Tempus non fugit

No, no tengo ningún truco

para detener el tiempo

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Cuando el tiempo ahoga es cuando más intento sacar la cabeza aunque se escape alguna lágrima furtiva por la presión. Es como si pudiera ralentizar mis momentos más personales y observar los pequeños detalles desde cerca. Es como si soñar dejara de ser un lujo para convertirse en una necesidad.
La otra noche estuve hasta la 1 y media de la mañana leyendo las historias de los cuentacuentos. En esta ocasión he optado por la sinceridad total. Leo los relatos en casa, desde un disquete; ninguna opinión interfiere, sólo mi punto de vista. A lo mejor se cargan mi karma, quién sabe, pero lo hago desde la verdad y con todo el tacto posible.
¿Os cuento otro momento de parar el tiempo? Estaba en la cama escribiendo en la libreta en blanco, ésta apoyada en mi pecho, y a cada latido del corazón daba un pequeño salto. Es como si las palabras o el papel se llenaran de una especie de vida. No sé por qué tiendo tanto a la melancolía pese a la apariencia optimista. No es un disfraz, creo que es una especie de desnudo interior. Es simple:
-Jose Alberto Arias es el optimista.
-Brian Edward Hyde, el nostálgico.
A lo mejor yo también tengo mi particular Jekyll y Hyde (o en este caso, Arias y Hyde), como un juego de luces y sombras.

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