And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.

martes, 20 de enero de 2009

Another empty body


Porque mientras la Paillard terminaba de devorar su entraña mecánica como una parca industriosa y en aquel mudo corazón se agolpaban emociones tan antiguas como el mundo y la sucia fábula que lo nombra, Kurt penetraba al fin en ese minuto pavoroso en que todo hombre debe rendir cuentas con la eternidad o con la pura nada, ese minuto después del cual ya sólo queda la experiencia de la carne, la vieja carcasa una y mil veces herida por el clima, la terca carne nacida para la ternura y, sin embargo, siempre condenada al sufrimiento, la innoble encarnadura llevada de aquí para allá como un traje antiguo y caduco, pero por eso mismo tan cómodo; sí, el viejo cuerpo, la piel vieja, el yo levantado sobre el cimiento de las células y de los tendones y de los huesos, el viejo armazón lleno de heridas y de cicatrices y de quemaduras que conforman la auténtica memoria del tiempo, la vieja prosa de la carne profanada y agredida y mancillada y aun así transformada en salve o en aleluya o en hosanna, la vieja y siempre cálida sustancia sobre la que se sustenta el mundo afanoso y violento y aterrador; sí, sólo eso, unos cuantos centímetros de piel cubriendo un corazón fatigado que decidió pararse en la temprana edad de treinta y un años, un corazón que perteneció a un sastre que fue organista que fue amante hijo que fue soldado de un ejército de leyenda que fue espectador de hecatombes que fue hombre sin sensibilidad que fue piloto en el Atlántico que fue guardián de los muertos que fue aspirante a padre que fue extranjero entre los suyos y apátrida en todas partes para al fin venir a ser, otra vez, sólo y ya para siempre, la carne de Kurt.

La ofensa, Ricardo Menéndez Salmón

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Un saco de huesos, Stephen King