre? ¿Por el frío? ¿Por la temporada de trabajo en el campo? ¿Por los regalos que nunca llegan como querrías que llegaran? ¿Por los concejales vestidos de Reyes Magos? ¿Por el betún? ¿Por el carbón? ¿Porque ya no sois niños? ¿Porque os gusta comeros una docena de uvas al ritmo de las campanadas? ¿No os gusta bailar con la música del Telediario? ¿Por el gasto de los ahorros de once meses?
pd: en estas fechas tan señaladas, Apenas el 28,1% de los españoles se declara "católico practicante". Los mayores de 60 años, con un 90,4% de creyentes, sustentan la Iglesia
Es decir, me gustaría haberlos hecho, pero no me interesaba demasiado ni estaba en la situación para ello. No obstante, ya en el instituto traté de impresionar a alguna chica regalándole algo: por lo general, un libro. Ahí comenzó el ritual. Pensar en la otra persona, en sus gustos, en los tuyos, en qué podías aportarle tú, qué podía sacar de un libro concreto… Por lo general, un libro bien escogido puede ser el regalo perfecto. No hay nada más personal y, para qué negarlo, ya estamos hartos de colonias y corbatas, ¿no? El hecho de establecer un vínculo tan profundo entre quien regala y quien recibe el regalo debería acabar de convencernos. Llevar a la otra persona a terrenos que tú ya has transitado, presentarle personas que te han cambiado la vida, ponerla entre la espada y la pared, incluso tratar de hacerla mejor persona… A veces he regalado libros por el simple hecho de abrir la mente a otras personas. Entregar una lectura impactante que te haya marcado implica regalar un trocito de ti entre las páginas. Además, no tiene ni por qué ser recién comprado.
Desde hace un par de años selecciono libros que ya no voy a leer y ocupan espacio en mi biblioteca y los regalo a amigos en ocasiones especiales. Les dejo unas palabras de dedicatoria o recuerdo et voilà, el regalo perfecto. Además, un libro usado, aunque no huele tan maravillosamente bien como uno nuevo, huele a papel curtido, papel con experiencia. Un libro que ha pasado por varias manos y ha visto mundo es una historia ambulante, va recopilando experiencias y enriqueciéndose cada vez más. Es como cuando coges un libro de la biblioteca y encuentras notas al margen, pequeños detalles y correcciones que a ti se te habrían pasado por alto. O citas de otros libros, o direcciones postales, números de teléfono…. y entonces imaginas la cara de quien ha leído ese libro antes que tú y te preguntas qué le motivó a escribir cierto comentario en ese margen de la página.
Así pues, este año, como los últimos, me he propuesto regalar libros por Navidad. Hasta he creado una página en Facebook que, si bien es inútil, puede servir de punto de encuentro y debate para los amantes de la literatura. Por supuesto, en cuanto tenga la ocasión este año regalaré mi libro. No por vanidad, sino porque estoy convencido de que se trata de una novela que puede gustar a casi todo el mundo. En primer lugar, porque se trata de una historia que todos intuíamos, si no conocíamos ya: Peter Pan y Wendy se despiden en la ventana con la promesa de volver a verse, con la promesa de no crecer. Podría ser un libro infantil, pero no lo es; los niños no lo entenderían. Podría ser una novela de aventuras, pero entonces se trataría de una novela superficial. Hay aventuras, pero también hay amor, mucho amor, amor a chorros. Podría ser una novela cursi, de modo que también tiene miedo como una novela de terror. Y tiene fantasía para los amantes del fantástico, pero también tiene realismo para los puristas; el miedo nace de la verosimilitud. Además, trata temas que experimentan por igual una niña de quince años y un señor de noventa: el miedo a crecer, el amor, el desamor, el miedo a morir, el rencor, las promesas, la literatura que viene como un huracán y nos cambia la vida…
Por esos motivos y muchos más creo que La traición de Wendy es el perfecto regalo esta Navidad, y si queda algún indeciso le recomiendo que pase por este blog. Porque las historias honestas deben atravesar fronteras, y es preciso que todo el mundo sepa lo que le pasó a Peter Pan tras decir adiós en la ventana. Por eso, esta Navidad regalaré La traición de Wendy.
