Cada tantos siglos hay que quemar la Biblioteca de Alejandría
"El congreso", J.L.Borges
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Hace una semana vi un documental sobre un campamento de lavado de cerebros cristiano evangelista. El documental es maravilloso porque en ningún momento hay narrador, los directores (en este caso creo que directoras) se limitan a grabar y mostrar sin dar una sola opinión. Un trabajo objetivo, o todo lo contrario a lo que ofrece el rey del documental-espectáculo Michael Moore. El documental del que hablo se titula Jesus Camp, hay muchas partes en Youtube y cuenta la experiencia de decenas o cientos de niños que pasan unos días juntos en un campamento donde los adoctrinan y ven circular a oradores y demás integristas (si investigáis un poquito más, descubriréis que alguno de estos sermoneadores ha sido relacionado con casos de ¡oh, no puede ser! pederastia). ¿En serio alguien se asombra por esto? Total, se ve a los niños llorando mientras gritan el nombre de Jesús y repudian al demonio que, entre otros sitios, se encuentra en Harry Potter, esa saga literaria que ha logrado que millones de niños lean algo más allá de las guías del último videojuego. Esto me hace recordar que en su momento Ratzinger también condenó al joven mago. Que aún no fuera Papa me da exactamente lo mismo, porque ya era un cardenal relevante en la Iglesia y mostró su opinión claramente. Para que vean que quiero ser imparcial, aclararé que oficialmente Ratzinger no hizo esta declaración, sino mediante una carta al autor del estudio Harry Potter: bueno o malo, con las siguientes palabras: "Es bueno que usted ilumine a la gente sobre Harry Potter porque esas son seducciones sutiles que actuan desapercibidamente y por eso profundamente distorcionan la cristiandad en el alma antes de que pueda crecer apropiadamente". Puesto que estaba convencido de que su juicio trascendería, en otra carta dio permiso al autor para que hiciera pública su opinión sobre la saga de J.K.Rowling.
Ahora aparece este pastor loco, enfervorizado por su fe hasta un extremo que roza lo patológico y anuncia esta caza, este ataque y derribo contra otra de las grandes religiones monoteístas. Terry Jones, sobre quien se desmintió su relación con escándalos pedofílicos, anima a la quema del Corán en respuesta a los ataques terroristas de hace una década. Más allá de que estos ataques se pudieran haber prevenido de no ser por la estupidez de la Administración Bush, creo que la quema de una bandera es una provocación fácil, una provocación tan infantil que no requiere mayor atención. Ahora bien, que Jones responda con una decisión que se pone a esa altura (¡quememos sus Escrituras todos juntos!) no debería despertar mayor sorpresa o atención. Terry Jones es un niño grande que trata de llamar nuestra atención. Quiere que su congregación sea el centro del mundo por unas horas, quiere creer que ese poder es obra de un milagro divino, o peor aún, realmente cree que todo lo que está pasándole es obra divina. A pesar de las advertencias de Naciones Unidas, del FBI, del Vaticano (¡!), Jones se niega a detener su decisión. Sólo cesaría en su empeño en el caso de recibir una llamada de Dios (¡ja!) o de la Casablanca. Finalmente ha recibido una llamada del secretario de Defensa. Y sí, se echa atrás, entra en razón, algo. Pero a qué precio... Ahora cualquier idiota fanático puede montar un pollo internacional con la única condición de que Obama lo llame en persona o pondrá en peligro la estabilidad internacional a cambio de publicidad. El ser humano da asco...
El problema lo tiene en primer lugar Estados Unidos, donde es delito quemar una Biblia pero no un ejemplar del Corán. ¿Es menos sagrado un Corán que una Biblia? Aparentemente, sí. Lo que no se debió admitir en ningún caso es esta publicidad, esta atención al niño llorica, al terrorista, porque en definitiva se trata de un terrorista que pone en peligro las vidas de miles de personas ante un estallido de violencia espontáneo. Mi propuesta es simple: este señor ha recibido cientos de ejemplares de coranes a su iglesia para quemarlos en la polémica pira. Alguien debería ocuparse de coger una Biblia, descoserla con cuidado y parsimonia, y más adelante colocarle el lomo de un Corán. Así Terry Jones estaría, sin saberlo, quemando sus escrituras, su razón de ser, ofendiendo a su Dios y a toda su congregación. O si alguien encuentra el Necronomicón original, que lo envíe disfrazado de Corán. Un juego de niños. ¿Ven? Todo era tan fácil...
Hoy he leído en alguna parte que igual sí tenían que mandarles coranes, pero para que los leyeran, los estudiaran y entonces decidieran si quemarlos tras, al menos, haber debatido el contenido del libro sagrado. Si ya lo decían tiempo ha: "El fascismo se cura leyendo". O quemando Biblias...
Hoy he leído en alguna parte que igual sí tenían que mandarles coranes, pero para que los leyeran, los estudiaran y entonces decidieran si quemarlos tras, al menos, haber debatido el contenido del libro sagrado. Si ya lo decían tiempo ha: "El fascismo se cura leyendo". O quemando Biblias...
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1933 d.C. Una serie de obras literarias, científicas y artísticas son quemadas por el Tercer Reich. Se incluyen las obras del "degenerado" de Sigmund Freud, y muchas obras judías. |
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