And do you brush your teeth before you kiss? Do you miss my smell? What about me? What about me? What about...?


Va dejando trozos de él por todas partes. Algún día desaparecerá conforme anda.

jueves, 23 de julio de 2009

Nunca entendí la poesía


Leía a Machado y sus campos de Castilla, siempre recordé que se equivocó la paloma, se equivocaba… y te quise verde, verde viento, verdes ramas. Incluso aprendí la tragedia de Antonio Torres Heredia de memoria y usé los tópicos de Bécquer para decir que poesía eres tú mientras clavas tu pupila azul en mi pupila. Vamos, lo que cualquiera. Pero la poesía me parecía esnob, inaccesible, para la élite, para reflexionar tranquilamente en el sillón con una copa de whiskey en la mano o en el porche mientras el viento agita la cebada.
________ ¿Pero leer poesía? ¿En serio? En cualquier caso, como a todo el escritor llegó mi fase poética y comencé con esas ahora vergonzosas composiciones de amor rimadas hasta la sociedad donde se repetían las palabras corazón, alma, juntos, beso… blablabla. Pura basura de adolescente calenturiento, y tampoco es que dieran sus frutos. Por eso prefería dedicar relatos y cuentos enteros a un puñado de versos que no acababan diciendo nada.
________ Luego, al cabo de unos años, conocí a mi primera poeta en persona, la granadina Aurora Luque. Me dio clase otro poeta granadino, Antonio Carvajal, gracias a quien descubrí a un poeta vasco prácticamente desconocido, ya hablaré de él… Bien, con Aurora Luque escribí mis primeros poemas “en serio” tras desmitificar esa aura de intocabilidad que conserva la poesía y jugué con los haikus sin experiencia ninguna. Oí hablar de otros poetas, hablé con ella de tú a tú, como se habla con los poetas, y me empezó a picar el gusanillo. Ese verano me dio por escribir un poema con fecha de caducidad que ya ha caducado. Un año más tarde conocí a otro poeta bueno sin duda, pero egocéntrico: Juan Cobos Wilkins. De él me llevé un extenso anecdotario sobre la generación del 27 y más ganas, aunque más respeto por la poesía. Después he leído a mis amigos, mis iguales, poetas de menos de veinte años que me han hecho entender que la poesía es un juego, que lejos quedan aquellos días de instituto en los que tuve que estudiar cinco o seis tipos distintos de metáfora.
________Otro día fui a hablar con Antonio Carvajal, quien me recomendó muchos otros poetas. Un hombre cercano, poeta del pueblo, que se dignó a perder una hora de su vida para decirme debes leer a éste, al otro, a todos estos, y me habló de un amigo suyo que había muerto en 2001. Antonio conoció a Xabier Bollaín con menos de veinte años y este poeta vasco de ascendencia francesa le llamó la atención sobremanera. Publicó totalmente tres libros, uno en su juventud, otro ya septagenario y en 2001, ya póstumamente el más pesimista, el más melancólico. Como a todos los poetas, a éste apenas se le conoce. Sus ediciones fueron tiradas escuetas, casi íntimas, y de la primera, la más importante, apenas si quedan ejemplares en alguna biblioteca rural tragando polvo. Buscad en vuestros pueblos. Afortunadamente, Antonio Carvajal guarda un ejemplar de cada libro y me enseñó algunos de sus poemas. Qué tristeza. Cómo una vida puede caber en unos versos…
________La semana pasada, ya sin miedo a la poesía, conocí a la poeta María Rosal, Doctora en Teoría de la Literatura y el Arte por la UGR y profesora en la Uni de Córdoba. Una mujer muy cercana que desde el primer día nos enseñó a perderle el respeto a la poesía. Y a jugar con los haikus. Y a jugar con la escritura automática bajo consigna. Y a borrar poesía. Y a corregir.
Y a ser un poco más menos poetas :)
________Para acabar, os dejo dos poemas de Xabier Bollaín que casi nadie más habrá podido leer. Ambos pertenecen a su último libro, Espejilandia, y ambos están dedicados a su esposa Carmela. Naturalmente, pertenecen a su etapa más minimalista y simbolista, pero para mí son desgarradores. Carmela murió veinte años antes que él, y desde entonces vivió solo entre las provincias de Jaén y Granada...

Duerme la gata.
Suena un piano cerca.
Qué soledad.


Cuando suenan las campanas
me acuerdo de Carmela.


1 comentario:

beleita dijo...

Nos educan contando versos, midiéndolos y estudiándolos técnicamente, haciéndonos inconscientes de la magia que llevan dentro. Provocándonos antipatía y, en el mejor de los casos, respeto, colocándolos en un lugar aparentemente inaccesible y MUY técnico y filosófico a la vez. Todo mentira.

Una vez tuve un profesor que se dedicaba a querer mostrarnos la música que había bajo la poesía... él le dedicaba demasiado tiempo (teniendo en cuenta el programa del curso -2º bach.-, y que esto, lamentablemente, está fuera de él), pero ojalá más personas quisieran enseñar y compartir lo mismo que él. Ahí fue cuándo yo empecé a "jugar" "medio en serio" escribiendo versos(esos primeros..) y a disfrutar leyendo los de otros.

lamusique

No podría vivir sin

eveybody's gotta learn sometimes

Un libro

Un libro
Un saco de huesos, Stephen King