¿Saben? Necesito escribir. Insisto en necesito. Sin escribir, me ahogo, me hundo, me cuesta respirar… cuando escribo, me olvido del resto.
Quien me conoce sabe de mi tendencia a convertirme en una montaña rusa emocional, y es bastante evidente en este blog, después de todo mi contenedor de ascos. Todo lo que no me cabe o me quema en la cabeza, lo vomito aquí. Y me siento como nuevo. A veces cuento cosas buenas; otras, malas. Hay veces que incluso terribles. Pero hoy no. Hoy vengo a reivindicar la escritura. Hace dos días tuve una jornada emocionalmente agotadora por la marea de emociones que se sucedieron de repronto. Venía de un fin de semana en el que había estado inexplicablemente enfermo, y me levanté para estudiar. Ayer tuve examen; mañana tengo otro. Total, estaba yo estudiando cuando levanto la vista y veo en la tele a Morente, Enrique. Miro y leo muerte cerebral y se me encoge el pecho. No. No puede ser. Enrique es joven, Enrique es fuerte, Enrique es el legado del genio granaíno. Efectivamente, se nos fue. Iba a comer sin ganas cuando recibí una llamada que me cambiaría el día: un editor de Madrid está interesado en publicar mi primer poemario. Uf. Poesía al fin. Porque con la poesía tengo miedo, aún no me siento poeta, aún no he dejado los restos en un libro de poesía. En narrativa lo he hecho en varias ocasiones, sí, pero no en poesía. Por eso fue un subidón que me tuvo todo el día hasta arriba. Luego me di cuenta de que seguía algo enfermo, no estaba curado del fin de semana, pero quise olvidarlo con el notición. Me fui a clase, y entonces me topé con un nido de cucarachas que creía extinto (lo siento, no se me ocurre un símil más apropiado) y que me provocó náuseas. No por la impresión, qué va, ni mucho menos. Náuseas de asco. Estuve en clase con ganas de vomitar, pensando en el examen del día siguiente, en las cucarachas (hay al menos dos, tal vez tres) y en lo mal que me sentía (te tenías que haber quedado en casa, Jose, aún no te has curado. Ya, pero no puedes faltar a clase o te suspenden la asignatura. Pero estás malo, joder. Venga, no pasa nada, mañana estarás mejor). Luego pensé, me acordé de lo del libro y me llevé la mano al bolsillo y noté el tacto del papel del bueno. Miré la entrada, pensé en el poemario de nuevo (irónicamente, se titula Cuánta pupa) y salí de clase antes de tiempo. Me fui al concierto de Micah P. Hinson y durante una hora y pico se me olvidó el mundo. Así de maravillosa es Granada, el mismo día en que muere Morente puedes ver a Hinson en cocierto. La cuestión es que se me olvidó todo lo malo y, al llegar a casa, sin Internet ni nada, me puse a estudiar y organizar los apuntes y a terminar de releer el último de Harry Potter en inglés. Luego pensé en el poemario, en la posibilidad real de una publicación y me dormí como un bebé.
Ayer el día fue de nuevo agridulce. Caminando por Granada tenía ganas de llorar por Morente. Lo escuchaba homenajeando a Lorca. No sabéis qué sensación escuchar a Morente por Lorca en las callejuelas del centro de Granada. No lo sabéis. La aurora de Nueva York de su disco Omega. Por eso me duele tanto lo de Enrique, supongo. Por Lorca, que es como si con él volviera a morir un poquito. Yo es que nunca he escuchado flamenco (ni música en general), y a Morente llegué a través de Lorca. Me volvieron a arrastrar hacia él Los Planetas. Granada puede ser y es maravillosa. Luego hice el examen, digo, ni bien ni mal, uno más. Fuera. Ya sólo me quedaba el de mañana. Con eso me fui a casa (eran las 3 de la tarde cuando salí del examen; ya, menuda hora de poner un examen…), pero antes me pasé por Traducción [duele no llamarla mi facultad] para revisar el correo y comprar pan de camino. Miré el correo y encontré algo bueno de nuevo, un anónimo firmado. En realidad, encontré varias cosas buenas: qué tontada, una cosa tan estúpida como el correo electrónico, una sucesión de ceros y unos, te puede alegrar el día. La semana que viene o estas vacaciones os hablaré tranquilamente de los bonitos anónimos. Son algo maravilloso, desde luego. Ya me explicaré: para que tengáis una pista, os diré que me persiguen desde hace algo así como tres años, sí. Algo así, tres años, quizás cuatro.
