Ya está bien. Por favor, dejen de engañarnos.
No se crean las paridas de Isabel Coixet o Laura Linney. No es bonito, no es poético, no es nada positivo. Tienes que tener muy en cuenta algo: no podrás hacer mil cosas, no podrás tener hijos si no los tienes ya, no podrás recorrer el mundo por mucho planning que te hagas, porque en cuanto empieces con el tratamiento (ya sea quimio o radioterapia, cirugía...) tu calidad de vida se irá a la porra y estarás débil y no querrás mirarte al espejo, y por mucho que toda tu familia y amigos te cuenten chistes o su día a día o bromeen contigo tú sólo podrás pensar una cosa: me voy a morir, es cuestión de tiempo que esto me pase. Ya he perdido a dos personas por el cáncer. Tres, si contamos a un abuelo al que no llegué a conocer por un cáncer de pulmón. Hace algo menos de tres años, cuando estaba de Erasmus, murió mi tío, también de cáncer. Recuerdo perfectamente la impresión que me dio porque ese día, como tantos otros, nos íbamos de fiesta y me quedé un rato en casa pensando que mi tío ya se había muerto y no tendría la opción de volver a verlo y estaba a miles de kilómetros y no podía siquiera despedirme. Y dar el pésame, y ese mensaje de mi hermano: "Igual tenías que llamar a papá". Muy duro, sí, muy duro despedir a un hermano, a un familiar por una enfermedad tan jodida, tan inevitable.
Hace cuatro días murió mi tía, también de cáncer. Un año al menos lleva con él, cinco meses desde que se lo dijeron. Cinco meses en los que yo he intentado por todos los medios que el tiempo que le quedaba aquí, entre los suyos, fuera lo más especial posible. Especial como yo entiendo el concepto "especial": viendo películas indispensables, llevándose pequeñas alegrías cotidianas, gracias a música inmortal, con mi poesía, con mis intentos de crear magia... Qué mala suerte ha tenido, es cuanto me cabe decir. No un cáncer de mama que, pillado en según qué estadio, es tratable. De esófago y estómago: de los más letales, los más inhumanos porque acaban con la voluntad a base de mal. Te privan de la alimentación. Para alguien a quien le gusta comer bien, disfrutar de exquisitas chucherías y marranadas gastronómicas, que te priven de ese placer tan básico es un abrazo, un comienzo del descenso a los infiernos.
Pero esto pretendía ser una reflexión sobre la actitud de los enfermos y su entorno más que de la enfermedad en sí: cómo la gente no se atreve a pronunciar la palabra, ese tabú que supone el cáncer. Como si conllevara algo de culpa desarrollar esta enfermedad... Como si la Muerte acompañara al enfermo desde ese momento y quisiéramos rehuirlo. Por eso creo que lo de The Big C, esa C grande, la C mayúscula, la C de cenizas, de cieno, de corrupción, la C de cáncer, es un gran acierto. Y a pesar de que yo no he sido el enfermo ni espero serlo, espero de veras que dejéis de enseñar a la gente cómo afrontar una enfermedad tan dura. Igual hay quien no quiere viajar a medio mundo, aprender un idioma, grabar cintas para sus familiares en un futuro_sinfuturo, hacer puenting, buscar un amor furtivo, alguien más a quien dejar roto... Hay quien tan sólo querrá decir adiós al mundo en silencio, soportando su enfermedad y el tratamiento, consumiéndose poco a poco sin querer que lo tachen de héroe. Porque, si bien es cierto que el cáncer es jodido, muy jodido, al fin y al cabo sólo es una enfermedad, y quien enferma no es como quien decide por sí mismo rescatar gatitos de árboles altísimos. No es tampoco un reproche, sabemos que en muchas ocasiones las personas valoran erróneamente o dan por hecho la muerte antes de que ésta llegue. También hay personas que la niegan incluso después de presenciarla. Nosotros sabíamos que a mi tía le quedaba poco, sí, pero de todos modos nos pilló de sorpresa su muerte (siempre pilla de sorpresa). No obstante, me queda la certeza de que ha luchado como una jabata y ha tenido mucha más fuerza de la que creía. Os lo cuento aquí, en casa, pero cuando me enteré del cáncer de mi tía os prometo que pensé: a ella no, por favor, a mí tal vez. Yo puedo asumir la muerte mejor, yo puedo sacarle partido al tiempo que me quede. Quiero hacerlo. Pero mi tía no tendrá la energía, la fuerza de voluntad, la resistencia... Y la tuvo. Cinco meses horribles, y hasta el último día decía cosas del estilo de: "cuando me ponga bien tengo que hacer tal o cual", porque ella tenía más ganas de vivir que yo.
Ahora nos queda el duelo: asumirlo, incorporar los golpes, aguantar el embate del adiós. Siempre tendré la imagen fuerte y sonriente de una mujer que se mantuvo joven hasta el último instante, que vivió alrededor de los suyos llenando las vidas de los demás de pequeñas bien hechuras. A mí me quedan muchas cosas: me queda el remordimiento de no habérmela llevado a Swansea o no haberle enseñado ciertas cosas u otras, pero también me queda haberle descubierto música y películas indispensables (Cinema Paradiso, Revolutionary Road, Donde viven los monstruos), haberla arrastrado al Mirador de San Nicolás conmigo y hacerla la primera persona en comprar mi libro. Es un alivio. Antes del funeral, antes de que cerraran la maldita caja para siempre, antes de que se interpusieran la madera y el tiempo, logré colarle un poema entre sus manos. Uno escrito por ella y para ella. Porque, como digo en ese poema que se llama "Hacer testamento": Cedo estas páginas una a una/ al río,/ para llegar al Cielo acompañado de mis poemas, mis pequeños escoltas. Al menos sé que no ha llegado sola donde quiera que haya llegado... Espero que no os haya resultado demasiado este post, pero ya sabéis que la muerte es un tema que me fascina, y mi tía, en cualquier caso, se merece todos mis respetos y homenajes. Todo.
Por siempre.
Su vida sin ella |
3 comentarios:
preciosa entrada
tu también eres otro héroe por hacerle ver todas las cosas de la vida
yo también perdí a un abuelo de cáncer, y siempre es una sorpresa ver que ese cuerpo ya no te volverá a mirar y hablar, cómo se desvanece una vida de tantos años en una sola noche
lo siento mucho
Te puse un comentqario que no ha salido. Bueno, ya sabes, lo que se dice y siente en estos jodidos casos. Abrazo
Hay una película en la que creo que saben poner a la enfermedad en su sitio y que a mí, personalmente, me gusta mucho. Se llama "Quédate a mi lado". Entre el reparto destacan Susan Sarandon, Ed Harris y Julia Roberts. No sé si la conoces, pero en caso de no haberla visto, te la recomiendo.
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