Llegué a este pueblo perdido de Galicia como se llega a los lugares maravillosos, en autobús y por casualidad. No sabía los secretos que deparaba el lugar, las personas y demás entes que lo pueblan. Aquí meigas, lo que se dice meigas, haberlas, no las hay, ni hadas ni otras criaturas de honrosa mitología. Vampiros, sin embargo, haberlos haylos. Es lo que hablé con Maryana unos días después de llegar, cuando celebrábamos una moraga en la playa.
________ —Qué oscuro todo, ¿no?
________ —Es de noche.
________ —Ya, pero no hay luna.
________ —Está nublado, siempre lo está en el pueblo.
________ —Oye, ¿y eso que dicen de los vampiros es verdad?
________ —¿Tú qué crees? ¿Te dan miedo esas historias?
________ —Bueno… son mitos, no hay de qué preocuparse.
________ —Mira eso, al fondo. No, mira donde señala mi mano. Descuida, aún está lejos…
________ —¿Qué es? No veo nada.
________ —¿No ves nada brillando en la oscuridad? Justo donde rompen las olas, a la altura de una cabeza hay una boca. Vamos, tienes que verla…
________ —¡Ahora! Veo un borrón azul.
________ —Te cuento. La mayoría de la gente se equivoca. Esperan ver unos ojos rojos brillantes o unos colmillos que aparecen de la nada, pero lo único que delata a un vampiro son sus labios, azules y brillantes. Y sonrientes, como esos.
________ —¿Cómo lo has descubierto?
________ —Verás, un día llegué a casa y no había nadie, o eso creía. Entonces vi a mamá sonriendo en su sillón. Papá entró por la puerta. También sonreía… fue espeluznante por un momento.
________ Entonces sonrió ella.
3 comentarios:
Me encanta la imagen de los labios azules. Prefiero imaginarlos azul eléctrico. Me da para un poema.
No hay mejor forma que contestarte con una sonrisa.
:)
A mi lo que realmente me ha dado miedo no ha sido el relato sino el Live Traffic Feed... ¡Qué miedito, como en 1984!
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