Dejé el correo con la pequeña alegría, pero entre que no salí del examen con una sensación maravillosa, me acordé de las cucarachas otra vez y pensé en el examen de mañana, pues me sentí de nuevo por los suelos. Y Morente por todas partes, y “La aurora de Nueva York tiene/cuatro columnas de cieno…”, y un poco de todo. Tenía trabajos que hacer y bastante que estudiar, pero me puse a escribir. Porque era escribir o morir. Y bueno, lo cierto es que estoy contento. Puede decirse que ayer, un día después de la muerte, de la despedida de Enrique, concluí mi segundo poemario. No voy a contar por quincuagésima vez cómo también escribí casi toda La traición de Wendy en una situación de desesperanza y desesperación total, pero os recordaré que necesito escribir. Que cuando las cosas se me ponen feas, yo acabo otro libro y lo celebro por lo grande. Mañana, además, después del examen y la clase tengo un concierto más, en este caso un casi acústico de Zahara, que podré disfrutar como hace prácticamente un año cuando vino por aquí. A ver si mañana consigo la foto con ella (o algo así), que al fin soy libre desde hace mucho tiempo. (Ja, libertad, dice. Ya, todo el trabajo que me echo a las espaldas lo hago desinteresadamente). Pues nada, tendrán que seguir viniendo malas rachas, y cucarachas, y muertes y suspensos para que mi vida prospere. O no. Sólo sé que me lo estoy currando como una bestia, y El abrazo del koala ya está de camino a algún certamen de poesía.
Soy adicto a muchas cosas. Desde pequeño, cuando nací y aprendí que el tacto del papel no era frío, soy adicto a los libros. A los libros y a las ceras, los bolígrafos, la pintura, la goma, el carboncillo, y todo lo que sirviera para plasmarme y derramarme en el papel. Luego aprendí a leer y a beberme los libros, y supe que el papel estaba rico y la tinta, ni te cuento. Por eso me volví idiota y adicto. Soy también adicto a Internet, y no sé muy bien por qué, aunque en cierto modo lo comprendo. Adicto a la red de redes y pionero, aún recuerdo cuando me conectaba de manera casi clandestina con el cable del teléfono (¡Cielos! Con el cable del teléfono) para mirar cositas frikis de Stephen King y Buffy y Expediente X, entre otras lindezas. De eso hace ya siete u ocho años, que se dice pronto… También descubrí el porno gratis, la cantidad exagerada de porno, las ingentes posibilidades del porno… Supongo que también me volví un poco adicto al porno, pero eso es bueno. El porno nos abre la mente y nos hace felices. Seguro que ya existe; si no, propongo instaurar un día Mundial del Porno. Por supuesto, soy adicto a la comida poco saludable: chocolate en cualquier forma y textura (helado, galletas, tabletas, en polvo, a la taza…), hamburguesas cuanto más grasientas, mejor, pizza con extra de queso… salsas con nata, curry, chucherías… Y bueno, es una obviedad, pero soy adicto a la música, al cine y a las series de televisión, como media España, pero creo que puedo decir que con criterio. Créanme, tengo criterio. Y por eso lo que empezó como un juego, eso de ver Expediente X y Buffy y disfrutar como un crío se convirtió en enfermedad con Lost, Six Feet Under e incluso ER. Lo de ir al cine de cuando en cuando, todo un ritual maravilloso por el que tenía todo el derecho del mundo a ser feliz, se acabó convirtiendo en la obligación de escribir reseñas para tres o cuatro revistas especializadas y cubrir dos o tres festivales al año. Pero sarna con gusto no pica. Y bueno, eso de escuchar de vez en cuando algún disco del que ahora avergonzarse acabó por convertirme maestro del Emule y de todos los programas de música en Internet, y empecé a comprar discos y, pasado el tiempo, a ir a conciertos, cinco o seis medio reseñables al año, y a conocer músicos y a no querer que esto se detenga. Y el maldito ordenador. Un Paraíso donde dar cabida a todas mis adicciones: porque en el pequeño HP caben la literatura, el porno, Amy Winehouse, el cine, la música y cientos de miles de millones de seres tan o más enfermos que yo a los que decir juntos podemos, y pásame un poco de tu mierda, y lo nuestro no tiene cura. Porque volverse adicto a Top Chef era lo último que me podía pasar. Ah, no, también podía volverme adicto a Tumblr y al Google Reader, y aún así volver al mundo de mi lado. Y tú, pequeño enfermo, confiesa tus adicciones.
