And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.

jueves, 5 de abril de 2007

Sebastián Mayor

¿No sentís muchas veces la tentación de resucitar algún personaje olvidado de vuestras historias? Yo no lo he hecho muchas veces, pero en esta ocasión tenía que escribir un pequeño prólogo para una historia en grupo, así que sin decírselo a nadie cogí a Sebastián Mayor y le di vida de nuevo.

PRÓLOGO
Bueno, el hombre era viejo y tenía miedo. Se llamaba Sebastián Mayor, aunque pocos lo recordaban; no, nadie lo recordaba. Vivía en un faro, lejos del mundanal ruido y de la vida rápida. Hay personas que necesitan pensar y para ello buscan el silencio y la tranquilidad de la soledad. También hay ocasiones en las que la soledad es la que encuentra a los hombres; entonces no hay remedio.
_______Estaba todo escrito. Faltaban pocas horas para que concluyera el plazo, tres a lo sumo. ¿Por qué en las noches importantes había niebla? ¿Acaso se confabulaban los elementos para que todo fuera de un modo determinado? La cuestión era que no podría llevar a cabo su trabajo con la seguridad del día a día porque esos días le jodían toda la dinámica. Revisó los mecanismos del faro para que las luces llegaran lo más lejos posible. Él mismo había diseñado un artilugio compuesto de espejos para que la luz perforara la oscuridad con más fuerza, como si fuera sólida. No era un chorro de agua, pero un chorro de luz tampoco estaba mal.
______Hacía frío y la luz se perdía a medio camino del mar. Si los barcos se acercaban lo suficiente la verían sin problemas, pero la niebla cada vez era más baja… Esa noche pasó algo más que determinó el resto de lo acontecido. Sebastián fue el único testigo (o al menos el único que salió con vida) de la explosión. Acababa de entrar de nuevo en el faro cuando oyó un siseo y voces espectrales. En cierto modo los gritos que le llegaron pertenecían a fantasmas, porque la plataforma estaba a una distancia considerable, tanto que para cuando el farero oyó los aullidos de socorro los hombres ya estaban muertos. Eran como esas estrellas que murieron hace millones de años pero cuya luz seguía llegando a la Tierra a través de la distancia y el tiempo. Fantasmas. Sebastián salió a la barandilla, justo delante del foco de luz, y vislumbró una bola de fuego perdiéndose en el cielo. Todo lo que segundos antes había ahí estaba muerto. El anciano gritó al mar y lo insultó por esa manía de deslizar el mínimo sonido por lo ancho de todo el mundo. El canto de una ballena que emergía sonaba como la nota aguda de un trombón; la sirena de un barco, como un silbato defectuoso; los gritos de los hombres ardiendo… no, Dios no había inventado algo tan abominable para compararlo.
_______Se quedó observando el espectáculo en silencio, ya que sabía que no podía hacer nada. Sin darse cuenta pasaron dos horas, pero la llama seguía siendo tan alta como antes. El espectáculo era hermoso. El infierno había remitido a favor de una imagen insuperable. Las llamas se reflejaban en el agua negra por toda la mar visible. Miró el reloj de bolsillo y se sobresaltó. Entró corriendo y abrió el baúl. Sacó tres objetos, uno por cada viaje como mercante maderero: el reloj de arena, la talla de una diosa africana y una bola de cristal casi opaco. Rebuscó entre los papeles que tenía encima de la mesa y seleccionó lo más importante, es decir, las hojas de su diario y las cartas de Mariela. Guardó todo en un cajón sin saber que nadie lo volvería a abrir hasta cincuenta años más tarde, cuando todo habría acabado. Metió los tres objetos en un saco de lona y lo anudó con una cuerda fina, pero resistente. ¿Y si los encontraba la persona inadecuada? O peor aún, ¿y si los encontraban Ellos?
_______Sebastián Mayor ya no fumaba, pero era la última noche y lo sabía. Encendió su pipa y dio varias caladas. Se cargó el saco sobre las espaldas y lo arrojó lo más lejos posible con la esperanza de que las olas, el agua, las sirenas o Neptuno lo llevaran a buen puerto. Por primera vez en su vida se permitió el lujo de apagar el faro. Esa noche no era necesario, la plataforma ardiente era señal suficiente. Volvió a mirar el reloj: diez minutos. Fumó tranquilo y esperó. Ellos eran sigilosos como leonas hambrientas, así que Sebastián no oyó sus pasos por la escalera. Lo encontraron de espaldas y envuelto por un halo azul del humo de su pipa.
_______-Llegáis tarde –sentenció.
_______Abrió los brazos en cruz, se subió a la barandilla y saltó. Ellos no pudieron hacer nada; evitar el Destino era algo que se escapaba incluso de sus manos. Sebastián murió como un valiente, con la sonrisa en el rostro y controlando la situación. La plataforma seguía ardiendo, y no sabía por qué pero creía que Ellos tenían algo que ver. Su saco ya flotaba en el fondo del mar perdiéndose entre las criaturas marinas. Y por un momento supo algo, y era que Mariela estaba viva pese a los años sin saber de ella. Un reloj, una talla y una bola de cristal.

_______Y el agua en sus pulmones… Descanse en paz.

2 comentarios:

Indi dijo...

Somos Dioses, tenemos derechos y obligaciones absolutas sobre nuestras creaciones. La responsabilidad de darles una vida extraordinaria, de marcarles un destino solo imaginable por los mortales. Entre los muchos poderes de la pluma, está el de la resurrección. Es amor incondicional, porque cuando desempolvas el viejo nombre, y lo miras a los ojos sabes que en lo profundo es amor. Una segunda oportunidad, una tercera, una cuarta. Se lo merecen todo. Y es amor, porque su sola presencia sobre el folio nos hace felices, sin esperar nada a cambio.
Leo el prólogo a la espera de más.

Un beso

Anónimo dijo...

Siempre he pensado que de Ebano y pino es de lo mejorcito que escribirás jamás.
B.E.H.... xD

lamusique

No podría vivir sin

eveybody's gotta learn sometimes

Un libro

Un libro
Un saco de huesos, Stephen King