Este año he sido bueno. Siempre lo soy, pero éste en especial he sido muy, muy bueno. Y he tenido suerte; me han pasado cosas excelentes. Podría pedir cosas imposibles y cursis, ya sabéis, que me devolváis a mi tía o poder publicar otro libro: regaladme un certamen de poesía, porfa. Pero ya nos conocemos, y es bastante obvio que eso no funciona, de modo que me iré a lo inmediatamente material y posible. Iré ampliando la lista paulatinamente:
-Altavoces para el portátil. Potentes y ruidosos. -Una conexión a Internet. -Un disco duro externo con MUUUUUUUCHA capacidad. -El primer DVD de Buffy Cazavampiros y el cuarto de la temporada 4 de Six Feet Under. Los perdí, pero tengo el resto de la colección. -Una batería para el portátil, que ésta está cascada: HP Pavilion dv5 -Películas en DVD: Donde viven los monstruos, Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Garden State, Revolutionary Road... -Una sudadera de la Universidad de Swansea -Un tocadiscos para vinilos -Un trípode pequeñito, barato, portátil, flexible para la Reflex ^^
Cuando era pequeño me gustaba dibujar. Al parecer, desde que supe agarrar algo con mis deditos me dio por coger libros y ceras y pasar horas enteras coloreando, dibujando, atisbando las letras para imitarlas más adelante…
Se me daba bien todo lo que tenía que ver con el papel. Acabé el Micho —la cartilla de lectura— el primero de mi clase, lo recuerdo porque fue una de las primeras victorias que logré en mi vida. También recuerdo que, si nos portábamos bien y hacíamos las cosas rápido, podíamos utilizar el resto del tiempo para jugar o dibujar. Ya entonces tenía una obsesión con captar mi naturaleza, mi entorno en una hoja de papel. Teníamos en el aula de párvulos una imagen, un dibujo de Pinocho muy grande (a mí se me antojaba inmenso con cinco años) y yo me dedicaba a dibujarlo en escala pequeña en mi hoja de papel. Luego se lo enseñaba a la seño, como todo de lo que nos sentíamos orgullosos. Uno de tantos días se me acercó a la mesa y miró mi dibujo, miró el Pinocho de la pared y me dijo:
—Jose, qué bonito. Un día te voy a dar un rollo de papel para que lo dibujes igual de grande que el de la pared.
A los cuatro o cinco años las palabras de tu maestra son tu Biblia, de modo que yo lo creí a pies juntillas. No hubo un día de desencanto, no. Acabó el curso y me cambiaron de aula y de maestra, y poco a poco asumí que nunca podría dibujar ese Pinocho gigante, por mucho que me rompiera el corazón tener que asumirlo.´
Otro de los hechos, ya en la casa, no en el colegio, que me marcaron sin saber en qué momento, fue también sencillo y relacionado con el dibujo. Correría el año 1992 o así, porque a mi hermano pequeño, el recién llegado, le habían regalado un peluche de Curro, la mascota de la Expo de Sevilla. Total, no sé si recordarán que Curro era un pájaro blanco con una cresta y un pico de una tira de colores: uno, que siempre ha sido tan influenciable, hablaba con su madre una tarde de invierno (recuerdo la lámpara encendida y la tela de las faldillas de la mesa) sobre lo que me gustaba:
—Mis colores favoritos son estos. El azul, el verde, el rojo, el amarillo y el rosa porque son los que salen aquí.
—Hijo mío, el rosa no. El rosa les gusta a las niñas, no a los niños —me explicó ella, tan convencida de lo apropiado de la respuesta.
Yo sentí entonces ese atisbo de culpa por hacer algo que no debía hacer (¡gustarme el rosa, el color que les gusta a las niñas!) pero también esa incertidumbre, la incomprensión de no saber qué malo tenía el color rosa. Supongo que a partir de entonces dejé de colorear la piel de mis dibujos de color rosa y o cambié por el preciado color carne.
Supongo que con el tiempo aprendí a ser un conformista. Y que todas las promesas sin cumplir, todo lo prohibido siguió conformando el camino que habría de seguir hasta el aquí y ahora.
Quien me lee habitualmente habrá podido comprobar que de un tiempo a esta parte estoy bastante reflexivo. Me planteo cosas que la gente se plantea por lo general en los años de instituto. Como si, al darme cuenta de que acababa por fin la carrera, tenía que empezar a planear mi vida. La típica crisis adolescente. Todo bien hasta ahí. Sólo que yo no soy un adolescente: tengo 23 años. He aprendido en el máster que acabo de comenzar (sí, como ven tres días de máster pueden dar para mucho) que la adolescencia se ha alargado debido a los cambios económicos y sociales, que los chavales rehuyen cosas como el compromiso, el trabajo y la emancipación. Al menos sucede así en España. Por eso es habitual encontrar gente en la facultad ocupando un ordenador no para buscar información o redactar su último trabajo de investigación, sino para ver lo último de The Big Bang Theory (y esto es verídico: ahí está la tía, con dos cojones, ocupando un ordenador para ver los desvaríos amorosos de Sheldon Cooper mientras yo tengo que comprobar mi horario de clase). Total, gente para todo y yo asustado.
Desde un tiempo atrás me sucede otra cosa que me deja indefenso: conozco genios. ¿Han conocido alguna vez un genio? Yo he conocido varios, o igual tengo demasiado devaluado esto de la genialidad. El hecho de conocer tantos genios, como digo, me ha hecho descubrir mi mediocridad (en el sentido de normalidad, vulgaridad), hecho que a su vez me hace plantearme muchas cosas. El sentido de la vida. El sentido de todo lo que hacemos. Si tiene sentido escribir o seguir un blog o perder el tiempo en Internet. Si algo vale realmente la pena.
Todo puede ser, desde luego, que me encuentre algo disperso: este fin de semana, por ejemplo, tengo que buscar una ilustración para un relato que queremos incluir en nuestra revista, tengo que escribir dos artículos (uno de música española y uno larguísimo de televisión española) para la misma revista, porque me he comprometido y cuando me comprometo soy muy extremo y me obligo a cumplir: así funciono yo; para acabar, tengo también que redactar dos reflexiones/redacciones para el máster de Profesorado, cómo no, y mañana por la tarde voy a recoger un pase de prensa para el festival de cine fantástico que tendrá lugar la semana que viene en Granada, para cubrir al menos los pases de algunas películas. Además, tengo que preparar las plaquettes caseras que quiero repartir en el recital del sábado que viene en un local mítico de Granada, La Tertulia. Les recuerdo que será una noche completita de concierto (Carlos Siles) y recital/lectura/sorpresas. Pero en realidad creo que no es eso. Uno de los genios a los que conozco me dijo una vez que, como escritores, debíamos procurar escribir como si todo estuviera grabado a piedra. Que no nos permitamos el lujo de perder el tiempo en naderías, y visto lo visto, creo que mi blog es una nadería. No voy a cambiar el mundo por escribir lo que quiera en "mi casa", y en cualquier caso mi presencia cibernética se encuentra más que justificada de por sí. Otro día hablaré de mi dispersión, mi huella internetil. Mientras tanto, seguiré conociendo genios y tratando de encontrarle razón de ser al resto del Universo.
A veces, cuando no tienes nada que hacer (siempre hay algo que hacer) te da por leer en Internet, y cuando te has leído todo el Internet te da por volver a tu casa, a tus escritos, a tu vida, a tu blog y a corregirlo, a ponerle nota. Esto sobra, este día parecía un gilipollas, idiota, ahí estabas enamorado, aquí eras un mediocre. Por eso te escribo esta noche. Estoy viendo Caótica Ana, la película-experimento por antonomasia del cine español contemporáneo. Te da pena Medem porque te sientes identificado con sus personajes. De hecho, recuerdas que una de las pocas veces que una película te ha hecho sentir libre fue con Habitación en Roma, como hace poco te pasó, por ejemplo, con Cómo ser John Malkovich.
Jose, hay días en los que ves una de estas películas y sientes que nada de esto tiene sentido. Que te ponen metas donde nadie debería poner barreras, que a veces te las pones tú. Ahora tengo 23 años, puede que cuando me leas tengas 24 o 25, y sentirás que ahora mismo soy un gilipollas, de acuerdo, pero estoy absolutamente convencido de que harás caso a mis palabras.
Ahora mismo tienes el mundo a tus pies y sólo te atan tus miedos. Te esperan Madrid, Londres y Nueva York con los brazos abiertos, tienes que salir al mundo. Dejar la mordaza, escribir ajeno a todo, llevarte cuatro cuadernos en blanco y muchos bolígrafos. Leer, tal vez. Olvidar la exponencia audiovisual que en este momento ahoga tu vida. Buscar otras biblias. Espero que para cuando me leas tengas claras tus prioridades como las tienen tus amigos. Si de verdad quieres ser escritor, sólo hacen falta papel y lápiz. Lo demás son imposturas. Créeme. Me crees.
Ahora mismo no sabes alcanzar otro estado de conciencia, no sabes pensar de otro modo, pero tienes la ilusión que hace girar el mundo. El optimismo y las ganas. Eso siempre. Pero es el puto miedo. Conoce gente: busca músicos, artistas callejeros, escritores viejos y muy leídos, directores de cine, chavales con una videocámara por la calle. Busca y pregunta. Ahí fuera radica lo extraordinario.
Busca, joder. Y trata por una vez de ser honesto. Un abrazo,
Se ofrece escritor responsable. Experiencia demostrable. Soy versátil: narrativa, poesía y ensayo. Puedo doler y puedo hacer reír. La juventud en mis ojos, la experiencia en mi piel. Las ganas de comerme el mundo. Vamos, humanista, si te llamas así a estas alturas te habré convencido. También hago fotos: a los gatos, a desconocidos, a las chicas bellas, a los chicos serios. Tengo cualidades extraordinarias: me pongo la pierna detrás de la cabeza, puedo guardar aceitunas y chucherías en la garganta, hablo como el pato Donald, puedo reírme sólo con media cara y cambio de aspecto con facilidad. También cambio de canción preferida. Canto bien, creo. Lo suficientemente bien. Toco (un poco, muy poco) la trompeta y me enamoro constantemente de gente, de películas, de libros… Avala mi vida. La obra será inmensurable. Novelas, poemarios, cuentos, fotografías, artículos, canciones, guiones… A cambio de qué. De nada.
No tengas miedo de decir lo que piensas, de defender lo que crees. La vida no es fácil, más vale que lo sepas ya. Bueno, que la vida es fácil: son las personas quienes la hacen difícil. Viaja a todas partes. Eso será lo mejor de tu vida, que poco a poco descubrirás que tienes alma de aventurero.
No digas no puedo. Siempre que te lo propongas, llegarás a la meta. No desistas en tus empeños y cree en ti mismo. Porque los demás son ratas. No escuches a las personas. Déjate enamorarte de vez en cuando decirle que la quieres, compartir tu vida con ella. Haz el amor y besa, bebe cerveza, fuma porros. Desahógate. Aprende a escoger tus lecturas y tus películas. Lee El guardián entre el centeno, El dador, Las vírgenes suicidas, Un mundo feliz. El resto no te hace falta. Mira American beauty, Pulp Fiction, Before Sunrise, Cómo ser John Malkovich, Soñadores (de Bertolucci), Hable con ella… Habla con ella. Con él. Con ellos. No te sonrojes nunca. Habla con el mundo y diles que sólo tú llevas razón.
Cómprate un tocadiscos. Escucha The Smiths, Janis Joplin, Nina Simone, Radiohead, Muse… Huye de la radiofórmula como de la peste. Sé egoísta. De verdad, no mires a nadie.
No hagas la comunión. Si la haces, escupe la hostia y písala delante del cura. No creas que si estudias mucho, llegarás más lejos. Llegarás al mismo sitio con la mitad del esfuerzo. Ten fe en ti mismo. Y tranquilo, todo llegará: los amigos, las mujeres, la universidad, la literatura.
No toques la trompeta. Eres un negado, y lo sabes. Pasa de ella. Inténtalo con la guitarra.Un día conquistarás el mundo. Te quiero,
Jose
lunes, 11 de octubre de 2010
A veces
desangrarme en la bañera
tiene la capacidad
de devolverme la vida.
No lo esperaba en absoluto. Ya han sido varias veces las que han intentado hacerme desaparecer con pulsar un botón. Delete? Yes. Are you sure? Yes. Adiós. Pero no es tan sencillo, porque un boceto, un leve recuerdo de un rizo, una calle empedrada, sombras sobre la tierra amarilla, un leve recuerdo, digo, es capaz de traer a alguien de vuelta del País de la Oscuridad. El olvido no dura para siempre, por mucho que tratemos de convencernos. Y así nos va. Ya ves, a veces me canso de ser hombre y también me agota escuchar que todo bien. He encerrado todos los pájaros en una jaula gigante: las malditas golondrinas, los jilgueros, las palomas, las gaviotas y los gorriones. La jaula empieza en la vejiga y acaba en el pecho. A veces dejo que los colibríes revoloteen en mi cabeza, pero tengo que tirar pronto de ellos y dejar que los apresen los cuervos. Para que no duela. Me dicen que ya no vuela, que ya ha desistido de toda intención. Que he cambiado la victoria por la Derrota. Que quedan siglos de vida y los pájaros acabarán por disecarse en esta jaula. Y yo, te resucito ahora y siempre.
Lo aposté todo por irme a Australia. Al final, ni he tenido suerte ni soy valiente para mandarlo todo a la mierda e irme a la experiencia más maravillosa de mi vida. Por eso, como me toca volver a Granada, voy a hacerlo con la mirada limpia. Como si fuera mi primera vez. Aquí comienza el nuevo giro de tuerca en mi vida: redescubrir Granada, o Granada con otros ojos, porque es una ciudad que no deja de sorprenderte y te tiene guardadas mil sorpresas. Además, como este año no tengo Internet en casa voy a aprovechar mejor el tiempo, escribiré más y leeré más, y cuando suba a la facultad publicaré mis pequeñas guías-crónicas con lo que me depara la ciudad de la Alhambra. Eso, además de viajar. Que lo haré.
Por otra parte, la semana que viene iré a recoger los dos ejemplares del libro que he tenido que hacer para una asignatura de la carrera: El último mono. Consta de textos míos extraídos de todas partes (relatos, poemas, blog, fotolog) y fotografías propias también. De momento sólo he encargado dos ejemplares, el mío y el del profesor. Tenía previsto hacer una edición limitadísima para mis amigos, pero cuestiones presupuestarias me han convencido de que lo mejor es dejarlo estar. Ya estoy pensando en el segundo tomo... Por cierto, la imagen de la portada es, como podéis apreciar, una de las fotos que saqué del TAC que me hicieron en Francia. ¿Hay algo más personal?